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Robots frente al espejo humano

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¡Buenas tardes, estimados lectores y lectoras de este Universo Paralelo! 

Nunca imaginé este futuro: una máquina, al alcance de cualquiera, capaz de redactar ensayos sobre literatura, dibujar “a la manera de” cualquier artista y componer canciones que además interpreta con voces creíbles. La creación –ese territorio que dábamos por inexpugnable– se volvió un servicio cotidiano. Con muy pocas instrucciones, nos regalan páginas, lienzos y melodías.

Pero, por otro lado, no existe –al menos no al alcance de todos– una máquina que haga la cama, doble sábanas, ordene juguetes, deje la cocina impecable. Las máquinas se están apoderando de lo más interesante y entretenido, mientras nos empujan hacia lo más físico, repetitivo y aburrido.

Ahí hay una paradoja inquietante: el órgano más complejo, el cerebro, parece ser el más fácil de imitar en su fachada productiva; en cambio, el cuerpo –movimiento, sincronía, equilibrio, tacto– resulta el verdadero abismo. Aun así, las cosas comienzan a cambiar:

La verdadera revolución de la inteligencia artificial (IA) será completa el día en que una máquina doble una sábana con la misma naturalidad con que hoy escribe un soneto. En este número, dedicado a los robots, invitamos a Jorge Morales, doctor en Física, y a Óscar Loyola Valenzuela, doctor en Ciencias de la Ingeniería con mención en Automática, investigador especialista en robótica e inteligencia artificial. También nos acompañan dos conocidos de la casa: Ignacio Retamal, dentista y doctor en Ciencias, y la periodista Francisca Munita.

Gracias por acompañarnos en este número especial dedicado a la IA, la robótica y a esas máquinas que ya no solo trabajan, sino que aprenden, juegan y hasta nos sorprenden. Comenta y comparte este link y haz que más personas se contagien del asombro por una tecnología que no deja de reinventarse.

Y si este Universo Paralelo llegó por casualidad o gracias a alguien que aún cree que la curiosidad es el mejor motor –humano o artificial–, suscríbete aquí y sigamos explorando juntos el fascinante límite entre lo real y lo programado.

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CUANDO EL CORAZÓN Y EL CHIP LATEN AL MISMO RITMO

Crédito: Imagen generada por IA.

Por Jorge Morales
Doctor en Ingeniería Mecánica

Hace un tiempo escribí una columna llamada Goals of Steel. En ella relataba algo que, hace tan solo una década, habría parecido ciencia ficción: robots jugando un partido de fútbol, corriendo, pasando y hasta celebrando goles como si fueran humanos. ¿Quién lo hubiese imaginado? Sin embargo, es solo una entre los cientos de pruebas que hoy se realizan en todo el mundo para perfeccionar su interacción, su reflejo, su capacidad de anticipar. En definitiva, para hacerlos cada vez más parecidos a nosotros.

  • Vivimos en una época fascinante, donde la línea entre lo humano y lo artificial se vuelve tan difusa que casi se desvanece. La inteligencia artificial y la robótica ya no son simples herramientas: están redefiniendo nuestra manera de trabajar, de vivir, y de soñar. Como recuerdan Daniela Rus y Gregory Mone en The Heart and the Chip, la verdadera revolución no está únicamente en el avance técnico, sino también en la habilidad de las máquinas para aprender a “sentir” y comprender nuestro mundo, ampliando nuestras capacidades más allá de lo que creíamos posible.

Lo que Alec Ross anticipó en The Industries of the Future, ya está ocurriendo: quirófanos donde robots colaborativos asisten a cirujanos con una precisión que supera el pulso humano; fábricas que se reconfiguran solas en tiempo real gracias a algoritmos predictivos; campos agrícolas vigilados por enjambres de drones y robots que detectan plagas antes de que el ojo humano las vea; minas con flotas no tripuladas que mueven millones de toneladas de tierra con seguridad impecable; y, en el espacio, robots autónomos capaces de reparar satélites en plena órbita.

  • En este impulso global, universidades como el MIT, Harvard, Johns Hopkins o ETH, solo por nombrar algunas, llevan la delantera. Por ejemplo, en MIT, su trabajo desde el 2010 en robots tipo origamis reconfigurables capaces de plegarse en formas arbitrarias e interactuar con bacterias o, recientemente, en soft robotics, ha dado vida a máquinas blandas, inspiradas en la flexibilidad de los pulpos, capaces de desenvolverse en entornos extremos donde los robots rígidos fracasarían. Y la incorporación de IA generativa les permite aprender tareas nuevas con apenas unas demostraciones –tal como lo hacemos nosotros–.

Este futuro no es un simple despliegue de cables, sensores y códigos. Es un puente entre creatividad y tecnología. Un recordatorio de que, en cada chip y cada línea de código, late algo profundamente humano: nuestra curiosidad por mejorar el mundo.

  • La robótica con IA no viene a sustituirnos, sino a expandirnos. A regalarnos un mañana donde el ingenio humano y la precisión de las máquinas se entrelacen para multiplicar las posibilidades de lo que podemos lograr.

“La tecnología, cuando late al ritmo del corazón humano, no solo cambia el mundo: lo expande hasta donde alcanza nuestra imaginación”.

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EL SILENCIO DE LOS AUTÓMATAS

Crédito: Imagen generada por IA.

Por Oscar Loyola Valenzuela
Doctor en Ciencias de la Ingeniería mención en Automática

La primera vez que dejé un robot encendido en mi laboratorio durante la noche, lo encontré a la mañana siguiente exactamente igual: inmóvil, en espera. No había intentado explorar ni probado algo nuevo, tampoco había cometido errores. Solo aguardaba la siguiente instrucción, obedeciendo el algoritmo para el que había sido programado.

  • En ese momento recordé algo obvio, pero fácil de olvidar cuando vemos a las máquinas ejecutar tareas complejas o comportamientos que llamamos “inteligentes”: los robots no actúan por iniciativa propia.No sienten curiosidad, no improvisan. Su silencio no es calma; es ausencia de intención.

En robótica cognitiva diseñamos algoritmos para imitar ciertas capacidades humanas: aprender, adaptarse, tomar decisiones. Y, sin embargo, por más que un robot se “adapte” a un cambio en su entorno, lo hace dentro de un marco que nosotros definimos. Lo que parece creatividad es solo la consecuencia lógica de esos límites.

  • Es común, cuando observamos a una máquina en proceso, escuchar o pensar: “Déjalo, está pensando”. La frase surge de forma natural, como si esa pausa fuera un indicio de reflexión interna. En realidad, no hay pensamiento. El robot sigue bucles, ajusta parámetros y responde a patrones predefinidos. Este impulso de atribuirle intenciones humanas revela algo sobre nosotros: necesitamos ver humanidad en aquello que hemos creado.

Esta tendencia a antropomorfizar –dar características humanas a lo no humano– no es un error ingenuo; es un mecanismo profundamente arraigado en nuestra especie. Tal vez lo hacemos porque nos resulta más fácil comprender y vincularnos con algo que creemos que “siente” o “piensa” como nosotros. En el fondo, no describimos a la máquina, sino que proyectamos en ella nuestra propia forma de estar en el mundo.

  • En ese contexto, pensar en el “corazón” de un robot –su controlador– y en la algorítmica que lo impulsa, es adentrarse en una arquitectura mental diseñada por otros. Los algoritmos que lo mueven no son ideas propias, sino secuencias lógicas codificadas para guiar cada acción. Un robot no decide encenderse por sí mismo ni elegir un objetivo al azar: todo lo que hace obedece a estructuras como máquinas de estados, redes neuronales o planificadores, que operan bajo reglas matemáticamente predefinidas.
  • Incluso cuando hablamos de aprendizaje automático, ese “aprender” es siempre acotado: el robot solo descubre patrones dentro del rango que le hemos permitido explorar, un mundo que nosotros mismos limitamos para que pueda interpretarlo.

Así, lo que llamamos “comportamiento” en un autómata es, en realidad, la ejecución precisa de un guion invisible que nosotros escribimos. Son, si se quiere, pensamientos prestados y limitados, diseñados para servir a un propósito concreto, no para existir por sí mismos.

Históricamente, el concepto de “robot” apareció en 1920 en la obra de teatro R.U.R. (Rossum’s Universal Robots), escrita por Karel Čapek. Desde entonces, la idea de autómatas capaces de trabajar para los humanos ha evolucionado hasta fusionarse con tecnologías avanzadas de inteligencia artificial. Sin embargo, aunque cada generación de robots se acerca más a gestos y comportamientos que nos resultan familiares, la distancia entre su naturaleza programada y nuestra complejidad biológica sigue siendo infranqueable. Buscamos dotarlos de ese toque humano que nos gusta y nos asombra, pero al mismo tiempo nos empeñamos en marcar la frontera que nos separa.

  • La diferencia, sin embargo, sigue siendo abismal. Cuando observamos a un humano en reposo, sabemos que su mente sigue activa: recuerda, imagina, sueña o incluso se pierde en pensamientos sin rumbo. Un robot en reposo simplemente espera. No formula preguntas ni inventa escenarios; no se pregunta por qué existe ni qué podría hacer si estuviera libre de órdenes.

Quizá ahí resida la distinción fundamental: mientras nosotros necesitamos crear, explorar o soñar para existir, los robots solo existen cuando les decimos qué hacer. El resto del tiempo, permanecen en ese silencio perfecto que no es paz, sino la quietud de lo inanimado. Un silencio que, paradójicamente, dice mucho sobre lo que nos separa y sobre lo que, inevitablemente, seguiremos intentando replicar.

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NOTICIAS: LA SEMANA EN CIENCIA

Crédito: ESA/Webb (NASA, ESA, CSA, STScI, R. Hurt – Caltech/IPAC), Creative Commons Attribution 4.0.

Imagen conceptual de un planeta gigante orbitando Alpha Centauri A.

Por Francisca Munita
Periodista

¡Esta semana la ciencia vino con bisturí, telescopio y un par de sorpresas bajo la manga!
Un láser de rayos X rompió récords de velocidad cuántica, un exoplaneta abrió los ojos a más de un astrónomo, y unos huesos humanos mordidos en España revelaron un secreto milenario que nadie pidió saber durante el almuerzo.

¿Listo para mirar el mundo con otra luz? Porque, a veces, la curiosidad no mata al gato: lo vuelve más inteligente.

  • ¿Un planeta gigante en la estrella más cercana?

El telescopio espacial James Webb encontró evidencia de un posible planeta en Alpha Centauri A, el sistema estelar más cercano al Sol. Se trataría de un mundo gigante, al menos del tamaño de Neptuno, que orbita una estrella muy parecida a la nuestra. Aunque aún debe confirmarse, este hallazgo marcaría un gran paso en la búsqueda de vida fuera del sistema solar, ya que se trataría del exoplaneta más cercano descubierto hasta ahora.
Dato curioso: gracias a una técnica de coronografía térmica, el Webb logró “ocultar” el brillo de la estrella para observar lo que hay a su alrededor, como si taparas el sol con una mano para ver quién viene por el camino.
Publicado el 8 de agosto.  Conoce más AQUÍ.

  • Rastros de canibalismo en una cueva antigua

Arqueólogos encontraron en Atapuerca, España, restos de 11 personas de hace 5.700 años con marcas de cortes, quemaduras y mordidas, prueba de que fueron cocinadas y consumidas. Este hallazgo en la Cueva de El Toro nos muestra un pasado brutal, donde el canibalismo pudo ser un ritual o una forma de sobrevivir en tiempos duros. Descubrimientos como este nos ayudan a entender cómo vivían y pensaban nuestros antepasados, revelando un lado oscuro de la humanidad.
Dato curioso: los huesos encontrados tienen marcas tan precisas que los arqueólogos creen que usaban herramientas de piedra afiladas como bisturíes modernos.
Publicado el 10 de agosto.  Conoce más AQUÍ.

  • Rayos X a velocidad cuántica

El Laboratorio Nacional SLAC (EE.UU.) lanzó el nuevo sistema LCLS-II, un conjunto de láseres de rayos X ultrarrápidos que permite captar imágenes de procesos atómicos con una precisión sin precedentes. Es 8 mil veces más rápido y 10 mil veces más brillante que su antecesor, capaz de “filmar” reacciones químicas, plegamientos de proteínas o el comportamiento de materiales en tiempo real.
Este avance abre una nueva era para la ciencia de precisión, donde ya no se trata de mirar lo invisible, sino de capturar lo fugaz.
Dato curioso: los pulsos de luz duran femtosegundos (una milbillonésima parte de un segundo), más rápido que el parpadeo de un átomo.
Publicado el 9 de agosto.  Conoce más AQUÍ.

  • Ultraprocesados y cáncer de pulmón en no fumadores

Un estudio publicado en la revista Thorax asoció el consumo elevado de alimentos ultraprocesados con un mayor riesgo de cáncer de pulmón, incluso entre quienes nunca han fumado. Tras analizar los datos de más de 400 mil personas en Reino Unido, los investigadores observaron que este tipo de dieta mantenía su vínculo con el cáncer aun controlando otros factores, como el ejercicio, el peso o la exposición ambiental. Aunque no prueba una relación directa, plantea preguntas sobre los mecanismos biológicos implicados, como la inflamación crónica o los aditivos químicos.
Dato curioso: los productos más asociados al riesgo fueron cereales azucarados, snacks, embutidos y comidas listas para calentar.
Publicado el 7 de agosto. Conoce más AQUÍ.

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LA IMAGEN DE LA SEMANA

Crédito: Light-Sheet Imaging, Universidad Mayor.

Por Camilo Sánchez
Geólogo

ROBOTS INSPIRADOS POR LA NATURALEZA: LOS OJOS DE LA MANTIS

En la naturaleza, los organismos se adaptan a las condiciones del entorno para aumentar sus posibilidades de sobrevivir, por más desfavorables que estas puedan parecer para otras especies. Así encontramos vida en ambientes extremos o animales que migran según la estacionalidad del año.

  • Esto fue reconocido por Charles Darwin, quien señaló que los organismos con variaciones favorables tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse, en un proceso que denominó selección natural. Para Darwin, estas variaciones eran resultado de procesos evolutivos acumulativos: “Es la naturaleza la que selecciona aquellas características que favorecen la supervivencia”, escribió. Hoy, esta lógica evolutiva inspira a investigadores de todo el mundo para diseñar y optimizar sistemas robóticos.

El estudio de la naturaleza ha inspirado a artistas, músicos y, más recientemente, a ingenieros y científicos que desarrollan lo que se conoce como mímesis robótica.

La mímesis robótica es el diseño y construcción de robots inspirados en las soluciones que han desarrollado los seres vivos para adaptarse al entorno.

  • La imagen de esta semana en Universo Paralelorepresenta precisamente eso: un diseño robótico inspirado en la visión de la mantis religiosa. La fotografía fue obtenida por un equipo del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Computación de la Universidad de Virginia, Estados Unidos, que desarrolló un ojo robótico biomimético que imita su visión.

A diferencia de otros insectos, la mantis religiosa posee visión tridimensional sin necesidad de moverse. Esto es posible gracias a que, al igual que los humanos, tiene un campo visual superpuesto en ambos ojos, lo que le permite comparar imágenes desde dos ángulos distintos, percibir profundidad y calcular distancias con precisión para cazar a sus presas.

  • La imagen muestra un prototipo de ojo robótico artificial compuesto, en el que múltiples sensores simulan los “ojos” de la mantis. Cada sensor procesa la información visual de forma independiente y, luego, los datos se combinan para reconstruir una imagen 3D del entorno.

Según sus creadores, este avance podría mejorar los sistemas de percepción de movimiento en vehículos, drones, cámaras inteligentes y otros robots.

Así, la robótica vuelve la mirada a la naturaleza para aprender de ella: no como una simple copia, sino como una exploración del resultado de millones de años de evolución y adaptación al entorno.

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BREVES PARALELAS

Crédito: Leemurz, Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0

Ai-Da junto a su autorretrato: la “robot artista” lo creó sin consciencia de sí misma. Otra de sus obras, “AI God” (un retrato de Alan Turing), se vendió en Sotheby’s por más de 1 millón de dólares.

Por Francisca Munita
Periodista

EL AUTORRETRATO DE AI-DA: ¿CÓMO PUDO RECONOCERSE?

Ai-Da fue creada como artista. No para copiar como una impresora, sino como un experimento estético y filosófico: ¿puede una máquina hacer arte? El trazo de esta robot humanoide es fragmentado, frío, casi mecánico. Paradójicamente, estos rasgos fueron interpretados como expresivos por muchos e, incluso, poéticos por algunos. Pero lo más desconcertante vino cuando hizo algo impensado: un autorretrato.

  • La imagen era inquietante. Era su perfecto reflejo artístico, pero ¿cómo supo interpretarse a sí misma? ¿Cuándo se había visto? ¿Sabía que era ella? ¿Puede un robot representarse sin tener consciencia de quién es?
  • La respuesta corta: sí, técnicamente. Ai-Da tiene cámaras en los ojos. Al enfrentarse a un espejo, capta una imagen, la procesa como cualquier otra figura y traza líneas con su brazo robótico. Pero no sabe que está dibujando a “Ai-Da”. No siente, no elige. Solo ejecuta.

¿Se puede llamar “arte” a algo creado sin sentimiento ni intención? La respuesta no es tajante. Para algunos, el arte nace de la expresión de quien crea. Para otros, surge en la interpretación de quien observa. Y hay quienes creen que solo existe cuando ambas cosas se cruzan. ¿Qué piensas tú?

TE OBSERVA, LUEGO EXISTE

  • Aibo: el perro que no deja pelos (ni culpas)

Tiene cámara en la nariz, sensores táctiles, reconocimiento facial y de voz. Aprende rutinas, detecta a su “dueño” y responde a emociones, ajustando su comportamiento si estás triste, alegre o rabioso. Ladra, mueve la cola, pide atención y, según Sony, desarrolla una “personalidad” propia con el tiempo, gracias a su IA “afectiva”.

Es Aibo, el robot-perro doméstico. No muerde, no se escapa a la calle ni deja pelos en el sillón. Ojalá hubiera existido cuando chica: me habría ahorrado los gritos de mi mamá cuando el mío, de los de la vieja escuela (de carne y hueso), se robó la comida (en varias ocasiones), se comió sus zapatos nuevos (menos mal fue solo una vez) y dejaba un regalito en la alfombra justo antes de que llegaran visitas (esto sí era pan de todos los días). Pero Aibo no huele, no babea y no muere. Solo actualiza su sistema operativo.
Sony Aibo sitio oficial


La aspiradora que siente tu furia (y tu pena)

Roomba j7+ es la aspiradora que detecta tu presencia. No es que tenga emociones, pero casi. Memoriza la disposición de los muebles, reconoce obstáculos y tus rutinas. Si un día te levantaste más temprano, caminaste más fuerte o no abriste las cortinas, también lo nota.

Y, como buena observadora (tal vez piense “ya anda enyegüecida”), ajusta su ruta, evita estorbar y limpia sin estresarte más de lo que ya estás.

Eso sí: no juzga, no pregunta, y jamás te responde con ese frasecita pasivo-agresiva, “calma, tranquila”, que termina convirtiendo tu chispa de enojo en una bomba nuclear. Solo se aleja discretamente del pasillo donde estás caminando como rinoceronte. ¿No es para amarla?

La tecnología domótica ya permite que varios dispositivos crucen datos y empiecen a “inferir” tu estado anímico. ¿Para cuidarte? ¿Para decidir si te mereces un piso brillante? Por ahora, solo limpia. Pero cada día te conoce un poquito más.
iRobot


Alguien te mira

Los refrigeradores inteligentes ya no solo enfrían. Registran cuántas veces los abres, a qué hora, cuánto tiempo te quedas mirando sin decidir, qué miras sin tocar y si volviste a abrirlo solo “por si acaso apareció algo nuevo”.

Modelos como los de Samsung tienen cámaras internas, historial de consumo y sensores que detectan tus patrones. Con esa información pueden recomendarte cambios nutricionales, avisarte si repites mucho un alimento o sugerirte comprar lo que se está acabando.

Todo muy útil, hasta que empieza a parecer que “te están juzgando”. Ese mismo rol que tenía tu mamá, tu hija, tu amiga o tu pareja, ahora lo cumple un electrodoméstico con conexión wifi. Pero no te reta, no opina, solo te manda una alerta y actualiza el inventario de lo que necesitas. Aunque ahora tu conciencia ya no es la única testigo de tus antojos nocturnos.
Samsung Newsroom

Esto es solo el principio: hay robots que se adaptan a tu rutina para ayudarte a vivir mejor. También existen mascotas terapéuticas robotizadas para acompañar a personas con alzhéimer o autismo. Y lo más inquietante: no necesitan entender cómo te sientes, solo seguir patrones.

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RECOMENDACIÓN: UN VIAJE AL CORAZÓN DE LA MÁQUINA

Crédito: Imagen generada por IA.

Por Ignacio Retamal
Dentista y doctor en Ciencias

Las historias sobre robots nos han acompañado desde las primeras páginas de la ciencia ficción, pero la conversación no puede ni debe limitarse a los grandes clásicos. Si bien obras como Blade Runner o El hombre bicentenario cimentaron el género, el cine contemporáneo sigue explorando la robótica con una profundidad y una audacia que merecen ser celebradas.

Olvídate por un momento de los replicantes y las leyes de la robótica de Asimov. Hay un nuevo trío de películas que nos invita a reflexionar sobre la conciencia, la guerra y la identidad, a través de una poderosa combinación de narrativa, estética visual y, sobre todo, una banda sonora que lo eleva todo a un nivel superior.

  • Ex Machina (2014)

Si la inteligencia artificial pudiese seducir, lo haría como Ava. Alex Garland, con la precisión de un cirujano y la malicia de un novelista gótico, construye un thriller psicológico que se siente como la versión cinematográfica de una novela de ficción de cámara. No hay grandes batallas ni persecuciones, solo una casa, tres personajes y una pregunta que se clava en la mente: ¿quién manipula a quién?

Es un duelo de intelectos donde la banda sonora de Geoff Barrow y Ben Salisbury no solo acompaña, sino que se convierte en otro personaje. Sus sonidos electrónicos minimalistas y opresivos crean una atmósfera de inquietud y misterio, recordándonos que el peligro no está en las explosiones, sino en el silencio de una mente artificial que aprende a jugar con las emociones humanas.

  • The Creator (2023)

En un panorama cinematográfico dominado por las franquicias, Gareth Edwards nos regala una ópera espacial con un corazón de ciencia ficción clásica. The Creator no rehúye las grandes preguntas, sino que las abraza. La guerra entre humanos y la inteligencia artificial se convierte en un telón de fondo para una historia íntima sobre la familia, la coexistencia y la redención.

La película tiene el espíritu de las epopeyas literarias de posguerra, donde los personajes se ven obligados a navegar por paisajes devastados, buscando un ideal de paz en un mundo roto. Y si la imagen es grandiosa, la música de Hans Zimmer lo es aún más. El compositor construye una banda sonora épica y emotiva que mezcla los coros angelicales con la percusión marcial, elevando cada escena y dándole un peso emocional que resuena mucho después de que los créditos han terminado.

  • Mars Express (2023)

Una película para todos los que crecieron leyendo novelas cyberpunk y admirando la estética del film noir, esta joya de la animación francesa es un auténtico regalo. Mars Express es una historia de detectives en un futuro sucio y lluvioso, donde los androides caminan por las calles y la tecnología ha difuminado la línea entre lo orgánico y lo sintético.

La trama, intrincada y llena de giros, nos recuerda que las mejores historias de detectives son, en esencia, exploraciones de la condición humana, incluso cuando la mitad de los personajes no lo son. La banda sonora de Evgueni y Sacha Galperine es la pieza final de este rompecabezas. Sus melodías de jazz futurista nos transportan a un club nocturno en una colonia marciana, con saxofones melancólicos que nos hacen pensar en la soledad, el arrepentimiento y los secretos que se ocultan en las sombras de una ciudad sin sol.

Este trío de películas demuestra que el cine de robots está más vivo que nunca, y que la conversación sobre la inteligencia artificial y el futuro no se limita a un par de nombres legendarios. Es un género que sigue evolucionando y estas tres obras son la prueba de ello. ¿Por dónde empezarás tu viaje al corazón de la máquina?


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 Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.

  • Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola ArévaloFrancisco Crespo, Francisca Munita, Ignacio Retamal, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.

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