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Para una nueva centroizquierda, la necesaria convergencia socialdemócrata Opinión

Para una nueva centroizquierda, la necesaria convergencia socialdemócrata

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Juan Eduardo Faúndez
Por : Juan Eduardo Faúndez Presidente de la Fundación Socialdemócrata.
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El desafío, en suma, es reconstruir la casa común del progresismo democrático. No desde la negación del pasado, sino desde la reinterpretación de sus logros y errores.


En los últimos años, la centroizquierda chilena ha transitado por un proceso de desdibujamiento político e ideológico. La ausencia de un relato propio, sumada a la incapacidad de renovar sus liderazgos y de actualizar su proyecto frente a los desafíos del siglo XXI, ha derivado en una preocupante orfandad de ideas. Hoy, la que alguna vez fue una fuerza articuladora del progreso, la equidad y la gobernabilidad democrática, aparece como un espacio diluido, confundido y muchas veces subordinado a la agenda de una izquierda más identitaria y testimonial que transformadora.

El problema no radica solo en la falta de estrategia electoral, sino en la renuncia a una mirada crítica y reformista. En su intento por mantener cierta pertenencia dentro del bloque progresista, la centro-izquierda se ha plegado —sin la necesaria deliberación ni autonomía— a los discursos más radicales, sacrificando matices, pragmatismo y sentido de realidad. Ha olvidado que su fuerza histórica residió precisamente en la capacidad de conciliar justicia social con estabilidad institucional, desarrollo económico con cohesión social, y libertades individuales con solidaridad colectiva.

Chile requiere con urgencia una nueva convergencia socialdemócrata. No una repetición nostálgica de la antigua Concertación, sino una actualización de su espíritu reformista a los desafíos contemporáneos: la crisis climática, la transformación digital, la precariedad laboral, el envejecimiento poblacional, la salud mental y la necesidad de un Estado social robusto, pero moderno y eficiente. Una socialdemocracia que entienda que la redistribución sin crecimiento es insostenible, pero también que el crecimiento sin equidad es éticamente inaceptable.

La política no puede reducirse a gestos simbólicos ni a consignas moralistas, ni menos a políticas identitarias. Tampoco puede vivir del antagonismo permanente. La centro-izquierda tiene el deber de reconstituir un proyecto de mayoría, capaz de inspirar confianza en los ciudadanos y de ofrecer certezas frente a la incertidumbre. Ello exige recuperar la vocación de diálogo, la búsqueda de acuerdos amplios y el compromiso con la evidencia por sobre la consigna.

El desafío, en suma, es reconstruir la casa común del progresismo democrático. No desde la negación del pasado, sino desde la reinterpretación de sus logros y errores. Una socialdemocracia renovada —abierta, dialogante y responsable— podría volver a ofrecer un horizonte de sentido a una sociedad fatigada por la polarización y la improvisación.

Solo desde esa convergencia será posible devolverle al país la esperanza en una política que no prometa revoluciones, sino avances concretos, sostenibles y con justicia social.

Los magros resultados electorales dan cuenta de la urgencia de esta discusión, el vacío demostrado, solo se llenará con la convicción de retomar una senda perdida, de devolver la opción de bienestar a chilenos y chilenas. 

Salir del anclaje tribal, desde una mirada crítica, visualizando los evidentes errores en la conducción política y dar señales de corrección son claves para ser una opción de futuro, porque esta oleada de derecha extrema no llego por mera osmosis. Es tiempo de quitarse los velos, de mirar al futuro con osadía y libertad, para construir lo nuevo desde el progresismo. Esto ya partió, no hay tiempo que perder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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