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Claudia Silva, educadora de párvulos: “Nuestro nivel ha sido históricamente relegado”
“Muchas veces, las políticas educativas no logran ajustarse a las realidades concretas de los jardines infantiles (…) Además, están diseñadas desde una lógica escolar y no desde la especificidad de la primera infancia”, señala la educadora de párvulos en esta entrevista.
En esta segunda etapa de entrevistas, he querido conversar con otro tipo de expertos. Anteriormente, sostuve diálogos con personas que se han especializado en el estudio de la educación y las políticas públicas, a quienes públicamente se reconoce como personas expertas.
En el campo educativo -como en otros- la experticia no se encuentra concentrada únicamente en estos expertos, debido a que en el sistema trabajan cotidianamente personas que se han formado para enseñar y que tienen la posibilidad de llevar el pulso de los logros y dificultades que se enfrentan de manera cotidiana. Tenemos entonces, diverso tipo de especialistas en educación, por lo que se hace necesario conocer sus comprensiones, análisis y propuestas, pensando en el futuro de las políticas educativas en Chile.
He decidido iniciar esta etapa conversando respecto de un nivel educativo que apareció frecuentemente mencionado en las entrevistas anteriores, el de educación parvularia. En este nivel se combinan dos aspectos que están en tensión, por un lado, existe un creciente consenso respecto de su relevancia, tanto para los niños y las niñas, como para la sociedad; por otro, también se observa acuerdo en que es un nivel que se ha visto postergado, o que al menos, no ha sido tan relevado como otras etapas del proceso de formación.
Entrevisté a Claudia Silva, quien trabaja como educadora de párvulos y directora de un jardín infantil de la quinta región, específicamente de la comuna de San Antonio. Claudia es además educadora diferencial, cuenta con un magíster en administración educacional y además es candidata a doctora en educación.
-¿Cuál es el diagnóstico que hace usted de la educación parvularia en Chile?
-Considero que ha avanzado significativamente en cobertura, profesionalización y reconocimiento normativo, especialmente desde la creación de la Subsecretaría de Educación Parvularia, la actualización de las Bases Curriculares en el año 2018 y también con algunos marcos referenciales que se han publicado, como el de “la buena dirección y liderazgo” y los Estándares indicativos de desempeño para nuestro nivel educativo. Sin embargo, persisten brechas estructurales que impactan en la calidad y la equidad de la educación, tales como la sobrecarga administrativa, una claramente insuficiente inversión en infraestructura y en recursos pedagógicos, la inestabilidad laboral e importantes diferencias de remuneraciones y vacaciones, considerando el tipo dependencia del jardín infantil, donde aún existe mucha desigualdad.
Otro aspecto que quisiera destacar es que observo una importante tensión entre el enfoque formativo integral que caracteriza e identifica a la educación parvularia y las exigencias estandarizadas del sistema escolar. Esta tensión afecta el trabajo pedagógico, limita el juego como eje central del aprendizaje y puede invisibilizar aspectos socioemocionales fundamentales para los primeros años. Solo por dar ejemplos, en este período del año, los jardines reconocidos por el estado deben completar procesos de postulación a la excelencia académica, demostrar evidencias de gestión, participación, trabajo colaborativo, acciones socioemocionales y resultados institucionales. Del mismo modo, se debe mantener una comunicación diaria con las familias y participación activa en redes comunales y provinciales, pero la dinámica real del funcionamiento (mudas, colaciones, patios, siestas, hábitos higiénicos, contención emocional, conflictos y extensas jornadas) reduce la posibilidad de desarrollar estas acciones con la frecuencia y profundidad que los instrumentos formales exigen.
Otro ejemplo: en el ámbito de la convivencia, se pide que todos ámbitos socioemocionales se aborden con acciones permanentes, y que existan múltiples redes, evaluaciones y comités funcionando de manera sistemática. Sin embargo, en el día a día estos procesos suelen verse limitados por la cobertura de sala, reemplazos, urgencias operativas y la falta de tiempo real para sostener análisis pedagógicos profundos.
En síntesis, la educación parvularia ha crecido, pero aún requiere políticas más coherentes con sus especificidades pedagógicas, que fortalezcan, además, el bienestar de las comunidades educativas y el liderazgo en los jardines infantiles.
-Como educadora y directora, ¿cuáles diría que son las principales necesidades que tienen los niños y las niñas que están en la educación parvularia en la actualidad?
-Hoy en día, veo que la educación parvularia se enfrenta a dos novedades que debemos considerar. La primera es el largo tiempo que pasan los niños y niñas lejos de sus familias, puesto que éstas deben dejar largas jornadas a sus hijos/as en sala cunas y jardines infantiles para compatibilizar trabajo y familia. Esto nos presenta un desafío a nosotros, pensando en el desarrollo integral de las infancias.
Por otra parte, claramente irrumpió el uso de las pantallas. Sin embargo, yo no veo este fenómeno como únicamente negativo, pues se puede trabajar en darles un sentido pedagógico. Sin embargo, para nosotras, como educadoras, ha sido muy claro que las pantallas están reemplazando las interacciones reales probablemente tendrá un impacto profundo en las personas que estamos formando en el presente.
Además de estas novedades, otras necesidades que se han vuelto cada vez más importantes tienen que ver con la regulación emocional y bienestar socioafectivo de los niños y las niñas, especialmente después de la pandemia y, mayormente, en contextos de más vulnerabilidad. Nuestras instituciones necesitan tiempo, espacios y experiencias sensibles que reconozcan sus ritmos y emociones, lo niños/as requieren aprender a conocer y regular gradualmente sus emociones. Para ello tenemos que estar siempre buscando nuevas estrategias y, nuevamente, cuidar el impacto que está teniendo el celular en estas temáticas.
Estas necesidades, a mi juicio, desafían la manera en que se trabaja la educación parvularia. Sin embargo, como nivel educativo, tenemos mucha claridad que hay al menos tres características que nos identifican y que dan valor a lo que hacemos y que debieran tener un lugar central para dar respuesta a los desafíos que acabo de mencionar. La primera es la centralidad que tiene el juego libre y la exploración, que permite a nuestros niños y niñas investigar, resolver problemas y construir conocimiento de manera activa aprendizajes en base del hacer. Lo segundo es que debemos ser capaces de construir ambientes inclusivos, donde todas las identidades, capacidades, culturas y formas de aprender sean valoradas. En línea con lo anterior, requerimos que los jardines infantiles sean espacios estables, en que se desplieguen vínculos afectivos seguros, los que se construyen a través de un liderazgo empático, equipos cohesionados y prácticas de cuidado consistentes. No podemos olvidar que trabajamos con infancias que están largas jornadas con nosotros, de aproximadamente 10 horas, de lunes a viernes.
-Existe el juicio de que el nivel de educación parvularia ha sido relegado, o que al menos cuenta con menos protagonismo que otros niveles del sistema educativo. ¿Está de acuerdo con ello?
Sí, existe evidencia de que nuestro nivel ha sido históricamente relegado. Esto se observa muy claramente en la asimetría presupuestaria que existe en comparación con los otros niveles, o también en las condiciones laborales en las que trabajamos. Asimismo, dentro de la educación parvularia existen brechas muy grandes entre instituciones particulares pagadas que operan mayor sin mayor regulación que tener el reconocimiento oficial o el “Rol JUNJI”, que les permite funcionar, en ocasiones, con falta de equipos directivos y en las condiciones laborales precarias para sus trabajadoras. Así de crítica puede llegar a ser la situación de algunos jardines infantiles.
Además, persiste una visión social que considera esta la educación parvularia como “preparatoria” o “de cuidados”, lo que minimiza su carácter educativo y su impacto en el desarrollo integral del ser humano. Este imaginario afecta la valoración del trabajo de las educadoras y asistentes, y limita la inversión sostenida en políticas de largo plazo.
A pesar de ello, en los últimos años ha habido un avance importante en reconocimiento institucional. Sin embargo, aún falta instalar una comprensión más profunda de la educación parvularia como un nivel estratégico para el país.
-¿En qué medida considera que las políticas educativas que llegan a los jardines infantiles son lo que estos necesitan?
-Yo tengo una percepción crítica al respecto. Muchas veces, las políticas educativas no logran ajustarse a las realidades concretas de los jardines infantiles. Con frecuencia son generalistas, es decir, pareciera que consideran que todos los espacios de formación fueran los mismos, cuando sabemos que no es así. Además, están diseñadas desde una lógica escolar y no desde la especificidad de la primera infancia, lo que genera que se deban estar adaptando y adecuando constantemente, lo que produce, a su vez, sobrecarga administrativa.
Considero que las políticas educativas, además, suelen ser poco pertinentes, porque en su implementación no consideran las condiciones reales de los jardines, sus exigencias no dialogan con el tiempo del juego, ni con el enfoque del bienestar infantil y, sobre todo, porque no se dispone de suficientes recursos humanos para sostener políticas que demandan formación continua, acompañamiento y liderazgo pedagógico.
Quiero aclarar que las políticas educativas son necesarias, pero están siendo insuficientes. Asimismo, requieren de una mayor participación de parte de las educadoras, las directoras y los equipos técnicos en su diseño, así como una mirada basada en el cuidado, la inclusión y la pertinencia territorial. Como conté, ya disponemos de referentes contextualizados para nuestro nivel y ha sido un gran avance, pero aún falta, sobre todo en formación continua y carrera directiva.
-¿Qué debieran priorizar las políticas educativas para la educación parvularia?
-Para mí, resulta evidente que las políticas educativas debieran avanzar hacia una mayor pertinencia y coherencia con la realidad de los jardines infantiles. Tal como lo he mencionado anteriormente, todavía existe una distancia importante entre la formulación de estas políticas y la capacidad real de los equipos para implementarlas de manera integral.
Considero que las políticas públicas para la educación parvularia debieran priorizar el fortalecimiento del bienestar y el desarrollo integral de los niños y las niñas, asegurando tiempos y experiencias que respeten sus ritmos, su juego y su exploración. De igual forma, es fundamental mejorar las condiciones laborales de educadoras, asistentes y equipos técnicos, porque su bienestar de las personas adultas que trabajamos en este nivel es un elemento central para sostener prácticas pedagógicas de calidad.
Se requiere invertir también en la formación continua de las educadoras y en una carrera directiva especializada, que permita a directoras y equipos de liderazgo contar con herramientas para gestionar el cuidado, acompañar a sus equipos y conducir procesos pedagógicos sostenibles. Otro aspecto que me parece que es muy importante es que es necesario disminuir la burocracia, pues ocupamos mucho tiempo realizando trámites, en vez de aprovecharlo en el trabajo con nuestros niñas y niñas.
Finalmente, las políticas debieran incorporar de manera sistemática la voz de las educadoras, directoras y equipos técnicos en su diseño e implementación. Solo así se podrá asegurar que las políticas no sean un conjunto de exigencias externas, sino verdaderos instrumentos que fortalezcan la práctica pedagógica, promuevan inclusión y bienestar, y respondan a las necesidades reales de la primera infancia en Chile.