Estos cetáceos son uno de los animales más grandes que han existido y aportan, en diversos sentidos, a la conservación y subsistencia humana y marina. Sin embargo, la colisión de embarcaciones, el cambio climático, la caza y la acuicultura han afectado directamente su supervivencia.
Hace algunos días se dio a conocer un vídeo impresionante de la ballena franca austral, mamífero ubicado en las costas del Océano Pacífico y que durante la semana pasada Sernapesca anunció la activación de sus protocolos de seguimiento de la Armada debido a su avistamiento en la costa del norte del país.
Según datos de Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile alberga aproximadamente el 43% de las especies de ballenas conocidas, lo que lo convierte en uno de los países más importantes para su conservación y protección.
A nivel internacional, en 1946 se estableció la Comisión Ballenera Internacional (CBI por sus siglas en inglés), organización responsable de la gestión de la caza de ballenas y su conservación. Hoy en día, cuenta con 88 miembros.
Según explica el abogado animalista, José Binfa, en 1979 Chile aprobó la Convención Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas y su anexo, en el cual nuestro país se comprometió a ciertas restricciones en torno a la caza, no obstante, no se prohibía.
En este contexto, fue con la Ley 20.293, del año 2008, en su artículo 2, que generó un impacto mayor. La norma establecía que “se prohíbe dar muerte, cazar, capturar, acosar, tener, poseer, transportar, desembarcar, elaborar o realizar cualquier proceso de transformación, así como la comercialización o almacenamiento de cualquier especie de cetáceo que habite o surque los espacios marítimos de soberanía y jurisdicción nacional”.
Sin embargo, cabe destacar que esta normativa prescribe en 2025, por lo que existe incertidumbre respecto al futuro de la protección de la especie.
Según la CBI, existen tres tipos de caza: comercial, de subsistencia aborigen y con permiso especial o también conocida como científica.
Hoy en día son tres países que siguen realizando esta práctica: Noruega, Japón e Islandia. Uno de los casos más emblemáticos fue el del último país, el cual en 2023 decidió reanudar la caza de ballena para su comercialización y consumo, provocando la alternación de varios grupos animalistas y defensores de los derechos de las especies marítimas.
“Hay un documental en el cual los noruegos explican que ellos matan a un individuo (una ballena) y en otros países se matan mil individuos (miles de pollos), entonces que el daño “ético” de ellos es menor, porque matan un solo individuo y comen muchos, en cambio otros países como nosotros matamos miles de individuos. Por otra parte, dejando de lado la comparación ética, a nivel ecosistémico impacta mucho más la caza o muerte de una ballena”, explica Matías Crisóstomo, académico de Ing. en Gestión de Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián.
“En Japón no es un tema cultural que esté ligado a su origen, sino que es netamente comercial. Sin embargo, es un símbolo de status. Japón sobreexplota muchos recursos marinos en alta mar, es decir, lugares que no son de nadie. Lo que caza Japón es mucho mayor que otros países”, explica Matías Crisóstomo, académico de Ing. en Gestión de Expediciones y Ecoturismo de la Universidad San Sebastián.
Las ballenas son una especie que son esenciales para la vida. Un árbol es capaz de absorber 21 kilos de CO2 durante toda su vida, mientras que la ballena, en general, secuestra alrededor de 33 toneladas de CO2.
“Es una especie fundamental. En el ámbito del secuestro de carbón, una ballena secuestra 30 mil veces lo que secuestra un árbol, entonces bastante alta la carga. Además cuando una ballena muere de manera natural se va al fondo del mar y este carbono, que acumula en su cuerpo, sirve para alimentar de carbono a los animales que viven en el fondo y no salen de ahí”, explica Crisóstomo.
“Por otro lado, con sus deposiciones que son altas en nitrógeno, hierro y fósforo genera la creación de nuevos ecosistemas porque generan la proliferación de citoplanton, generando una cadena trófica”, agrega.
Este animal tiene características que sin duda las hacen únicas. Entre ellas:
Según Greenpeace, una de las soluciones ante estos desafíos es la creación de santuarios marinos, es decir, aguas protegidas para proveer un espacio seguro a la vida marina.
La organización también plantea que es fundamental hacerse cargo de los efectos del cambio climático, la sobrepesca y la contaminación.
“Los mares bien conservados son mares ricos en ballenas y delfines. Además, las ballenas y el turismo desarrollado a su alrededor, como el avistamiento de cetáceos, se han convertido en uno de los principales ingresos económicos en muchos países y genera mayores beneficios económicos que la caza comercial”, destaca la ONG en a través de su web.