Opinión
Chile Vamos: ¿Chile Fuimos o Chile Seremos?
Como país necesitamos tener un amplio pacto de derecha y centro fundado en la visión de sociedad liberal democrática, con vocación social y partidaria de un sistema de libre mercado eficiente y productivo, pero a la vez solidario.
Corría el tórrido verano de 2015. El fenómeno político tras Michelle Bachelet parecía una fuerza política incontrarrestable. Mientras tanto, la centro derecha vivía un ardiente debate entre aquellos que creían en mantener un pacto meramente electoral como la Alianza por Chile, aquellos que postulábamos la formación de un pacto político y no solo electoral como hasta la fecha estábamos acostumbrados y los que creían que la centroderecha debía enfrentar la convergencia en un solo partido político.
Recuerdo ese caluroso 29 de enero con orgullo, pues fui de aquellos que en el excongreso estuvimos en el nacimiento de Chile Vamos, flamante pacto en ese momento sin nombre, pero que como señalaba nuestra declaración de constitución pretendía “enfrentar la creciente izquierdización de la Nueva Mayoría, que desde su instalación en el Gobierno ha abandonado a la ciudadanía por su mirada ideológica de la realidad”.
Exactamente diez años después, y porque Dios, sin duda, es un buen guionista, nos enfrentamos nuevamente al mismo cuestionamiento: una dolorosa derrota electoral presidencial y parlamentaria, la necesidad de hacer un pacto político más allá de lo meramente electoral y voces que piden partido único. En paralelo, cuando formamos Chile Vamos, el cuestionamiento del sector, al igual que ahora, era sobre si la derrota se trataba de una crisis pasajera, de naturaleza electoral, o un asunto de fondo, que ameritara cirugía gruesa y fina a la vez. En palabras de Daniel Mansuy, si fue un fracaso o una derrota.
Cuando constituimos Chile Vamos, el desafío de la centroderecha era enfrentar a una izquierda dueña de mayorías en ambas cámaras, que pretendía cambiar el sistema político y tributario vigente. Hoy los desafíos son otros. Una derecha iliberal, opositora al gobierno del Presidente Piñera, conducirá los destinos del país con perspectiva de urgencia nacional contra la delincuencia y la crisis del desempleo. Ante aquello, a Renovación Nacional le corresponderá reevaluar su rol frente a dicho gobierno. Ello supone revisar la subsistencia de ese pacto político fundado hace diez años.
Chile Vamos nació en un contexto determinado, pero sus fundamentos siguen plenamente vigentes, y su continuidad es fundamental para los nuevos y profundos desafíos que nos presenta el Chile de hoy, desencantado de la política tradicional, enrabiado y decepcionado de la igualdad de trato y oportunidades que no llega. Soy de aquellos que piensan que Chile Vamos debe seguir vigente, pero ampliarse.
Hay que ser claros y autocríticos: dejamos de interpretar el sueño de miles de chilenos, que en su desencanto apoyaron a derechas radicales o a populistas desenfadados. Una explicación puede estar dada en que algún punto del camino extraviamos en la derecha dichas ideas cuando nos concentramos en intereses económicos más que en los sociales–tanto en los años 40 como en los ’80 y ’90, y por qué no decirlo, hasta el caso PENTA- perdiendo vitalidad política.
Para eso habrá que preguntarse primero qué es lo que nos une con la UDI y Evopoli, pues no tenemos un gobierno común al cual defender, ni tenemos trabajo conjunto político unívoco. Con suerte, algunos de los nuestros integrarán un gobierno que no nos es propio. Luego, preguntarnos cómo incluir en este conglomerado a sectores de centro desencantados de la izquierda después del proceso constituyente, para que sigan con nosotros y evitar que vuelvan a alianzas con ellos.
Pienso que la respuesta a ambas preguntas será volver a esa derecha que encarna los buenos principios de siempre –conservar la república, el respeto por las tradiciones, la raigambre con la chilenidad, un compromiso irrestricto con la democracia- y que está llamada a trascender y a consolidar mayorías. Las ideas de derecha pueden –y deben- propender a ser mayoritarias, sus partidos orientados a seducir a las mayorías y el sector, transformarse en una mayoría social y no solo electoral.
Deberemos para eso hacer un difícil tránsito para reencontrar el equilibrio entre dos ejes: sin caer en el populismo, manteniendo la seriedad, ser capaces de levantar una alternativa sólida y cercana a las necesidades de las personas. El desafío para un renovado Chile Vamos será darle viabilidad política a una derecha moderna y liberal con vocación de mayorías que sea capaz de construir una opción basada en principios, atractivos y novedosos.
Debemos ser capaces, sin miedo, de destacar nuestras diferencias con las derechas radicales y, por supuesto, de las izquierdas. El reto es complejo, pero a la vez desafiante: vivimos tiempos en los que la sociedad pide soluciones radicales que no siempre compartimos y parece caer en el oropel de las tentaciones populistas. Ello nos fuerza a mantener firmeza en nuestros valores.
Chile Vamos representa una derecha que mira con respeto y aprecio al centro cultural y social, con vocación de entendimiento, de unidad y de consolidación de mayorías sociales y no solo electorales. Una derecha orientada a salir a la calle, pero que a la vez no pierda su convicción sobre la libertad, que sea capaz de superar la retórica a veces salvaje e inhumana de los que solo piensan en la economía y en tablas Excel.
Como decía Jarpa, primero, segundo y tercero está el bienestar de Chile, tarea que nos compete a todos, sin excepción. Como país necesitamos tener un amplio pacto de derecha y centro fundado en la visión de sociedad liberal democrática, con vocación social y partidaria de un sistema de libre mercado eficiente y productivo, pero a la vez solidario. Quienes creemos en dichas ideas debemos sentirnos interpelados por la convocatoria de Pedro Ibáñez en 1967 en el Diario Ilustrado: “Llamamos a los que tienen fe y carecen de miedo”.
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