La declaración de guerra interna del Presidente solo trajo más movilización en el país. Las personas se mantuvieron en las calles a pesar del toque de queda y gritaron con fuerza “Chile despertó” y “No tenemos miedo”, llegando –en Santiago– hasta la Escuela Militar con las protestas. Una respuesta que no estaba dentro del tablero en Palacio, lo que habría obligado al Jefe de Estado a dar una “señal de humo”, llamando a los presidentes y las presidentas de todos los partidos a una reunión este martes en La Moneda. Una convocatoria insuficiente frente a los anuncios que esperaban sus propias huestes y que, al parecer, seguirán aguardando, ya que el ostracismo del Mandatario lo habría llevado a encerrarse en una burbuja.
“Chile despertó”, gritaban los cientos de manifestantes que marcharon hasta La Escuela Militar, ubicada en la comuna de Las Condes. Un hecho inédito, resultado de una de las más duras frases que ha emitido el Presidente Sebastián Piñera, en medio de las masivas movilizaciones: “Estamos en guerra”.
Insólitas palabras que fueron destacadas por los principales medios del mundo y rápidamente despertaron las críticas dentro de la oposición y la mirada atónita de varios personeros de Gobierno que tuvieron que “digerir dos veces la frase del Presidente”, consignan desde Palacio. Hasta el general Javier Iturriaga se desmarcó del Mandatario y señaló –a título personal– que no estaba “en guerra con nadie”, un duro golpe que prendió las alarmas en los sectores más duros de la derecha que ya habían advertido al Presidente que estaba “exponiendo a los militares”.
La respuesta fue una sola, la gente salió a las calles, en ciudades como Valparaíso, Concepción y Santiago, las principales arterias se vieron atestadas de personas marchando pacíficamente en contra de la postura del Presidente. A la llegada del toque de queda cientos de ellos se quedaron en las calles, al mismo tiempo que el Jefe de Estado realizó un anuncio vacío de propuestas, nuevamente centrado en la línea de la violencia y convocó a los presidentes de partidos a una mesa de diálogo para este martes a las 09:00 de la mañana.
“La unidad es el camino para encontrar soluciones, queremos reparar el daño físico y el daño moral que han provocado en el cuerpo y el alma en nuestro país las movilizaciones”, palabras del Presidente que no lograron calmar los cacerolazos que inundaron las calles y que se mantuvieron durante la noche, mientras sonaba “El derecho de vivir en Paz”.
En el oficialismo, la reacción a micrófono abierto, ante las declaraciones del Presidente, fue decir “paso” y mirar para el techo. Luego de la catarsis del día sábado, en la reunión entre el Gobierno y Chile Vamos, las huestes oficialistas entendieron que deberán hacer frente a una decisión ya adoptada y que se debía evitar a toda costa cualquier tipo de desalineamiento con las directrices provenientes de Palacio.
En el círculo de La Moneda, la premisa es “respaldar al Presidente”, aunque varios reconocen –a la interna– que este ha sido uno de sus peores errores, y que sus declaraciones “rayan en delirios”. Pero en La Moneda la amenaza ha sido no permitir abrir ningún flanco a los cuestionamientos de manejo de crisis del Presidente.
En privado, desde el bloque oficialista reconocieron que la presión interna fue una de las razones para haber quebrado el esquema del “policía bueno y policía malo”, que se pudo apreciar con las apariciones del ministro del Interior Andrés Chadwick, siempre apuntando a la criminalización y dando cuenta de los hechos delictuales, versus un Presidente que, a cuentagotas y tarde, parecía comprender el fondo del asunto.
Y es que, más allá de los muchos consejos que haya podido recibir el jefe de Estado, fueron principalmente los mensajes provenientes desde la interna, y un poco más a la derecha, que apuntaron a que comunicacionalmente, el Gobierno se habría visto “muy blando”, esto pese a que nunca flexibilizó medianamente un discurso situado en el lado duro de la vereda.
Una de las consecuencias que advirtieron de lo “blando” de la apariencia es que, además, dejaba desprotegido al Ejército en las calles. Esto, sumado al resultado de la encuesta Cadem, que venía con un 53 por ciento de aprobación respecto del decretado estado de emergencia, fue suficiente para que el Presidente Piñera y su círculo cercano –espacio desde donde se ha manejado toda la crisis– quebrasen el diseño e instalaran al jefe de Gobierno a la cabeza de la ofensiva “contra el crimen”.
Y es justamente “el círculo de hierro” de Piñera uno de sus flancos más débiles. El gabinete político, el segundo piso comandado por Cristián Larroulet y la Secretaría de Comunicaciones (Secom), han recibido los dardos en la interna. Un núcleo que ya ha sido cuestionado antes, debido a su mal manejo en varias de las crisis que ha sufrido la administración, como tras el asesinato de Camilo Catrillanca, el viaje a China de los hijos del Presidente o el nombramiento como embajador en Argentina del hermano del Mandatario, Pablo Piñera, entre otros.
Han sido diferentes tipos de reclamos, por ejemplo a nivel de asesores o funcionarios de los diferentes ministerios, las denominadas capas medias, las que han hecho llegar su molestia a sus jefes que tienen línea directa con el Primer Mandatario. Incluso, la propia intendenta Karla Rubilar le habría dicho al propio Presidente que no están de acuerdo respecto a donde se ha llegado. El problema es que, estén de acuerdo o no, estos personeros siguen teniendo que responder a sus bases partidistas y la ofrenda, simplemente, no alcanza.
Al interior del oficialismo, reconocen que en el Gobierno “están muy equivocados y errados”. Señalan que el discurso de la violencia ha convencido a casi toda la planta ministerial y que el discurso del enemigo interno se repite hasta en las conversaciones más íntimas. Destacan que el núcleo Piñerista se ha quedado en el pasado y cree que está en plena emergencia de una nueva Unidad Popular.
Indican que no logran ver que hay un Chile que “está llamando”, que se le debe hablar a la señora que está con la olla en las calles y a las propias bases de los partidos, que lograrían empatizar con algunas de las demandas de los movilizados. “Somos de derecha, pero tenemos familia marchando”, indican desde el oficialismo. Es más, tras los dichos del Presidente varios chats de comunales se habrían incendiado, y muchas bases habrían presionado para que sus representantes hablaran con el Mandatario.
El problema es que el Presidente no escucha. Si hay algo que todos reconocen entre pasillos es que el ostracismo del Mandatario se ha mantenido desde el “día uno”, luego de la lluvia de mensajes de WhatsApp que le llegaron después del incidente de la pizza. Un error que aún le pesaría, tanto así que fue solo el malestar de sus más cercanos lo que lo habría obligado a volver ese día.
Durante la tarde del lunes, mientras las calles estaban atestadas de marchas en todo el país, se inició con fuerza el rumor de que habría un gran anuncio a fines de la jornada, idea que devolvió “el entusiasmo” en varios personeros del oficialismo y se aventuraron varias salidas. Pero, la decepción llegó luego del punto de prensa del Jefe de Estado, quien no anunció ninguna medida efectiva y solo convocó a los timoneles de partido de la oposición, incluyendo a parte del Frente Amplio.
Una jugada que fue vista como “un leve cambio”, al interior de las bancadas, pero “esperábamos más”, agregaron. El objetivo de Piñera sería que los partidos se hagan parte responsable de lo que resulte tras la crisis y las fuerzas más distantes y “opten por defender la gobernabilidad”. Convocatoria que causó tensiones al interior de la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio, ya que no todos están dispuestos a sentarse con el Mandatario mientras los militares estén en las calles.
El cientista político Cristóbal Bellolio plantea que tiene «la percepción de que en la miopía política que hay, mucha gente de derecha piensa que el Gobierno debe hacer algo más que tratarlo como de orden público. Yo pensé que el viernes mismo Piñera iba a salir con una batería, pero no ocurrió (…). No veo eso, no lo veo, en el corto plazo”. Agregó que entre Renovación Nacional y Evópoli pueden hacerle entender al Presidente que esto requiere un nivel de negociación.
En medio del desfonde del Gobierno y la falta de brújula del Presidente, hubo señales de quiebre en cuanto a la salida para el conflicto y diferentes sectores del oficialismo lo atribuyeron al poco control y deficiente diseño emanado de Palacio. El denominado pacto social logró ser implantado en varios medios de comunicación y se armó en el eslogan de parte importante de la derecha.
También hubo conversaciones por fuera de las limitantes de Palacio, en las que se embarcó parte de Chile Vamos en busca de salvaguardar una situación calificada por muchos de insostenible y, por otro lado, sugerencias que rompieron las filas por fuera de la orden palaciega que cayó por sobre los parlamentarios del sector.
Si bien el Mandatario en su discurso, pasadas las 20 horas del lunes, llamó a una reunión a los jefes de todos los partidos, previo a eso, el presidente de RN, Mario Desbordes, ya se había adelantado a la jugada. En horas de la mañana, mostró disposición para un eventual cambio de prioridades y apertura legislativa para discutir con la oposición, esto luego de un documento que se redactó en presencia de los presidentes del exoficialismo, donde entregan una serie de propuestas a presentar al Ejecutivo. En la ocasión, según consignó La Tercera, el timonel RN aseguró que apoyaría “todas las soluciones que tiendan a apoyar una solución”.
Por otro lado, y en una salida que dejó a varios atónitos, el alcalde RN de Santiago, Felipe Alessandri, “se arrancó con los tarros”, apuntaron desde el oficialismo, al poner sobre la mesa una idea que al interior del Gobierno y el oficialismo no concita apoyos: un gabinete de unidad. “Frente a una situación extrema, como la que estamos viviendo hoy día, (necesitamos) medidas extremas”, puntualizó. Otros alcaldes oficialistas que no han tenido consideraciones con el Gobierno, son el de Puente Alto, Germán Codina, quien también se inclinó por un cambio de gabinete, y el otrora UDI, Rodolfo Carter, de la Florida, que en más de una ocasión ha presentado su molestia con el actuar de La Moneda.
Respecto a un eventual cambio de gabinete, diferentes son las versiones que recorren los pasillos de Palacio. En primer término, se dice que había uno considerado hasta que se juntaron el último Imacec y el triunfo de la ministra de Educación, Marcela Cubillos, quien se salvó de una acusación constitucional. Para el Gobierno, en medio de una agenda revuelta, aquellos dos ingredientes fueron suficientes para retrasar un cambio que podía abrir otro flanco.
Pero las cosas cambiaron. La crisis desatada tiene rostros y entre ellos se cuenta al ministro del Interior, Andrés Chadwick, el encargado de la seguridad pública, quien ha caído fuertemente en su valoración y que nunca pudo recuperarse del caso Catrillanca. Pero ofrecer su cabeza en este momento sería un tanto imprudente, consignaron desde Chile Vamos, aunque reconocen que su cabeza es un gran precio a pagar, considerando la cercanía y confianza con su primo, el Presidente.
Por otro lado, aparece la vocera Cecilia Pérez, respecto de quien varias fuentes del oficialismo asumieron que ya cumplió un ciclo, considerando además que la vocería es siempre un rol que necesita refrescarse de tanto en tanto. Los nombres de la ministra de Transportes, Gloria Hutt, por su responsabilidad en el área y su primera negativa a bajar los precios; el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, y el de Economía, Juan Andrés Fontaine, quienes son sindicados como los responsables de encender la chispa con sus comentarios, calificados de insensibles, como lo fueron el de levantarse más temprano para pagar menos y el que las flores estaban más batatas.
“La pregunta es a quién tiene que dejar contento el Gobierno y el Presidente. ¿A los que cacerolean en Plaza Ñuñoa? ¿A los no tan pacíficos? ¿O dejar contento al lumpen que saquea supermercados? No está muy claro en qué momento se desactiva el conflicto”, indica el analista Cristóbal Bellolio.
Para el académico una posible salida es que “el Gobierno tiene que olvidar que fue elegido con una agenda de derecha. Si quiere sobrevivir tiene que ajustarse a una nueva realidad, cambios sustantivos en la conducción y en el gabinete, sin duda”.