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Decadencia y desinformación en la televisión chilena


Enciendo la televisión a la hora de almuerzo y tienen a Patricia Maldonado rebotando en una cama de aire gigante, Patricia está rodeada por un montón de modelos que también rebotan en la cama gigante en lo que pareciera ser una fiesta de cumpleaños de jardín infantil. Frente a semejante espectáculo sintonizo -esta vez desde mi celular- Telesur, el canal estatal de la dictadura venezolana. En Telesur están pasando una nota de investigación sobre la trata de personas a nivel mundial, que ha tenido un sorprendente y dramático aumento en la última década. Entre las víctimas de la trata de personas a nivel mundial, el 60% son niños.

Un par de semanas después me encuentro con una encuesta realizada por Ipsos, en la que Chile clasifica como uno de los países entre los cuales más se distorsiona la realidad. Los chilenos creemos que de la población total de prisioneros un 21% son extranjeros, cuando en realidad solo son 3,4%. Los chilenos creemos que de cada 100 personas, 71 son dueñas de un auto, cuando en realidad son solo 24.

Otra nota con la que me tropecé, esta vez de la BBC, muestra el Índice de Criminalidad Mundial 2016. Sorprendentemente entre los 10 países más peligrosos del mundo, 5 son latinoamericanos, y comparten lugares nada menos que con Irak, Siria o Afganistán, países asolados por la guerra y la degeneración social en todos los planos. Sin embargo nadie sabe nada, nadie se espanta por el sicariato mexicano y salvadoreño, por la dictadura y la represión en Honduras o por los cientos de sindicalistas y líderes campesinos asesinados a mansalva en Colombia, en lo que parece ser un deporte nacional.

Sin embargo cuando se trata de los fantasmas del socialismo, como Venezuela o Cuba, la perspectiva comunicativa cambia, Henrique Capriles se vuelve un mártir crucificado de la libertad, encarcelado, torturado por la verdadera dictadura. Porque, seamos honestos, es normal que asesinen y encarcelen a dirigentes indígenas, a líderes sindicalistas y campesinos, pero Capriles es blanquito, burgués y de derechas, y eso sí que no se puede.

Lo mismo ocurre en un nivel internacional, cuando no nos informan del genocidio que la monarquía saudí comete todos los días en Yemen, en un conflicto que ya ha rebasado cualquier límite humanitario, porque, seamos honestos, cuando las monarquías son aliadas de EEUU está bien no informar de las atrocidades que cometen contra pueblos desarmados.

[cita tipo=»destaque»]El problema no es que tengamos que prohibir a Patricia rebotar en una cama de aire junto a un montón adolescentes, o que no puedan existir programas televisivos de distensión, el problema es que esto se ha transformado en una práctica generalizada, en que la programación televisiva está abusivamente dominada por Patricias Maldonado rebotando en camas de aire, a cada rato, en cada rincón, todo el día, en los horarios de mayor sinfonía.[/cita]

Frente a todo esto, la imagen de Patricia Maldonado rebotando en una cama de aire se vuelve una verdadera metáfora de la ironía. Y es que el problema no es que tengamos que prohibir a Patricia rebotar en una cama de aire junto a un montón adolescentes, o que no puedan existir programas televisivos de distensión, el problema es que esto se ha transformado en una práctica generalizada, en que la programación televisiva está abusivamente dominada por Patricias Maldonado rebotando en camas de aire, a cada rato, en cada rincón, todo el día, en los horarios de mayor sinfonía.

Los matinales se han transformado en un espectáculo de sonidos y fuegos artificiales, secundados por notas futbolísticas exageradamente largas, que llenan los pocos espacios que no ocupan los comerciales.

Pero por si fuera poco, el escaso tiempo dedicado al papel propiamente informativo, se encuentra exagerada e interesadamente orientada a la noticia policial, revestida cuidadosamente de amarillismo cuando los periodistas repiten una y otra vez la misma información con frases distintas, que luego es corroborada una vez más por el testimonio directo de las víctimas o de los testigos, que reafirman lo que ya se dijo. Sorprendentemente, las noticias del asalto a la bencinera, del portonazo o del accidente de turno pueda durar 10, 15, incluso 30 tortuosos minutos.

Al igual que el matinal, el periodismo amarillista le es útil a la desinformación mediática.

Pero aquí hay algo más que mera desinformación, lo que hay es un sistema de administración interesada sobre la información, que consta de una escala que va desde la mentira llana y directa, a la distorsión, la manipulación, la información parcial, el encubrimiento, etc. Los intereses políticos y corporativos, el juego de poderes, la coyuntura, hasta la presión social, son elementos que influencian y que complejizan estos mecanismos, que han sido consistentemente descritos por intelectuales como Noam Chomsky.

Es así como existen ciertos consensos informativos en la prensa chilena. Hay cosas de las cuales simplemente no se puede hablar, o que en última instancia aparecen en notas diminutas, manipuladas y tendenciosas. Se puede hablar de políticos corruptos, pero no se mencionan a los que ejercieron la corrupción, los Angelini, los Ponce Lerou. Se puede hablar de casos individuales y más extremos de la represión mapuche, pero no se puede hablar de la represión diaria a las comunidades, de los allanamientos brutales a comunidades indefensas. Se puede hablar del barco que se hundió con pescados podridos, pero no se puede hablar de la sospechosa cantidad de niños con cáncer que llegan a atenderse a Santiago desde las regiones mineras.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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