Opinión
Cuando los resultados hablan más fuerte que las campañas
Porque en la política, a veces, el paso más valiente no es avanzar rápido, sino avanzar bien.
Los resultados de la elección presidencial del domingo fueron claros, contundentes y, para muchos, sorprendentes. No solo confirmaron un giro en el mapa político, sino que evidenciaron que la polarización —lejos de mitigarse— se ha intensificado dramáticamente.
De acuerdo con los datos oficiales, los cinco candidatos más votados fueron:
Jeannette Jara, con un 26,75 %, José Antonio Kast, con 23,96 %, Franco Parisi, con 19,80 %, Johannes Kaiser, con 13,94 %, Evelyn Matthei, con 12,44 %.
Estos porcentajes hablan más que cualquier discurso: muestran una ciudadanía que ya no confía, al menos mayoritariamente, en alternativas moderadas o consensuadas. Quienes lideran —y especialmente quienes están en los primeros lugares— son figuras políticas polarizantes, con visiones muy distintas y en muchos casos radicales.
El hecho de que Jara encabece la votación sin superar ampliamente el 30% denota que su apoyo, aunque significativo, no es unánime. Al mismo tiempo, el casi 24% que obtiene Kast revela que su discurso de derecha dura tiene una base electoral sólida. Y que Parisi ocupe el tercer lugar con casi un 20% es una señal indiscutible: el populismo no es marginal, sino una fuerza real.
Ante este escenario, hay que hacer varias lecturas urgentes. Primero, es fundamental asumir esta derrota con responsabilidad. No se trata solo de un mal día o una mala campaña: es la expresión pública de años de desconexión entre la dirigencia política y las prioridades reales de la ciudadanía. Por eso es necesario hacer una autocrítica profunda, revisar las prácticas, los mensajes y las propuestas que no han sabido dialogar con el Chile de hoy.
La ciudadanía ya no habla con los mismos códigos. Las necesidades han cambiado, el lenguaje ha mutado, las frustraciones son otras. Si queremos volver a representar, debemos actualizar no solo nuestras ideas, sino la forma de comunicarlas. Ese proceso exige humildad, voluntad y valentía.
Eso sí: retroceder no debe significar rendirse. Hacer política implica también resistir. En un momento como este, es indispensable que alguien —o un grupo— tenga el coraje de decir la verdad frente a versiones simplificadas o demagógicas. Que denuncie mentiras, que exponga relatos ficticios, que construya con datos, argumentos y ética.
Puede que ahora no sea el tiempo de correr a reconquistar lo perdido, sino de detenerse, observar, escuchar y aprender. Que bajen las aguas. Y luego, volver con un proyecto serio, coherente, capaz de recuperar la fe de quienes se sienten desconectados.
Porque en la política, a veces, el paso más valiente no es avanzar rápido, sino avanzar bien.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.