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Jeannette Jara, el triunfo del optimismo en las primarias oficialistas EDITORIAL Agencia Uno

Jeannette Jara, el triunfo del optimismo en las primarias oficialistas

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El optimismo fue el sello de la campaña de Jeannette Jara. Entendió que hoy son emocionales. Aunque en noviembre necesitará que voten por ella millones de personas que nunca han votado por un candidato PC y para eso no puede repetir la fórmula que le dio la victoria con voto voluntario.


Y ganó el optimismo.

La victoria de Jeannette Jara en las primarias oficialistas fue categórica. Pero no solo en los números finales. Su campaña literalmente aplastó a las de Carolina Tohá y Gonzalo Winter en estrategia política, entendiendo al votante de elecciones primarias con voto voluntario de una manera que las otras candidaturas nunca lograron: las aplastó en estrategia comunicacional, en carisma, en cercanía y, sobre todo, las aplastó en su afán convocante.

Porque en política las campañas importan. La de Carolina Tohá logró sepultar a una buena candidata y la de Gonzalo Winter no logró transformarlo en un buen candidato. Mulet nunca llegó a ser un candidato.

La candidatura de Jara entendió que las campañas modernas se levantan desde las emociones. Si su programa tuvo siete páginas, no fue porque le faltaran contenidos ni personas dispuestas a desarrollarlos, sino porque sabían que –en estos tiempos– eso era secundario a la necesidad de representar algo que la izquierda de este país ha perdido: optimismo.

El gobierno del Presidente Boric ha tenido altos y bajos, pero cada uno de sus mejores momentos han sido siempre anotaciones al margen del logro mayor que ha significado devolverle la normalidad al país luego de las convulsiones del período pasado. Pero devolverle la normalidad a un país profundamente desigual y estancado económicamente, con problemas de seguridad y de migración, y que cada vez parece más encaminado a un gobierno de ultraderecha, no es un logro que gane elecciones.

Ese era el círculo vicioso que hasta la irrupción de Jeannette Jara parecía imposible de romperse, y el que su candidatura supo resolver a punta de carisma y olfato político. Se escondieron a los viejos estandartes castristas y se hizo una campaña convocante y abierta. No es casualidad que las grandes críticas hacia Carolina Tohá, su rol con SQM o al legado de la Concertación, no vinieron desde la candidata del Partido Comunista, sino que desde la campaña de Gonzalo Winter. El optimismo fue el sello de la campaña de Jeannette Jara y debe continuar siéndolo para tener una chance en las elecciones presidenciales. Pero no es cualquier optimismo, no es el optimismo naif de Gonzalo Winter: es un optimismo anclado en que el trabajo, la constancia y la comunidad pueden cambiar el mundo para mejor. Es un optimismo de izquierda.

Empero, la ahora candidata presidencial del oficialismo tiene que entender que con la coalición de ayer no le alcanza para ganar en noviembre y puede que no le alcance ni para llegar a segunda vuelta. Ahora que es candidata presidencial, líder de una coalición y el foco principal de los ataques de la derecha, las cosas se pondrán más difíciles. Se van a levantar voceros incomprobables con declaraciones polémicas (le pasó a Tohá con Landerretche), y ya no tendrá que convocar a un votante socialista desafectado, sino que a un moderado que votó por Boric tapándose los ojos, por no tener alternativa en su segunda vuelta con Kast.

Son esos votos huérfanos de candidatos viables los que le van a dar la victoria a alguien en noviembre. Para ganar, Jara necesita que voten por ella millones de personas que nunca antes han votado por un candidato del Partido Comunista, y para eso no puede hacer la misma campaña que le dio la victoria en una elección primaria con voto voluntario. De partida, tendrá que tener un programa de gobierno de verdad y respuestas de verdad (y no evasivas o respuestas astutas o acomodaticias) a temas importantes para el votante moderado, como el de las características del régimen cubano, donde no le deberá temblar la voz para señalarlo como una cruel dictadura, sin zigzagueos.

Como candidata presidencial, Jeannette Jara tiene respuestas bien construidas en materia de seguridad: “Donde no hay Estado, hay narco”, repite en cada entrevista, pero no así en materias como la migración y el crecimiento económico. La primera de estas es particularmente incómoda para la izquierda que ella representa, pero es una preocupación real de los votantes en Chile y son ellos quienes deciden cuáles son las prioridades de cada elección. En lo que respecta al crecimiento económico es donde más incómoda se le ha visto, sobre todo con el desmarque de la ortodoxia de su partido. Por ello es que le haría bien en definirse tempranamente como una continuadora del gobierno del Presidente Boric, señalando y dando garantías que no iría más a la izquierda en esta materia que el actual. Eso ayudaría a sus posibilidades de ser electa.

Una victoria del progresismo en noviembre se ve muy lejos, pero si Jeannette Jara logra equilibrar la disciplina que supo darle a su campaña primaria, con base en su olfato político, su espíritu convocante y su carisma natural, con la vocación de construir mayorías transversales, podría ganar. Para eso tiene que hacer una campaña llena de optimismo, pero no cualquier optimismo, sino que uno real y anclado en las vivencias de millones de chilenos, un optimismo que no sea frívolo y que sirva como contraste a la campaña del terror que levantará la derecha en su contra. Esa Jeannette Jara, optimista y convocante, puede ser la próxima Presidenta de Chile.

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