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Las huellas de las mafias albanesa y balcánica en Chile Investigación Archivo

Las huellas de las mafias albanesa y balcánica en Chile

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Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
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A la condena de 10 años de que fue objeto el exagente de inteligencia albanés Viktor Gjini, en Viña del Mar, se suman las 18 toneladas de cocaína embarcadas desde Chile por un buque tripulado por montenegrinos, y los decomisos de casi tonelada y media de drogas pertenecientes a un rumano.


Tal como informábamos ayer, en relación con el juicio realizado en Viña del Mar, en el cual terminó condenado el ciudadano albanés Viktor Gjini, Bloomberg advirtió hace pocos días respecto de la importancia que los distintos clanes albaneses han ido adquiriendo en América Latina.

En efecto, el artículo del medio estadounidense –basado en un reporte de la organización Iniciativa global contra el crimen organizado transnacional– está enfocado fundamentalmente en la expansión de estos clanes en ciudades portuarias de Ecuador, Colombia y Perú, sin mencionar a Chile, lo que a juicio de varios policías y fiscales es un error, dado que hay varios casos ya en los cuales se ha detectado la presencia de criminales albaneses en el país.

Lo anterior porque, dejando a un lado el caso de Viña, la presencia de criminales de orígenes balcánicos o de Europa del Este es pretérita y el principal ejemplo de ello es lo relativo al buque MSC Gayanne, a bordo del cual –como ha informado El Mostrador– se encontraron 18 toneladas de cocaína en el puerto de Filadelfia, luego de haber zarpado desde Coronel, en Chile. 

Según los antecedentes recopilados por la DEA, mientras el buque navegaba entre Chile y Perú fue cargado con la cocaína desde lanchas rápidas que se le aproximaron en la navegación. Todos los tripulantes eran montenegrinos, al igual que la persona que, según las autoridades norteamericanas, era el líder de la operación, el exboxeador Goran Gogic, quien actualmente enfrenta un juicio en Nueva York, tras ser detenido en 2022 en Miami. Además de las 18 toneladas, está acusado de haber enviado otras dos toneladas escondidas en un buque que zarpó desde San Antonio y en otro desde Barranquilla (Colombia).

Al respecto, el experto en crimen organizado Pablo Zeballos explica que una de las características esenciales de los clanes albaneses es que son excelentes navegantes, pero no es lo único: “Ellos se estructuran en clases familiares que se llaman Fis, que tienen subdivisiones a su vez. Segundo, son hiperjerarquizados y manejan dialectos propios, dependiendo de la provincia de origen, que se llaman Hek”.

A lo anterior, agrega el experto en inteligencia, se suma un estricto código de conducta basado en dos principios: uno se llama Kanun, y es una suerte de código de ética escrito, y el segundo, no escrito y basado en la palabra o la confianza, se denomina “Besa” o “Beja”. 

Así, para ellos, “traicionar la palabra empeñada se castiga con la muerte y eso nos lleva a otra característica que los distingue, que es la violencia extrema que tienden a ejercer, pero que está regida por los códigos antes mencionados, que impiden –por ejemplo– que a alguien que pertenece a otro clan lo asesinen en la puerta de su casa, lo que no es problema en el caso de sujetos pertenecientes a otros grupos. De hecho, hay estructuras albanesas especializadas en el sicariato, al punto que hoy en España se habla del sicariato albanés”, detalla. 

Otra característica que los distingue es que “muchos de quienes integran los clanes más importantes albaneses provienen de fuerzas militares o policiales y son especialistas en inteligencia y, por ende, saben saben vigilar, evitar la contravigilancia, los seguimientos y todo ello”, relata.

Pablo Zeballos explica que dentro de las características de los clanes albaneses sobresale, con mucho, el concepto de “hombres de honor”, que cumplen lo que prometen, a lo que se suma una hospitalidad extrema, “precepto que, además, es común a toda la diáspora albanesa. De ese modo, si un albanés que reside en otro lugar se encuentra con un compatriota suyo, tiene que recibirlo en su casa y ayudarlo, si lo necesita, como los musulmanes”.

A ello se suman los códigos de conducta y, además, una lealtad absoluta al clan, pero esto genera varios efectos. El primero es la “venganza de sangre” o gjakmarrja, que se traduce en que cualquier deslealtad o problema “se paga cuerpo con cuerpo, pero luego de ello la deuda queda saldada y todo sigue como si nada”. El segundo efecto, relata, es el precepto denominado “deuda de sangre” o Hakmarrja, que es cuando estallan verdaderas guerras entre clanes y quesolamente se termina por el exterminio de un clan por una resolución superior”.

Asimismo, indica que “la mafia albanesa es creadora del modelo de transporte de cocaína más exitoso en los últimos años, que es la vía Pacífico, a través de Ecuador. Ellos son los creadores de un modelo que ya lleva cerca de 10 años vendiendo el kilo de cocaína sin adulterar a 18 o 19 mil euros, sin variar el precio. Eso significa que se han convertido en los únicos proveedores de cocaína y todos los grupos criminales tienen que conversar con ellos. Ahora bien, se supone que esa y otras rutas las abrieron por petición de la ‘Ndrangheta, pero hoy parece ser que se quedaron con el negocio, saltándose a sus socios italianos”.

Atila de Colina 2

Hay pocos antecedentes acerca de Goran Gogic en Chile. De quien sí existen numerosos registros es de un sujeto cuyo nombre se cree que es George Dan Rusu (aunque en Chile se hacía llamar Geza Jungvirt), quien la primera vez que fue detenido en nuestro país, en 2004, declaró ser húngaro y residir en Budapest, aunque para su segunda aprehensión aseguró que era natural de Rumania.

Rusu (como lo llamaremos) fue arrestado en 2004 en medio de la “Operación Budapest”, como la bautizó la PDI, por medio de la cual este organizó un envío de más de 1.300 kilos de clorhidrato de cocaína que ingresó a Chile siguiendo la ruta Colombia, Ecuador y Perú, pero cuyo destino final era Argentina, pues se pensaba que desde allí sería enviada a Europa. El camión con la droga fue interceptado por la policía en Calama, con un total de 1.319 kilos de cocaína. 

Desde esa ciudad la idea era que un sujeto, conocido en ese momento solo por su apodo de “El Gringo”, actuaría como punta de lanza, a bordo de una camioneta, a fin de liderar el transporte de la coca desde el paso Jama hasta Buenos Aires, donde Rusu era socio de una empresa de exportación de mariscos hacia Europa. Al ser interrogado, dijo que estaba en Chile “por razones turísticas” y que en Buenos Aires tenía un socio bosnio, al que identificó como Claudio Zbecek. Tras ello, George Dan Rusu, así como un chileno y un peruano, fueron condenados a ocho años de presidio.

En la cárcel de Colina, donde lo conocían como “El Ruso” o “Atila”, se convirtió en uno de los presos más importantes y reverenciados, lo que revelaba su verdadero estatus delictivo. En 2009, Rusu fue nuevamente enjuiciado, esta vez en otra acción policial con nombre de región de Europa del Este: “La Operación Cárpatos”.

Jesús te ama

En efecto, según expusieron los fiscales del caso –Leonardo Zamora y Héctor Barros, actual Fiscal Regional Sur– la idea de Rusu era ingresar la droga a Chile y sacarla hacia Cipolletti (Neuquén) en Argentina, desde donde sería enviada a sujetos colombianos ubicados en Amsterdam (impregnada en prendas de vestir), todo ello coordinado desde Colina y financiado por Rusu y el chileno Víctor Avelino Escobar Álvarez.

Para mover la droga, Rusu mandó a comprar un vehículo al que instalaron un doble fondo y que luego se disfrazó como propio de una iglesia pentecostal de Cipolletti. De hecho, en el frontis de la van pegaron calcomanías que decían “Jesús te ama” y “no temas, Cristo está contigo”. Gracias a ello engañaron a los feligreses de una iglesia pentecostal de la ciudad, ofreciéndoles llevarlos a misionar a Bolivia con todos los gastos pagados, y así partieron a La Paz a comprar la cocaína.

Esta, por cierto, era financiada con dineros que les enviaban desde Europa a los cómplices de “Atila” en libertad en América Latina. Los pentecostales nunca supieron a qué habían ido e incluso, cuando regresaron a su ciudad, fueron felicitados por haber ido a predicar a otro país, sin saber que en un doble fondo de la van transportaron 150 kilos de cocaína.

En el juicio, Rusu dijo que cuando fue detenido en 2004 “su persona se vinculó a mafias colombianas o rusas”, pero aseveró que “la única mafia que conoce es la de las películas”. Según él, todo el dinero que manejaba se debía al hecho de que es de una familia transilvana adinerada, que poseía acciones de Siemens en Alemania y de Philips en Holanda, y que además era dueño de una inmobiliaria en Budapest. 

Pese a todo eso, reconoció que era buscado en Austria –que pidió su extradición– por varios asaltos bancarios.

En el juicio, el entonces capitán de Gendarmería Bernardo Olivares explicó que la investigación comenzó debido a que en poder de una mujer que iba a visitar a “Atila” se encontró un mail impreso escrito en forma cifrada, con mayúsculas y minúsculas, por lo cual se dio aviso a la inteligencia de Gendarmería, la que luego de revisar el documento puso el hecho en conocimiento de la Fiscalía Sur y de la PDI. 

El texto era un mail enviado el 17 de julio de 2006 a Víctor Escobar y estaba dividido en 13 puntos, algunos de ellos incomprensibles. Por ejemplo, el 4 decía textualmente: “Te das cuenta que melocotón y albaricoque no tiene desde puño y letra de koko además me cambiaste la empresa que nos entregara el producto”, mientras que el 7 rezaba “los precios pueden sufrir una baja que estaría cerca del 20% del valor entregado de puño y letra de el” (sic).

La portadora del peculiar mensaje era Inelia Cebrero, esposa de Escobar. A inicios de 2007 se efectuó un allanamiento sorpresa a las celdas de los sospechosos, el cual se repitió varios meses después, cuando algunos miembros del grupo fueron detenidos en Argentina, con 150 kilos de cocaína que habían adquirido en Bolivia y que pensaban enviar a Europa. Las detenciones se realizaron en coordinación con la policía civil chilena, pero las indagaciones en Argentina comenzaron de un modo distinto, gracias a que la DEA (Drugs Enforcement Agency) de Estados Unidos avisó sobre el tráfico internacional que se estaba produciendo.

Según explicó Olivares, “también se allanaron los baños y en uno de ellos había unos recipientes plásticos, se les quitó el agua, pero mantenían bastante peso, pues había un doble fondo donde se encontraron tres celulares, cargadores y chips”. Asimismo, detalló que “Rusu tiene conocimiento y manejo en artes marciales, constantemente practicaba acondicionamiento físico”. 

Ante ello, Gendarmería comenzó un extenso trabajo de investigación, que consideró, entre otras cosas, el seguimiento de los internos dentro del penal, por medio de cámaras, detectándose –como se aprecia en la imagen principal– cómo Rusu (de casaca marrón claro) y Escobar hacían negocios con un colombiano, en el patio de la cárcel.

El jefe de la Brigada Antinarcóticos, el entonces comisario Alex Schwarzenberg, declaró que Cebrero había viajado en dos ocasiones a Países Bajos y se movía en un auto que compró en 5 millones de pesos a Iuliana Stanuta, una rumana que era la pareja de Rusu.

El oficial también explicó que en las conversaciones telefónicas interceptadas se hablaba de 167 kilos. Del mismo modo, detalló que en ellas quedaba prístinamente reflejado que Rusu era el jefe de todos y que incluso en un audio uno de los narcos decía “que se va a reunir con los ejecutivos superiores, como en una empresa”. El CEO, por cierto, atendía en su celda los jueves (los días de visita de cárcel). 

Otra evidencia del dinero que movía “Atila”, y que relató el policía, es que “en un hecho puntual, el hijo menor de Víctor estaba de cumpleaños y fue a la visita de cárcel y Rusu le regaló 100 mil pesos”.

Como lo refleja una solicitud de diligencias realizada por el fiscal Barros al tribunal de Colina, en medio de la investigación, además se indagaban los vínculos de Rusu con un grupo de peruanos detenidos por narcotráfico en Colina 1, con los cuales planificaban internar 500 kilos de cocaína hasta Buin, desde donde la procesarían para luego enviarla a Europa por medio de San Antonio

George Dan Rusu y Víctor Escobar Álvarez fueron condenados a 15 años y un día por asociación ilícita y a otros 10 años por tráfico de drogas, junto con varias otras personas que recibieron penas menores.

Rusu debería haber terminado de cumplir sus sentencias en Chile hacia 2034, pero el año pasado se acogió al Tratado de Estrasburgo (que permite que personas de distintos países cumplan condenas en sus naciones de origen) y el 24 de mayo de 2024 fue derivado a Rumania, donde actualmente está preso en la ciudad de Cluj.

En la investigación respecto del grupo que encabezaba desde la cárcel siempre quedaron varios enigmas sin resolver, entre ellos si –como se suponía– Rusu había sido miembro de los servicios de inteligencia de la época soviética o poscaída del Muro de Berlín, como sucedía con el albanés Viktor Gjini, y cuál era su real afiliación. 

A simple vista, explica Zeballos, Rusu pertenecía más bien a la mafia de los Balcanes (que es frecuentemente subcontratada por la mafia rusa), pero también está la posibilidad de que hubiera pertenecido –indica uno de los policías que investigó el caso–a la mafia albanesa, independientemente del pasaporte que haya estado ocupando cuando cayó detenido en Chile.



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