PAÍS
Muñoz y Ampuero: multilateralismo versus pragmatismo en la política exterior chilena con Kast
Los excancilleres comparten el diagnóstico sobre un mundo fragmentado, pero discrepan en cómo Chile debe posicionarse ante el nuevo orden internacional.
Heraldo Muñoz y Roberto Ampuero están en veredas opuestas, pero comparten un elemento: ambos fueron los encargados de conducir la política exterior de Chile de forma sucesiva. Muñoz lideró la Cancillería durante el segundo Gobierno de Michelle Bachelet, labor que luego fue asumida por Ampuero, quien fue nombrado al mando del Ministerio de Relaciones Exteriores por Sebastián Piñera en 2018.
- Las reflexiones de los excancilleres sobre la política exterior chilena parten de un diagnóstico compartido: el orden internacional atraviesa una etapa compleja, de fragmentación e incertidumbre, que debilita las certezas sobre las que Chile construyó su inserción global en las últimas décadas. Sin embargo, más allá de este punto de partida común, sus énfasis y propuestas divergen de manera significativa, revelando dos aproximaciones distintas frente al nuevo escenario internacional.
Heraldo Muñoz sitúa el multilateralismo como el eje estructurante e irrenunciable de la política exterior chilena. Para el excanciller, no se trata solo de una tradición diplomática, sino de una condición de resguardo frente a un mundo crecientemente dominado por la acción unilateral de las grandes potencias. “Un bilateralismo puro nos puede dejar a merced de los más fuertes, de acciones unilaterales, de los países que tienen poder de coacción”, señala.
- En un contexto marcado por la imposición unilateral de aranceles, la fragmentación geopolítica y la erosión del comercio global, Muñoz defiende el multilateralismo económico y político como el principal instrumento para “defender los intereses de Chile, y para asegurar un mundo basado en reglas y respeto al derecho internacional”. Aunque reconoce el caos actual, identifica señales de recomposición gradual, como los diálogos entre el CPTPP, la Unión Europea y ASEAN, y propone reforzar alianzas con países “like-minded” (afines) para defender la democracia y los derechos humanos, siempre desde un anclaje multilateral.
Roberto Ampuero, en cambio, pone el acento en el agotamiento práctico del multilateralismo clásico y en la necesidad de adaptar la diplomacia chilena a una realidad más fluida y transaccional. El exministro de RR.EE. manifiesta que el multilateralismo fue una “necesidad estratégica” para Chile durante décadas, pero al mismo tiempo sostiene que hoy convive con su propio debilitamiento, visible en la “parálisis de organismos, la erosión de consensos y la primacía del interés nacional por sobre las reglas compartidas”.
- Para Ampuero, el mundo no avanza hacia bloques cerrados, sino hacia una geometría variable de alianzas, donde las grandes potencias compiten y cooperan selectivamente. Desde esta lectura, plantea que el multilateralismo sigue siendo relevante, pero no puede ser asumido de forma dogmática: “Nuestra inserción multilateral no debe ser dogmática sino realista y pragmática, es decir, privilegiar los asuntos que contribuyan a nuestros intereses”, afirma.
La diferencia central entre ambas exautoridades radica en el peso relativo asignado a principios versus pragmatismo. Mientras Muñoz enfatiza el riesgo político y estratégico de relativizar el multilateralismo –pues ello expone a Chile a relaciones asimétricas–, Ampuero subraya que insistir en esquemas rígidos puede limitar la capacidad de adaptación del país. Para este último, Chile debe diversificar vínculos, reducir dependencias y aprovechar sus ventajas estructurales –estabilidad institucional, credibilidad internacional, red de acuerdos comerciales y recursos estratégicos– para construir alianzas funcionales en ámbitos como seguridad, migración, narcotráfico y crecimiento económico.
- En síntesis, Muñoz defiende una política exterior anclada en la protección de un orden basado en reglas, mientras Ampuero propone complementarla con una diplomacia flexible, selectiva y orientada a intereses.
Ambas visiones reflejan de cierta forma el dilema central que enfrenta la conducción de la política exterior de Chile por los próximos cuatro años: cómo equilibrar principios, reglas e intereses en un sistema internacional en transformación.
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