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Exasesor ONU Jaime Hurtubia: “Atacar las políticas climáticas debilita la democracia” PAÍS

Exasesor ONU Jaime Hurtubia: “Atacar las políticas climáticas debilita la democracia”

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Héctor Cossio López
Por : Héctor Cossio López Editor General de El Mostrador
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El ecólogo y exasesor de la ONU advierte que el negacionismo climático ha mutado en una forma más sutil y peligrosa: el retardacionismo –señala Hurtubia–, una estrategia global que, sin negar la ciencia, frena la acción climática y protege los intereses de la industria fósil.


El ecólogo y exasesor de Política Ambiental de Naciones Unidas, Jaime Hurtubia, advierte en su nuevo libro, titulado Poder, clima y negociación: el bloqueo a la acción climática global, sobre una peligrosa mutación en el discurso del negacionismo climático. Según el autor, aquella etapa en que se negaba abiertamente la existencia del cambio climático ha quedado atrás, dando paso a una versión más sofisticada y eficaz: el retardacionismo climático, una estrategia que no niega la ciencia, pero frena las decisiones y posterga la acción bajo argumentos económicos y políticos aparentemente razonables.

Desde la COP27, explica Hurtubia, el escenario de las negociaciones internacionales ha cambiado radicalmente: el número de lobbistas de la industria de los combustibles fósiles superó al de los delegados de los países más vulnerables, marcando el inicio de una nueva fase del bloqueo climático. Ya no se trata de desconocer los datos –irrebatibles– sobre el calentamiento global, sino de ganar tiempo para proteger los intereses de corporaciones y gobiernos dependientes del petróleo, el carbón y el gas.

El autor identifica una red global de colusión entre poder político y económico, con la ultraderecha internacional como uno de sus principales vehículos ideológicos. Medios conservadores, think tanks y líderes populistas han contribuido a instalar una narrativa que relativiza la urgencia climática y desacredita la cooperación multilateral. El resultado –advierte– es un debilitamiento profundo del Acuerdo de París, atrapado en la “tiranía del consenso” y en la falta de voluntad de los grandes emisores.

Con una mirada crítica y documentada, Hurtubia expone cómo esta alianza entre intereses fósiles y discursos retardacionistas amenaza con erosionar las bases mismas de la gobernanza climática global. Su libro es, a la vez, una denuncia y un llamado a recuperar el sentido político y ético de la acción climática.

-¿Cómo ha mutado el negacionismo climático desde la negación frontal de la ciencia hasta estrategias de postergar las negociaciones?
-El negacionismo climático ha tenido una mutación muy inteligente para desorientar a los negociadores en las reuniones de las COP climáticas. A partir del año 2022, en la COP27 el negacionismo que insistía en que el cambio climático no existía, pasó a ser una respuesta casi ridícula, obsoleta. Aunque algunos líderes la siguen aplicando, en especial los ligados a las industrias de los combustibles fósiles o algunos líderes de partido políticos de derecha o ultraderecha mal informados.

Debemos tener en cuenta que en noviembre de 2022 el negacionismo ya no se sustentaba. Los datos científicos eran irrebatibles. Respecto a las temperaturas globales, ese año fue el más cálido registrado hasta esos momentos, con una temperatura media global aproximadamente 1,2 °C por encima de los niveles preindustriales. Esta tendencia de calentamiento global continuaba acelerándose como el indicador más potente. Las concentraciones de CO2 alcanzaron un promedio de 420,2 ppm, un aumento de 5,5 ppm respecto a 2021, lo que constituía un incremento no registrado en décadas. Por lo tanto, ya no era creíble continuar negando al cambio climático.

Lo interesante es saber cómo ocurrió esta mutación. En la COP27, se inició una activa interferencia de lobbistas de la industria de los combustibles fósiles que dejaron atrás el negacionismo y empezaron a ensayar esa nueva estrategia que yo llamo “el retardacionismo”, muy efectiva para postergar acciones. Se registraron 636 lobbistas de la industria de combustibles fósiles, superando a los delegados de los 10 países más afectados por el clima, y ese número ha seguido aumentando a más de 2 mil en las COP28 y29. Con los lobbistas se desplazó al “negacionismo” y surgió, en cambio, esta estrategia más sofisticada dirigida a postergar negociaciones y, por consiguiente, bloquear la acción climática global.

-¿Cuáles son las características particulares de este “retardacionismo”?
-El “retardacionismo” no niega la ciencia, pero frena avances concretos con argumentos contrarios a la acción. Por ejemplo, usan argumentos económicos, que niegan la emergencia y persuaden mediante pseudoverdades, por ejemplo, “la transición energética debe ser pausada, lenta, para evitar crisis económicas”. Lo que buscan es ganar tiempo, proteger sus intereses económicos y comerciales, por lo menos por dos décadas más. Eso sería suicida para los objetivos del Acuerdo de París, se superarían los 3°C de aumento de promedio de calentamiento global desde la era preindustrial de aquí al año 2100 y los desastres aumentarían de manera exponencial.

Otra frase muy repetida de los retardacionistas fue “los países en desarrollo deben priorizar el crecimiento económico sobre el clima” (India y los partidarios del carbón). Con el retardacionismo el poder político pasó a ser un factor decisivo en las negociaciones climáticas.

-¿Qué mecanismos concretos han permitido la colusión entre corporaciones de combustibles fósiles y la política para bloquear acuerdos climáticos?
-En esta materia, la inventiva es sorprendente. Los mecanismos son variados y se ajustan a las realidades de cada país, pero todos tienen el mismo objetivo: favorecer a las industrias de los combustibles fósiles. Las colusiones entre gobiernos y las corporaciones de combustibles fósiles desde la adopción del Acuerdo de París están obstaculizado el progreso en la lucha contra el cambio climático. ​

Por ejemplo, en el Reino Unido, utilizando medios conservadores como el Daily Telegraph, han promovido la desinformación sobre la ciencia climática, dificultando políticas efectivas. ​ En Canadá, en el pasado gobierno de Stephen Harper se favoreció la industria de arenas bituminosas, usando el mecanismo de eliminación o debilitando las regulaciones ambientales. Rusia, bajo Vladimir Putin, no respeta los compromisos asumidos con las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs) del Acuerdo de París y ha mantenido una relación simbiótica con la industria del gas y petróleo, mostrando ambigüedad en sus compromisos.

​Japón, a través de la Federación de Organizaciones Empresariales de Japón (Keidanren), la más fuerte en cuidar los intereses del sector privado, ha presionado contra políticas climáticas estrictas que se requieren para agilizar la Acción Climática Global, priorizando intereses económicos sobre la ciencia del cambio climático y los informes del IPCC. ​En Australia, en el gobierno de Tony Abbott, se usó como mecanismo el desmantelar el impuesto al carbono y se apoyó la industria del carbón. Así suma y sigue, con diversas modalidades y adaptaciones hasta hoy.

-¿Qué corrientes políticas están alineadas con este obstruccionismo?
-En un creciente número de países, la derecha política en el período 2015-2025 ha sido la defensora acérrima del negacionismo climático y ahora del “retardacionismo”. Ha incubado populismos que han resultado ser muy negativos, ya que representan un retroceso a lo conseguido en el siglo XX en materia de respeto a la democracia, a la naturaleza y a los servicios que brindan los ecosistemas.

Para mí resulta muy preocupante lo que se viene observando en algunos partidos políticos de derecha o ultraderecha en EE.UU., Argentina, Hungría, Italia, El Salvador, Ecuador, Brasil, España y Chile, entre otros, donde al atacar las políticas climáticas y las ambientales debilita la democracia. Lo más preocupante es la presión de estos partidos sobre los gobiernos electos para que debiliten las políticas ambientales. Esta nueva corriente política desea que la gente se olvide de la tríada que los saca de casillas: la sostenibilidad, las desigualdades y el calentamiento global.

Lo más sorprendente para mí ha sido atestiguar, en los últimos diez años, cómo el auge de la ultraderecha generó un entorno político que se opone a un enfoque global concertado para superar la crisis climática.

-¿Cuáles han sido sus efectos?
-La ideología populista de derechas ha ido socavando seriamente la confianza pública. Lo peor es que también está inculcando un rechazo a la cooperación internacional, lo vimos en septiembre pasado en la última Asamblea General de las Naciones Unidas, donde varios representantes se dieron el gusto de menospreciar el multilateralismo y negaron los beneficios que ha traído a la humanidad la Organización.

Una labor fundamental los próximos años será apoyar, mejorar y robustecer los Acuerdos globales como el Acuerdo de París, eliminando la visión escéptica y pesimista que están tratando de vendernos para desligarnos de nuestra responsabilidad global de velar por el bien común. La retórica de cerrar fronteras y rechazar compromisos internacionales es un obstáculo directo para la acción climática. Este enfoque no solo limita la capacidad de los países para colaborar, sino que perpetúa aquella narrativa que afirma que el cambio climático es un problema ajeno, que se puede ignorar sin consecuencias.

-¿Por qué piensa que las campañas de desinformación logran tener  impacto en la opinión pública, incluso frente al consenso científico? ¿Es posible que la ciencia climática pueda optar a otras estrategias para recuperar terreno?
-La ciencia del cambio climático debe buscar los medios de hacer más asequibles al gran público los hallazgos presentados en los informes científicos del IPCC, del PNUMA, la OMM, entre otros. Tenemos que hacer una gran esfuerzo de traducir los datos de la ciencia climática a un lenguaje que permita usarlos tanto para la formulación de políticas gubernamentales como para la opinión pública y, sobre todo, en las negociaciones internacionales.

Este es un tremendo desafío para los comunicadores. La gente tiene el derecho a estar informada que en las COP climáticas se adoptan decisiones que afectarán directamente sus vidas y las de sus descendientes en los próximos años y décadas. Tiene que estar informada. Porque es un deber de todos defender la meta obligatoria del Acuerdo de París, a saber: “Limitar el calentamiento global a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y hacer esfuerzos para limitarlo a 1,5 °C”. En 2024 ya se superó el límite de los 1,5 °C en varios lugares del planeta y ya ha comenzado la vorágine de desastres.

-Hablar de certezas y no especulaciones…
-Exacto. Existen varios elementos que nos permiten tratar este tema con certezas. Hoy sabemos que todo avance en limitar el ascenso del calentamiento será decisivo para evitar un aumento superior a 1,5 °C, o al menos no superior a 2 °C en 2030. Los científicos no cesan en repetir que, con ese medio grado de diferencia, la población mundial expuesta a calor extremo iría de 14% a 37%; la frecuencia de lluvias extremas iría de 17% a 36% y las sequías se duplicarían.

Estos datos son una dura nota de realismo. Y sabemos lo que esas diferencias significan en enfermedades, muertes y multimillonarias pérdidas anuales por daños y pérdidas ocasionadas por los desastres climáticos. Dudo mucho que las personas que ven los desastres climáticos devastadores en la TV a diario –inundaciones, olas de calor, huracanes, sequías, incendios forestales, entre otros– asocien estas calamidades a lo que ellos se expondrán a futuro si no resolvemos el actual bloqueo a la acción climática global.

En este sentido, ¿la comunicación sobre las negociaciones fallidas también debe tener un espacio?
-La gente debe saber también que los gobiernos, al no dar crédito a los datos científicos presentados en los informes del IPCC, contribuyen a la sucesión interminable de desastres climáticos. La esperanza de que los países cumplan con sus promesas de reducción de emisiones ha perdido sustento. Se les exigió en 2017 un 3% de reducción anual a partir de 2020, una meta difícil pero necesaria, pero no la escucharon, no solo los gobiernos sino también la gente.

Por el contrario, hoy nos enfrentamos a lo peor: ningún gobierno ha reducido sus emisiones ni siquiera en un 1% y la mayoría las ha aumentado casi un 2% o más, anualmente. Con ese aumento será imposible evitar el ascenso del calentamiento global en el corto plazo, incluso aunque se dispusiera de más fuentes de energías renovables.

La gente debe saber qué significa que en el año 2024 hayamos verificado un aumento inadmisible en la producción de combustibles fósiles. Es escandaloso conocer que la producción de combustibles fósiles, que debía bajar, subió a cifras inexcusables. El carbón creció un 120%, petróleo un 85% y gas un 50%.

-¿Cómo se ha expresado el requisito del consenso en el Acuerdo de París para obstaculizar la acción climática efectiva? 
-Este es un tema histórico. La fragilidad de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático y el Acuerdo de París se debe a que sus reglas de procedimiento, hasta hoy, después de tres décadas, no se han aprobado oficialmente. La “Regla 42” del borrador de 1996 es precisamente la que que no se ha aprobado y se refiere a cómo tomar decisiones sin consenso. Este desacuerdo ha sido un serio obstáculo al avance del Acuerdo de París.

El borrador proponía que, si no se llegaba a consenso, se decidiera por mayoría de dos tercios de las partes presentes y votantes. Pero se opusieron China, India y Arabia Saudí, tres países en desarrollo, rechazaron la votación, insistiendo en el consenso. La Convención opera, por lo tanto, con un reglamento provisional, sin la Regla 42, lo que al no haber acuerdo unánime permite bloqueos, incluso, por un solo país.

El Acuerdo de París (Artículo 16), adoptado en 2015, heredó este vacío al usar las reglas de la COP de la Convención, sin formalizarlas. Esto ha permitido bloqueos, en todas las COP del Acuerdo de París realizadas a la fecha, como el caso de India en la COP26 (2021), para cambiar el texto sobre el carbón, y el bloqueo de varios países petroleros en la COP28 (2023) al lenguaje que proponía eliminar gradualmente los combustibles fósiles.

-¿Qué alternativas de gobernanza internacional podrían ser más eficientes?
-Considero que no existe ninguna más eficiente que el Acuerdo de París. No podemos olvidar lo más básico de toda esta cuestión: el cambio climático es un problema global y requiere, por tanto, una solución global. Aquí no vale que en mi país conseguí mis objetivos mientras en el resto de países vecinos o los 200 del planeta entero, no hacen lo mismo; tu esfuerzo, aunque plausible, será en vano. No hay otra forma de darle la vuelta con acuerdos subregionales o regionales, que pueden ayudar, pero nunca sustituir al Acuerdo de París como instrumento global de lucha contra el cambio climático.

-¿En qué medida la ausencia de una regla formal de votación, como la propuesta Regla 42, ha permitido que intereses de unos pocos países frenen el avance global contra el cambio climático?
-La ausencia de una regla formal de votación ha disminuido notablemente la acción climática global. En diversos temas cruciales la falta de consenso ha significado la parálisis del Acuerdo en temas como el aumento de ambiciones en la reducción de emisiones de CO2 mediante las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC). Al oponerse un pequeño número de países, no se ha decidido ningún avance.

Hasta la fecha, las NDC han sido compromisos incumplidos con una implementación deficiente. El análisis de las tres rondas de 2015, 2020 y 2025 nos muestra una notable disminución en la ambición de las partes. Las NDC registradas durante todo el período conducen a un calentamiento de 2,4-3,0 °C para 2100.

-Y también en temas de financiamiento supongo…
-Claro, las cantidades necesarias de las contribuciones al Fondo Verde para el Clima y al Fondo Especial para Pérdidas y Daños, han sido temas recurrentes de desacuerdos, y las negociaciones se han prolongado por años. En el tema de los Mercados de Carbono, lo mismo. Un antecedente crucial es que el mecanismo falló, no se consiguió el objetivo de US$ 100 mil millones al año durante el período 2020-2025. Solo el 80% fue movilizado. Se tendrá que fijar una nueva meta post-2025, negociando en la misma COP30 el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG).

Lo afirmado en la COP29 por los países en desarrollo es que se necesitan US$ 1.3 billones anuales para 2030. Los países donantes, de la UE y EE. UU., acordaron contribuir con 300 mil millones anuales de aquí al 2035, pero se resisten a fijar las modalidades concretas de sus contribuciones.

En este punto la situación es muy compleja en vista del agravamiento de los conflictos bélicos en el Medio Oriente (Gaza-Israel; Irán-Israel) y en Ucrania-Rusia, además del retiro de EE.UU. del Acuerdo de París. La prueba será comprobar si la cohesión de las partes garantes del Acuerdo es lo suficientemente fuerte como para resistir la debacle de la falta de financiamiento. Por eso sostengo en mi libro que el Acuerdo de París se encuentra al borde de la ruptura.

-En su libro sostiene que hasta ahora la ciencia y el poder político han cultivado una relación fallida. ¿Qué rol han jugado las resistencias ideológicas en ese fracaso?
-Todas las resistencias ideológicas se han manifestado, primordialmente, ligadas a los intereses económicos y comerciales de corto plazo de los países productores de petróleo, gas y carbón. Los países petroleros del mundo árabe han ejercido una fuerte oposición al Acuerdo de París y a la acción climática global. ​La economía de muchos de estos países depende de la exportación de combustibles fósiles, lo que los lleva a resistir la transición hacia energías renovables. ​

Qatar ha financiado estudios que minimizan la urgencia del cambio climático, promoviendo el gas natural como “combustible de transición”. ​Arabia Saudí ha utilizado tácticas dilatorias en negociaciones climáticas, buscando suavizar el lenguaje sobre reducciones de emisiones. La OPEP ha discutido medidas para asegurar la demanda de petróleo, presentando proyecciones optimistas sobre su futuro. ​La falta de compromiso en estos países, obviamente ha contribuido a la percepción negativa de los acuerdos climáticos, limitando la inversión en energías renovables.

-¿Y qué pasa con la diplomacia?
– La férrea oposición de estos países a la ciencia del cambio climático y al rechazo a los trabajos del IPCC ha abierto en los últimos años serias brechas entre la ciencia y la diplomacia en el Acuerdo de París, que han limitado seriamente su efectividad. ​De allí, se origina la relación fallida. Por ejemplo, la oposición a la ciencia del IPCC y el negacionismo han debilitado la confianza en la diplomacia climática, ya que han ignorado en las negociaciones conceptos científicos cruciales, como el presupuesto de carbono y los puntos de no retorno.

Igualmente se ha postergado el reconocimiento al principio de las responsabilidades compartidas pero diferenciadas. Los países desarrollados persisten en no reconocer su deuda histórica, ya que son los que más han contribuido históricamente a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Por último, la falta de cumplimiento de compromisos en la reducción de emisiones sin aumentar sus NDCs y la ausencia de sanciones han debilitado esto. Todas estas cuestiones han creado un vacío entre ciencia y diplomacia.

-Se ha vuelto común que, aun cuando adopten compromisos, aunque no sean muy ambiciosos, luego tampoco se les hace seguimiento…
-En este tema deseo comentarte algo inconcebible. En la COP28, por primera vez en la historia de estas reuniones, se utilizaron las palabras “combustibles fósiles”. Antes siempre fueron vetadas por los opositores al Acuerdo de París. Después de largas negociaciones en Dubái, dos días enteros y sus noches, se aprobó una decisión que pedía una “transición hacia el abandono de los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, acelerando la adopción de medidas en este decenio crítico, a fin de lograr el cero neto para 2050”.

Lo más sorprendente es que al año siguiente, en la COP29, no se hizo ningún seguimiento a esta importante decisión, más aún, los países petroleros a puertas cerradas se opusieron. Hasta ahora no hay ningún plan de cómo agilizar su cumplimiento o fijar metas y acciones concretas con su calendario respectivo. Nada por ahora. Este es un buen ejemplo de cómo el poder político y financiero de los combustibles fósiles opaca a la ciencia y mantiene a la diplomacia totalmente bloqueada a la acción climática global.

Esperemos que los buenos oficios de la diplomacia brasileña permitan levantar este bloqueo y conseguir que se aprueba una fuerte decisión que defina un plan para la inmediata ejecución de la postergada decisión.

-Hay un punto del que no hemos hablado y que trata en su libro.​ La inequidad en las emisiones históricas. ¿Qué nos dice la ciencia respecto a este tema?
-Nos brinda datos muy relevantes. El 10% de la población mundial con mayor poder adquisitivo es responsable del 48% de las emisiones históricas, mientras que el 50% con menor poder adquisitivo solo del 12%. Además, el norte global ha consumido el 92% del presupuesto de carbono disponible desde 1850. De estos datos no se habla ni se debate en las COP, los responsables vetan cualquier alusión a estos elementos en la preparación de los borradores de decisiones. Pero no pueden tapar el sol con un dedo. Estos temas, todos, requieren una profunda revisión y una negociación seria en los años próximos.

Otro asunto relacionado con todo ello son las redes de poder político y financiero que en los últimos años han influido negativamente en la credibilidad de la diplomacia. La industria de los combustibles fósiles ejerce presión en sus gobiernos para diluir las políticas de reducción de emisiones, argumentando que afectan el crecimiento económico. ​ No olvidemos, que 16 de las grandes corporaciones de los combustibles fósiles en el mundo pertenecen a los 10 países reconocidos como los grandes emisores, que a su vez responden a 7 gobiernos autoritarios o no democráticos. Con este telón de fondo, la captura corporativa del proceso de negociaciones ha repercutido de manera nefasta en la diplomacia climática.

Aquí la ciencia no tiene valor alguno frente a las cantidades siderales de dinero que se transan en el comercio de estas corporaciones. El efecto ha sido evidente en las COP, especialmente en la conducta avasalladora de los países productores de petróleo en las últimas COP28 y 29, realizadas en países petroleros, presididas por dirigentes de las empresas petroleras nacionales de Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán. ​

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