Mentiras virales, verdades científica
¡Buenas tardes, estimados lectores y lectoras de este Universo Paralelo!
Mañana se celebra el Día Nacional de la Ciencia en Chile, lo que es una buena justificación para hablar de la importancia de esta práctica, de su valor social y económico.
La ciencia no es solo un gran cuerpo de conocimientos sobre el mundo natural. Es –mucho más importante– una actitud frente a este. Una que nos empuja a luchar contra nuestros sesgos y abrazar la naturaleza con nuestra mente. Es principalmente un instinto, una pulsión que define como pocas la naturaleza humana.
Uno de los temas centrales de esta edición es, por lo mismo, la desinformación, tan en boga por estos días en que podemos hasta crear videos con entrevistas que jamás tuvieron lugar.
La ciencia es el mejor antídoto contra la desinformación. Pero no la ciencia como compendio de información. Nadie puede saber de todo. Es, de nuevo, la actitud frente a lo que observamos, la administración virtuosa de esa delgada línea entre el escepticismo y la confianza que nos permite hacernos una buena idea de lo que está pasando más allá de lo que observamos directamente.
Es por lo que resulta extraño que la ciencia esté tan ausente del debate público a poco tiempo de que elijamos al futuro Presidente o la futura Presidenta de Chile. Solo una queja que se repite como un eco lejano: Chile destina el 0,39% del PIB en investigación y desarrollo (I+D), comparado con el 2,72% que promedia la OCDE y el 3,48% de potencias como EE.UU.
Usualmente el precario número que ostenta Chile es utilizado por la academia como un llamado de auxilio para mejorar las condiciones en que se realiza investigación. Pero si tomamos una actitud más científica, prontamente nos damos cuenta de que el problema fundamental, el Big Bang de la crisis de financiamiento de la actividad, está lejos de los laboratorios y aulas universitarias. Veamos:
- El 78% de lo que EE.UU. destina a I+D lo aporta la industria, frente al 10% que aportan las universidades.
- En Chile, universidades e industria aportan 42% cada una.
Esto significa que, si bien Estados Unidos contribuye casi 9 veces, en porcentaje del PIB, a lo que contribuye Chile en investigación y desarrollo, cuando hablamos solo de la actividad universitaria este número baja a 2,4.
- No es fácil cambiar esta realidad directamente desde el Estado cuando el porcentaje de personas con doctorado en la población estadounidense es unas 10 veces mayor que la de Chile, y son precisamente ellos los principales responsables del desarrollo de ciencia en las universidades.
Ahora bien, si nos concentramos en la industria y, más particularmente, en la industria manufacturera, vemos una realidad alarmante. El porcentaje del PIB que destina Chile a I+D desde esta industria es de 0,038%, frente al 1,47% de EE. UU. Es decir, aquí la diferencia es de casi 40 veces.
La precaria situación de nuestra industria manufacturera en el desarrollo de productos originales, novedosos, basados en ciencia es la madre del cordero. Allí están los bueyes que tiran del resto del ecosistema de I+D. El problema no solo se combate con financiamiento, porque es un problema cultural profundo, que nos persigue a lo largo de la historia, coronado con el cierre de las salitreras a raíz del desarrollo del Proceso Haber-Bosch en Alemania en 1913.
- El fomento del instinto y la cultura científica, el fortalecimiento de la confianza yla comunicación entre la academia, el Estado, la industria y la sociedad, la alfabetización científica, son parte de lo que puede cambiar la situación de nuestra ciencia de raíz.
Para profundizar en esto, les cuento que este 6 de octubre a las 18:00 hrs, en la Universidad Mayor, y con El Mostrador como media partner, tendremos la tercera versión de “Puentes para la Innovación”, en donde un panel de lujo discutirá sobre estos temas. Pueden inscribirse gratuitamente aquí.
Los dejo ahora con algunas miradas sobre la ciencia y la desinformación. En este número nos acompañan el doctor en Ciencias Ignacio Retamal; el antropólogo social Francisco Crespo; el geólogo Camilo Sánchez; y la periodista Francisca Munita.
Gracias por estar con nosotros en esta edición de Universo Paralelo, donde la ciencia se cruza con relatos que iluminan, pero también con falsedades que confunden.
Comenta y comparte este link. Y si este Universo Paralelo te llegó gracias a alguien que sabe que la ciencia es también un antídoto contra la desinformación, inscríbete aquí y sigamos buscando juntos esas preguntas que nos ayudan a ver con más claridad lo que realmente importa.
LA FIEBRE DE LA DESINFORMACIÓN: ¿TENEMOS LOS CIENTÍFICOS LA CULPA?

Crédito: René Magritte (Bélgica). La reproduction interdite, 1937.

Hace poco, una afirmación resurgió en el debate público con la fuerza de un virus: la idea de que tomar paracetamol durante el embarazo causa autismo.Impulsada por figuras políticas y amplificada por la maquinaria de las redes sociales, esta aseveración, que carece de evidencia científica sólida, se propagó como la pólvora, generando miedo y confusión. La reacción instintiva de la comunidad científica es atrincherarse, denunciar la ignorancia y culpar a los mercaderes de la duda. Pero esta defensa, aunque comprensible, es peligrosamente incompleta.
- Debemos hacernos una pregunta incómoda: ¿por qué este tipo de desinformación encuentra un terreno tan fértil? La respuesta, en parte, está en nosotros, los científicos, que hemos contribuido a erosionar la confianza que ahora reclamamos. Durante décadas, nos hemos encerrado en nuestras torres de marfil, hablando un lenguaje críptico y distanciándonos de las preocupaciones de la gente de a pie. Creímos que la objetividad de nuestros métodos nos hacía inmunes al descrédito. Estábamos equivocados.
El problema no es solo que existan actores externos que atacan la ciencia para obtener réditos políticos. El problema es que esos ataques explotan debilidades que nosotros mismos hemos creado. Cuando el público ve que un mismo paciente puede recibir diagnósticos y tratamientos radicalmente distintos dependiendo del médico que le toque en suerte –un fenómeno que el Premio Nobel Daniel Kahneman llama “ruido”–, su confianza en el sistema se resquebraja. Cuando los titulares de los periódicos anuncian un día que el café es la cura para todo y al siguiente que es un veneno mortal, basándose en estudios preliminares y malinterpretados, generamos un escepticismo justificado.
- Esta inconsistencia es nuestra herida autoinfligida. Hemos permitido que la presión por publicar transforme la búsqueda socrática de la verdad en una especie de sofistería moderna. Como los sofistas que Platón criticaba en sus diálogos, a veces parece que nos importa más ganar la discusión –asegurar la financiación, obtener la publicación en una revista de renombre– que llegar a la verdad. Esto nos lleva a sobredimensionar hallazgos espectaculares, pero metodológicamente débiles.
El caso del paracetamol y el autismo es un ejemplo de libro. Se basa en la confusión de un principio básico que repetimos como un mantra, pero que a menudo ignoramos en la práctica: la asociación no implica causalidad. Como explican Carl T. Bergstrom y Jevin D. West en su libro Calling Bullshit, es increíblemente fácil generar este tipo de “patrañas” cuantitativas y endiabladamente difícil refutarlas una vez que han capturado la imaginación del público. Se presenta una correlación estadística, se viste con lenguaje científico y se lanza al mundo. La carga de la prueba recae entonces en quienes deben demostrar la ausencia de un vínculo, una tarea mucho más compleja y menos llamativa.
- Nuestra responsabilidad va más allá de simplemente “hacer buena ciencia”. Implica entender que los datos no hablan por sí solos. Como insiste la epidemióloga social Nancy Krieger, los datos deben ser interpretados dentro de un contexto social e histórico. Sin una teoría que los sustente, los números pueden ser usados para justificar casi cualquier cosa. La ciencia no es una colección de hechos aislados, sino un proceso de razonamiento riguroso.
Entonces, ¿qué hacemos? La solución no es simplemente mejorar nuestras campañas de comunicación. No se trata de “vender” mejor la ciencia. Se trata de reformarla desde dentro.
- Primero: debemos bajar de la torre. Necesitamos comunicarnos con el público de manera honesta y transparente, admitiendo la incertidumbre inherente a nuestro trabajo. La humildad socrática –el reconocimiento de nuestra propia ignorancia– es más necesaria que nunca.
Segundo: debemos ser guardianes mucho más estrictos de nuestra propia casa. Esto significa reformar los incentivos institucionales que premian la cantidad sobre la calidad y el sensacionalismo sobre el rigor. Necesitamos sistemas de revisión por pares que sean más robustos y menos susceptibles a sesgos ideológicos o de grupo.
- Finalmente, debemos educar, no solo informar. Enseñar a la sociedad a pensar críticamente sobre la evidencia, a diferenciar la causalidad de la correlación y a detectar las “patrañas” vestidas de datos es nuestra mejor defensa a largo plazo.
La desinformación sobre el paracetamol no es un ataque aislado; es un síntoma de una enfermedad más profunda. Y parte del tratamiento debe ser una dosis de autocrítica. La confianza del público no es un derecho que podamos exigir, sino un privilegio que debemos ganar cada día, no solo con la calidad de nuestra evidencia, sino con la integridad de nuestras prácticas y nuestra disposición a dialogar con el mundo al que servimos. La lucha contra la fiebre de la desinformación empieza en nuestros propios laboratorios, en nuestras aulas y, sobre todo, en nuestro propio espejo.
HACIA UNA ANTROPOLOGÍA DE LA DESINFORMACIÓN

Crédito: Imagen generada por IA.

Los seres humanos somos una especie narrativa. El relato ocupa una función central en la construcción de nuestra sociedad y ha coevolucionado con nuestra biología. A esto en antropología se le denomina coevolución cultural y plantea que, como los genes transmiten información biológica, la cultura es portadora de información cultural. Existe debate sobre los méritos de esta propuesta, pero, en resumen, formamos el mundo a través de narraciones que contamos sobre el mismo. Y la ciencia es uno de los relatos más recientes y poderosos.
Naturalmente, si decimos “la ciencia es un relato”, esto desata la ira de los científicos: “La ciencia está compuesta de hechos, no de historias”. Y esto es, sin duda, correcto. El objetivo no es relativizar la sustancia misma de la ciencia, sino explorar cómo esta se constituye como un hecho social. Dicho en palabras mucho más simples: del modelo en la simulación al discurso público hay un proceso de transformación, y la antropología tiene herramientas que pueden ayudar a comprenderlo.
En el artículo de 2022 de Maxime Polleri “Hacia una Antropología de la Desinformación”, el autor plantea que, más que mitos que deben ser “desmentidos”, las fake news y desinformación deben ser tratadas como señales culturales.
- Las señales culturales revelan ansiedades sociales, relaciones de poder y formas de construcción de confianza.
Más que la dicotomía “verdad/mentira”, una señal cultural nos da acceso a las preocupaciones centrales de una sociedad, puesto que solo mentimos de manera compulsiva y creemos mentiras, de manera ingenua, sobre cosas que nos preocupan, nos aterran o nos competen emocionalmente. Durante siglos los antropólogos estudiamos la magia, hechicería y los mitos desde estas perspectivas.
Pero dejemos de lado la abstracción: ¿de qué hablamos cuando hablamos de una antropología de la desinformación? Para Polleri la respuesta es clara. Hablamos de estudiar tres aspectos clave:
- El contenido: lo que se está diciendo (da igual si es “verdad” o “mentira”).
- Los usuarios: que son las personas a las cuales va dirigido dicho contenido.
- Las redes: que son las rutas mediante las cuales se difunden los contenidos, no solo las tecnologías que se usan, sino cómo este contenido se mueve a través de grupos sociales.
Estos son los tres desafíos para las ciencias sociales del siglo XXI de cara a la crisis de desinformación, pero –aunque a regañadientes– también son los desafíos para las instituciones promotoras de la ciencia y los científicos, en un entorno en que la ciencia por sí misma ya no puede legitimar su derecho a la verdad solamente en su contenido, sino que debe recurrir a fuentes externas de legitimidad.
Porque no sacamos nada con “corregir” e “informar”, cuando la gente no cree ni en los correctores ni en los informadores.
NOTICIAS: LA SEMANA EN CIENCIA

Crédito: NASA.
El Falcon 9, con tres misiones para estudiar cómo el Sol afecta al espacio y la Tierra, despega desde el Centro Espacial Kennedy de la NASA en Florida el miércoles 24 de septiembre de 2025.

Del laboratorio al espacio, esta semana las noticias científicas nos sacuden con avances que cambian la medicina, la tecnología y nuestra mirada al cosmos. Óvulos creados a partir de células de la piel, una terapia que frena el Huntington, un robot que realiza la intubación sin asistencia humana y tres misiones de la NASA para vigilar el clima espacial nos recuerdan que el conocimiento no se detiene.
- Óvulos creados desde la piel: la biología rompe fronteras
Científicos de la Oregon Health & Science University lograron transformar células de la piel humana en óvulos, un avance que podría revolucionar la fertilidad y abrir la posibilidad de que mujeres sin óvulos funcionales, e incluso parejas del mismo sexo, puedan concebir en el futuro. Aunque aún hay obstáculos (como anomalías cromosómicas), la prueba de concepto ya es histórica. Es un paso ético y técnico enorme hacia la “gametogénesis in vitro” (IVG), con pruebas en humanos que muestran óvulos viables fertilizables en lab.
Dato curioso: el proceso se inspiró en técnicas usadas antes para clonar ovejas como Dolly, pero esta vez aplicado a la esperanza de nuevas vidas humanas.
Publicado el 30 de septiembre de 2025. Conoce MÁS.
- Primera terapia génica que frena el Huntington
El tratamiento experimental AMT-130 demostró por primera vez ralentizar la progresión de la enfermedad de Huntington en humanos. Pacientes que recibieron la dosis más alta tuvieron 75% menos deterioro y mejoría en biomarcadores cerebrales. Es la primera terapia genética que modifica el curso de esta enfermedad neurodegenerativa y pavimenta el camino para tratamientos en alzhéimer o párkinson.
Dato curioso: la enfermedad fue descrita por primera vez en 1872 y, desde entonces, no existía ningún tratamiento capaz de frenar su avance. Hasta ahora.
Publicado el 25 de septiembre de 2025. Conoce MÁS.
- Robot blando autónomo para intubación en vías respiratorias humanas
Ingenieros desarrollaron un robot flexible capaz de navegar por la tráquea humana y realizar una intubación más rápido que un experto. La máquina se guía sola, usando sensores y un diseño blando que evita dañar tejidos. Una herramienta que podría salvar vidas en emergencias sin especialistas presentes. De hecho, reduce fallos en intubaciones de emergencia (que matan en minutos por hipoxia), logrando éxito en el 96% de los intentos con solo 5 minutos de entrenamiento. Ideal para paramédicos o zonas remotas, democratizando cuidados críticos.
Dato curioso: su movimiento recuerda más a un gusano que a un robot tradicional, mostrando cómo la naturaleza inspira soluciones médicas futuristas.
Publicado el 18 de septiembre de 2025. Conoce MÁS.
- Tres misiones para vigilar el clima espacial
La NASA lanzó, en un mismo Falcon 9, tres misiones (IMAP, CGO y SWFO-L1) para estudiar la actividad solar, partículas interestelares y la geocorona terrestre. Estos datos serán clave para proteger satélites, redes eléctricas y misiones Artemis frente a tormentas solares, que causan blackouts globales. IMAP mapeará la heliosfera, CGO estudiará la geocorona y SWFO-L1 dará alertas 24/7. Las misiones lograrán un impacto directo en las comunicaciones y la exploración lunar.
Dato curioso: la “geocorona” que observará el CGO es una nube de hidrógeno que rodea la Tierra, ¡y se extiende más allá de la órbita lunar!
Publicado el 24 de septiembre. Conoce MÁS.
ÓRBITAS PARALELAS
Hidrogel libera fármacos para la artritis en tiempo real
Un equipo de Cambridge creó un material inteligente capaz de detectar los cambios de acidez durante un brote de artritis y liberar antiinflamatorios directamente en la articulación. La innovación reduce el dolor, evita inyecciones frecuentes y abre la puerta a terapias personalizadas para enfermedades inflamatorias crónicas.
Más información.
La Tierra se estabilizó en solo 3 millones de años
El análisis de meteoritos reveló que los elementos clave de nuestro planeta, como oxígeno y silicio, se fijaron rápidamente tras el nacimiento del sistema solar. Este hallazgo explica por qué la Tierra fue habitable tan pronto y redefine cómo buscamos mundos con condiciones similares en exoplanetas.
Más información.
LA IMAGEN DE LA SEMANA

Earthrise, la primera fotografía a color de la Tierra tomada desde el espacio en 1968. Crédito: NASA.

Fake news y el desarrollo científico
Señoras y señores, les presentamos el último boletín de Intercontinental Radio News. Desde Toronto, el profesor Morse, de la Universidad de McGill, informa que ha observado un total de tres explosiones en el planeta Marte.
- Este fragmento corresponde a la emisión del radioteatro La guerra de los mundos, transmitido por la cadena CBS en 1938 y dirigido por Orson Welles. Sin embargo, la ciudadanía estadounidense lo interpretó como un noticiero real, provocando un pánico colectivo ante una supuesta invasión marciana. Este episodio es un ejemplo temprano de cómo una noticia falsa, emitida con un formato creíble, puede transformarse en una pseudorrealidad cuando se omiten el pensamiento crítico y la evidencia científica.
La imagen de esta semana en Universo Paralelo recuerda uno de los hitos más icónicos del desarrollo científico interdisciplinario: la llegada del ser humano a la Luna. Se trata de Earthrise, la primera fotografía a color de la Tierra tomada desde el espacio por William Anders durante la misión Apolo 8, el 24 de diciembre de 1968. La imagen muestra el amanecer terrestre desde el horizonte lunar y demuestra que la Tierra no es plana. Sin embargo, como ocurrió con La guerra de los mundos, hoy existen grupos que niegan esta evidencia básica, promoviendo teorías sin fundamento, con más presencia en redes sociales que con argumentos científicos.
- Y no es lo único. En años recientes, han surgido movimientos –incluso con figuras públicas– que niegan el cambio climático, la evolución, la existencia de los dinosaurios, el daño del tabaco y la efectividad de las vacunas. Llaman abiertamente a no vacunarse, ignorando avances que han salvado millones de vidas. Dato no menor: Chile fue el tercer país del mundo en erradicar la poliomielitis gracias a campañas masivas de vacunación.
Según el investigador Di Domenico, de la Universidad de Portsmouth, las fake news o noticias falsas son desinformaciones deliberadas diseñadas para engañar. Se difunden tanto por agentes humanos como no humanos (bots) y se viralizan en plataformas sin filtros de verificación. Las personas, consciente o inconscientemente, ayudan a propagar estas noticias. Pueden clasificarse como agentes maliciosos, cuando comparten algo sabiendo que es falso, o agentes benignos, cuando comparten información falsa creyendo que es verdadera.
Además, la desinformación se ve reforzada por dos sesgos psicológicos:
- El sesgo de confirmación, que nos lleva a creer con mayor facilidad lo que reafirma nuestras creencias.
- El efecto de verdad ilusoria, que describe cómo algo repetido muchas veces –aunque sea falso– se percibe como verdadero por mera familiaridad.
Hoy, con más del 60% de la población mundial conectada, la desinformación representa una amenaza directa al desarrollo científico. Combatirla implica abrir la conversación de forma global, llevarla a la calle, a las mesas y a la radio, como lo hizo Orson Welles. Porque, como dijo el dramaturgo griego Esquilo: “La verdad es la primera víctima de la guerra”. Y esta vez, la guerra es contra la desinformación que ataca el conocimiento y el futuro de la ciencia.
BREVES PARALELAS

Crédito: Foto de David Dibert.
El estudio sobre “¿por qué los pájaros carpinteros no sufren dolor de cabeza?” es uno de los premios más emblemáticos en la historia de los IG Nobel.

Los Nobel que hacen reír y luego pensar
Los Premios IG Nobel nacieron en 1991 en Estados Unidos, creados por la revista humorística Annals of Improbable Research. Su nombre juega con “ignoble” (innoble) y “Nobel”, pero no buscan burlarse de la ciencia. Al contrario: celebran investigaciones reales que, según su lema, “primero hacen reír y después hacen pensar”.
- Se celebran a principios de octubre en Harvard, en una ceremonia que parece una mezcla entre teatro universitario y gala científica.Allí, verdaderos Nobel entregan diplomas a los ganadores, mientras el público lanza aviones de papel al escenario. Ese ritual, nacido casi de forma espontánea en los primeros años, se convirtió en el sello del evento: irreverente y lúdico, pero cargado de un simbolismo poderoso. Una especie de juego académico casi infantil, que nos recuerda nuestra época escolar, cuando, ya aburridos en la sala de clases, comenzábamos a buscar formas de entretenernos por nuestra cuenta, mostrando una cuota de rebeldía con creatividad.
Mucha gente lo cree el equivalente de lo que son los Premios Frambuesa (Golden Raspberry) a los Oscar. Y sí, ambos nacen como parodias, a ese cine “perfecto” en un caso, y a la ciencia “intocable”, en el otro. Pero la diferencia es crucial. Mientras los Frambuesa ridiculizan lo peor, los IG Nobel destacan lo insólito y creativo: trabajos serios y con base científica.
- Cubren áreas similares a los Nobel (Física, Química, Medicina, Literatura, Paz, Economía), pero también incluyen otras como Biología, Ingeniería, Salud Pública o Antropología. Con los años, algunos premios se volvieron virales y pusieron a los IG Nobel en el mapa global.
Hoy son un recordatorio de que la curiosidad, incluso la más rara, puede tener un trasfondo útil o una reflexión interesante. Como dijo el doctor en Ecología y Biología Evolutiva, Bruno Grossi, chileno ganador del IG Novel 2015: “No existe ciencia ridícula, sino ciencia bien o mal hecha”.
Los casos más memorables de los IG Nobel
Si hay un premio que encarna la esencia de los IG Nobel, es el galardonado en 2006. Un grupo de investigadores recibió el IG Nobel de Ornitología por estudiar “¿por qué los pájaros carpinteros no tienen dolor de cabeza?”. Lo que parecía una pregunta cómica, resultó ser una hipótesis seria: si estas aves golpean un tronco hasta 20 veces por segundo y siguen comportándose con normalidad, debía haber un mecanismo anatómico de protección.
- El hallazgo, un complejo sistema de amortiguación en el cráneo, el pico y los músculos, no solo explicó el misterio, sino que inspiró diseños de cascos y tecnologías de absorción de impactos para humanos. Este caso se volvió viral y le dio visibilidad mundial al evento.
Otro momento inolvidable fue en 2003, cuando en la categoría de Ingeniería se premió un dispositivo para atrapar secuestradores de aviones con una red que caía en pleno vuelo. El invento parecía sacado de la comedia absurda ¿Dónde está el piloto?, pero en plena era post 11 de septiembre generó controversia mundial.
- En 2015, el chileno Bruno Grossi y su equipo recibieron el IG Nobel de Biología por la investigación “Caminar como dinosaurios: pollos con colas artificiales dan pistas sobre cómo se movían los dinosaurios bípedos”. El estudio sonaba chistoso, pero escondía una conjetura válida: al modificar el centro de gravedad con colas postizas, los pollos adoptaban una postura y un andar similares a los dinosaurios bípedos. El resultado fue tan vistoso como útil: aves domésticas convertidas en modelos vivientes para entender la biomecánica de criaturas extintas hace millones de años.
Otros recordados IG Nobel:
- En 2007, Física: ¿por qué se arrugan las sábanas?El galardón lo recibió el físico chileno Enrique Cerda Villablanca.
- 2012, Acústica: ¿por qué bostezamos cuando otros lo hacen?
- 2017, Dinámica: ¿por qué los ancianos caminan más rápido si alguien los observa?
- 2019, Ingeniería: la mejor manera de usar papel higiénico –si enrollado hacia adelante o hacia atrás–.
- 2020, Medicina: estudio sobre la relación entre la barba y la capacidad de amortiguar golpes.
- 2022, Medicina: sexo como descongestionante nasal.
- 2023, Comunicación: las personas hablan “al revés” cuando intentan aparentar que entienden algo. Un retrato hilarante de la psicología cotidiana.
Cada año, el listado parece un catálogo de rarezas, pero en todos late la misma chispa: ciencia real que arranca carcajadas, para luego invitar a reflexionar.
RECOMENDACIÓN: TU CELULAR PARA SALVAR EL PLANETA

Crédito: Imagen generada por IA (Gemini).
Representación digital de las aplicaciones de ciencia ciudadana iNaturalist, eBird y GLOBE Observer en un entorno natural andino.

¿Sientes a veces que tu celular es más una fuente de distracción que de conexión? En un mundo saturado de notificaciones y redes sociales, es fácil olvidar que el dispositivo en nuestra mano puede ser una poderosa herramienta para algo más grande: la ciencia. Estamos en medio de una revolución silenciosa, la de la “ciencia ciudadana”, y su principal motor es el teléfono que todos llevamos.
- Lejos de ser meros pasatiempos, aplicaciones como iNaturalist, eBird y GLOBE Observer de la NASA están llevando la investigación más allá del mundo académico tradicional. Ya no se necesita una bata de laboratorio para contribuir al conocimiento; basta con curiosidad y la cámara de un celular.
Piensa en tu próxima caminata. Con iNaturalist, una simple foto de una flor desconocida o un insecto peculiar se transforma en un dato valioso. Gracias a una combinación de inteligencia artificial y una comunidad global de expertos, esa observación puede ser identificada y, una vez verificada, pasa a formar parte de bases de datos mundiales como el Global Biodiversity Information Facility (GBIF). Estos datos, aportados por miles de personas como tú, ya han ayudado a rastrear especies invasoras, documentar los efectos del cambio climático e, incluso, descubrir especies en lugares inesperados.
- Si te fascinan las aves,eBird, desarrollado por la Universidad de Cornell, convierte tus avistamientos en información crucial para la ornitología. Al registrar las aves que ves, no solo crea un diario personal de tus encuentros, sino que alimenta modelos que predicen rutas migratorias y alertan sobre declives poblacionales, informando directamente las estrategias de conservación.
Y si tu interés se eleva hasta los cielos, GLOBE Observer te permite colaborar directamente con la NASA. Al fotografiar nubes, medir la altura de un árbol o mapear hábitats de mosquitos, sus observaciones desde el suelo ayudan a los científicos a calibrar y validar los datos de sus satélites. Su perspectiva terrestre es la pieza que faltaba en el gran rompecabezas del monitoreo ambiental global.
- Lo más transformador de estas plataformas no es solo la inmensa cantidad de datos que generan, sino el cambio de mentalidad que provocan. Convierten un paseo en una expedición, un pasatiempo en una contribución y un observador pasivo en un participante activo.
La próxima vez que salgas, no guardes el teléfono. Úsalo para observar, registrar y compartir. Descarga una de estas aplicaciones y únete a la mayor expedición científica de la historia. Cada foto cuenta. Cada registro importa. La ciencia ya no es algo que sucede “allá afuera”; está aquí mismo, en tu bolsillo, esperando a que participes.
Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.
- Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola Arévalo, Francisco Crespo, Francisca Munita, Ignacio Retamal, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.
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