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Nicolás Serra: “Buscamos hacer cárceles que no parezcan cárceles” PAÍS

Nicolás Serra: “Buscamos hacer cárceles que no parezcan cárceles”

Ese es el ideal que mueve a este arquitecto y a su hermano Gonzalo, socios de Serra Arquitectos en Buenos Aires. Ya han intervenido en más 40 de proyectos en su país y en otros de la región, como Chile, donde son responsables del diseño de la que pronto será la cárcel más grande del país.


En el próximo programa Hora de Conversar del mes de noviembre, Hogar de Cristo abordará el tema carcelario y qué mejor que invitar a hablar a este arquitecto argentino, Nicolás Serra (55), cuya oficina ganó el diseño de la cárcel de Talca. El edificio será el Recinto Modelo de Educación y Trabajo La Laguna” centro de reclusión más moderno del país una vez que sea inaugurado a fines de este 2023.

“Nuestro propósito e ideal es diseñar cárceles que no parezcan cárceles”, dice convencido de que solo así es posible que un centro de reclusión cumpla el objetivo para el cual es hecho: lograr que la persona privada de libertad se rehabilite y reinserte socialmente.

Nicolás Serra cuenta que en su país ha trabajado en cerca de 40 proyectos de esta naturaleza y actualmente, están construyendo el Complejo Federal Penitenciario de Mercedes y la Cárcel de Jujuy, entre otras.

Además, ha asesorado y trabajado en países como Perú, Colombia, Ecuador, Panamá, Uruguay y Chile. En el caso de nuestro país, participó del proceso de concesiones que hizo el gobierno antes de 2001, época en que se licitaron varias cárceles y en la que no ganaron ningún concurso.

“En Chile, en aquellos tiempos, tenían algo que para un argentino era realmente inédito. Mientras estabas en el proceso de licitación y presentabas tu proyecto, ellos te iban guiando, dando un muy buen feedback por parte de todos los funcionarios y técnicos. Y, cuando perdimos, al poco tiempo, el gobierno de Chile cambió de estrategia y dijo: ahora vamos a diseñar nosotros las cárceles y las vamos a gestionar para que se concesionen”, recuerda.

Así, fueron invitados a participar en concursos y licitaciones gracias a los trabajos válidos y positivos previos.

“Ganamos para la cárcel de Talca, pero, cuando asumió el gobierno de Piñera, la pidieron más grande y volvimos a hacer el proyecto. Ese es el que se está terminando de construir actualmente y que espero pronto ir a conocer en persona. Te puedo decir con orgullo que la cárcel más grande de Chile la diseñamos nosotros”.

Arquitectura en deuda

“Las prisiones no deben agravar los sufrimientos que produce el encierro; su arquitectura tiene que contemplar la creación de espacios dignos que permitan la rehabilitación de los hombres y mujeres privados de libertad”.

Así escribió Nicolás Serra en una columna de opinión publicada por el diario trasandino La Nación en septiembre pasado. Con el título “La situación de las cárceles: un llamado de atención y una deuda pendiente”, el profesional ahonda en el problema que, al parecer, es común en todos los países de la región.

“Una de las responsabilidades de que esto fracase una y otra vez, además de las políticas públicas donde los arquitectos no tenemos mucho para hacer si no nos convocan, es el poco estudio, el poco análisis, la poca injerencia que los arquitectos tienen sobre estos temas”, nos dice.

Para él, este ha sido uno de los temas más difíciles que ha encontrado en su profesión. “Mirá que nuestra oficina tiene 28 proyectos de todos los rubros: viviendas, hoteles, aeropuertos, oficinas, edificios”, recalca.

La razón de la complejidad radica en que si bien el cliente es el Estado, el que va a usar la cárcel es el servicio penitenciario y el que va a vivir en ella es el recluso, el reo, quien es el último que opina.

“Nosotros no juzgamos por qué esa persona está privada de libertad. Pero sí notamos que el gobierno, el Estado, muchas veces está disociado de los servicios penitenciarios. Yo siempre les digo y es una muletilla a estas alturas: Voy a hacer lo que usted disponga, pero no negocio la habitabilidad: debe haber iluminación, ventilación y necesitamos libertad de acción en las decisiones de diseño”.

El proyecto que realizaron en Chile, reconoce que es totalmente distinto a los que han hecho en Argentina, en Colombia y otros países. Pero tiene algo en común y es su habitabilidad. “Nadie está exento de vivir con mínimas reglas de derechos humanos”.

Capacidad copada

El Ministro de Justicia chileno, Luis Cordero, hace poco alertó que 54 mil personas están encarceladas en Chile y que la capacidad de nuestras cárceles superó el umbral pronosticado para el 2024.

En Argentina, hay un total de 118.848 personas con privación de la libertad y/o restricciones a la libertad que representaban en 2022 una tasa de 262 personas cada 100 mil habitantes. En Chile es muy parecida esa tasa: 266 por cada 100 mil habitantes, siendo nuestra población infinitamente menor a la del país trasandino.

Nicolás Serra reconoce que la arquitectura penitenciaria tiene un papel relevante que jugar en la reinserción de todos los que están privados de libertad.

“Jamás olvidaré la primera vez que visité una cárcel y pese a que fue hace muchos años, sigo sintiendo náuseas cada vez que recuerdo el olor que me golpeó al entrar. Hacinamiento, falta de ventilación, falta de acceso a servicios básicos de salubridad, como los inodoros, mingitorios, lavabos y duchas, es algo tremendo”.

Es inútil seguir discutiendo, a su juicio, ya que hay libros escritos sobre el impacto de la arquitectura en general en la psique humana. “Se sabe que en un buen ambiente arquitectónico, la persona tendrá una mejor calidad de vida y en el caso de los presos, una mejor reinserción social y menores intentos de fuga”.

Nicolás ha visitado más de 90 cárceles en 10 países y asegura que de manera generalizada ha escuchado siempre a los servicios penitenciarios justificarse de no poder llevar adelante su trabajo a causa de la arquitectura penitenciaria.

Según él, ésta debe adaptarse a cada país, a cada región, para que sean espacios funcionales a la realidad. “No es lo mismo una cárcel para condenados que para procesados; para varones que para mujeres; una para mayores que para jóvenes adultos, una de máxima seguridad a una de régimen abierto. Y es ahí en esos factores donde los arquitectos tenemos mucha responsabilidad”.

Muros cribados

“En general, si ves mis cárceles no parecen cárceles. Yo lo hago mucho: pregunto qué crees que es esta foto y me dicen un aula universitaria, no, es el pabellón de una cárcel. Todos los elementos arquitectónicos que estigmatizan una cárcel como las rejas nosotros las sacamos lo que no significa que no haya seguridad. Hay ventanas de máxima seguridad que las tienen, pero hay otras internas que no las tienen y que son muy seguras”, afirma.

El muro cribado, por ejemplo, permite que entre luz, que entre aire, ventilación. “Basta de hacer cárceles para 5 mil 6 mil internos, es inmanejable. Lo máximo debería ser para grupos de 200 a 300 internos, que tengan paisajismo, biofilia, árboles autóctonos. Sin embargo, te dicen que por razones de seguridad no puede haber jardines porque pueden hacer túneles o árboles porque se ocultan”.

Nicolás Serra recorre cada vez que puede una de las cárceles suyas. “Me interesa escuchar la opinión de quienes viven allí. Y me conmueve cuando escucho que dicen lo distinta que es su vida ahora. Si vieras la diferencia cuando hay pasto, lo cuidan y lo aprecian”.

La arquitectura penitenciaria sigue siendo una temática dejada de lado. Para él, es un camino largo en que aún resta mucho por transitar, descubrir y aprender.

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