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En plena crisis de Iglesia católica: los laicos al poder Opinión

En plena crisis de Iglesia católica: los laicos al poder

Juan Carlos Claret
Por : Juan Carlos Claret Católico, Vocero Laicos y Laicas de Osorno.
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Lo curioso de la carta y del perdón del Papa ha sido la obsesión de la prensa y el laicado por saber quiénes le mintieron a Francisco. De hecho, vaticanistas y miembros de voces católicas, vaticinan que habrá cambios profundos para mejorar los canales de información a Francisco, pero ¿es ese el problema? No, el problema radica en que una sola persona tome tremendas decisiones que repercuten en el diverso quehacer de todos. Urge, por tanto, repensar el papado, porque es obvio que a Roma seguirán llegando verdades y mentiras.


El Papa Francisco se ha reunido con las víctimas de Karadima para pedirles perdón en persona. Los titulares y la opinión pública han resaltado lo inédito de este acontecimiento en una institución que pregona el perdón desde hace 2 mil años. En este panorama, suele escucharse en las comunidades y en distintas instancias eclesiales la interrogante: ¿qué podemos esperar de toda esta situación?

Lo problemático de la pregunta radica en su formulación: ¿por qué el laicado solo puede esperar? ¿Por qué nos sentimos llamados a ser espectadores de la toma de decisiones?

La crisis que atraviesa la Iglesia es una crisis jerárquica, eso significa que es de cardenales, obispos y clero. Por más que muchos de ellos enarbolen el discurso de que todos somos corresponsables, lo cierto es que son ellos los que tienen que responder por ir dejando víctimas en el camino. No solo es el abuso lo que escandaliza, sino cómo se reacciona ante el abuso y, en el caso chileno, eso ha sido lo más catastrófico. La responsabilidad, en último término, consiste en determinar quién debe responder por una situación y, ante esto, ¿cómo el laicado puede responder por decisiones equívocas que se tomaron en espacios donde no tenemos acceso?

Tras la lectura de la carta del Papa (carta que no estaba dirigida a las comunidades sino al episcopado) no han faltado los obispos, como Santiago Silva y Fernando Ramos, que han afirmado estar con la conciencia tranquila con la información que proporcionaron al Papa, pero eso es contradictorio con el trato que muchos hemos tenido que soportar de ambos. Entonces, por qué en lugar de contentarnos con la exigencia del obispo Ramos a que el Papa identifique a quienes supuestamente lo desinformaron, ¿no exigimos también que ellos expliciten la información “correcta” que habrían enviado? El arzobispo Chomali afirma que “solo falta que Karadima pida perdón”, cuando también falta que ellos digan la verdad y que comprendan que estos crímenes no se resuelven con un perdón.

[cita tipo=»destaque»]En las redes sociales y en instancias eclesiales hay unanimidad en que haya renovación en el episcopado. No obstante, ¿la solución pasa solamente por eso? En los ejemplos recién narrados, lo que está de fondo es la constatación de la asimetría que existe en la Iglesia entre el clero y el laicado. Si hemos de ponernos manos a la obra deberíamos apuntar a que, con medidas al corto, mediano y largo plazo, se tienda a corregir dicha asimetría que ha transformado a la Iglesia en un espacio peligroso. Dejada a la deriva esa disparidad, es caldo de cultivo para el abuso de poder, el cual puede llegar a manifestarse sexualmente.[/cita]

Como primera reacción a la carta, el cardenal Ezzati y el arzobispo de Puerto Montt convocaron a su clero para dialogar y reflexionar, mientras, a renglón seguido, llamaron a las comunidades a ponerse en estado de oración. Vale decir, mientras los curas pueden hablar de pie, nosotros debemos estar de rodillas y silentes. Pero ¿no era que en sus Orientaciones Pastorales 2014-2020 los obispos reconocían que el laicado es la inmensa mayoría del Pueblo de Dios, a cuyo servicio está la minoría de ministros ordenados? (OO.PP 27c.)

Incluso, al presidente de la conferencia episcopal no le tembló la voz al afirmar que van a proponer al Papa un plan de renovación de la Iglesia chilena. ¿Propuesta de solución de los mismos que desencadenaron la crisis?

Urge que el laicado se ponga manos a la obra. No podemos seguir endosándoles a las víctimas esa responsabilidad. Ya han hecho suficiente. ¿Pero hacia dónde deberíamos caminar?

En las redes sociales y en instancias eclesiales hay unanimidad en que haya renovación en el episcopado. No obstante, ¿la solución pasa solamente por eso? En los ejemplos recién narrados, lo que está de fondo es la constatación de la asimetría que existe en la Iglesia entre el clero y el laicado. Si hemos de ponernos manos a la obra deberíamos apuntar a que, con medidas al corto, mediano y largo plazo, se tienda a corregir dicha asimetría que ha transformado a la Iglesia en un espacio peligroso. Dejada a la deriva esa disparidad, es caldo de cultivo para el abuso de poder, el cual puede llegar a manifestarse sexualmente.

Por tanto, si bien al corto plazo es necesario que haya un nuevo colegio episcopal, al mediano plazo deberíamos, por ejemplo, comenzar exigiendo información de las deliberaciones del episcopado, de los informes que envían a Roma y, por qué no, participar de la toma de decisiones. ¿Cómo cambiaría la cosa si hubiera mujeres decidiendo criterios pastorales para el siglo XXI? También, tener acceso a la información económica de nuestras respectivas diócesis y parroquias, aunque, a decir verdad, esa es una obligación que los obispos asumieron en septiembre de 2016… incumplida hasta la fecha.

¿Y al largo plazo? Lo curioso de la carta y del perdón del Papa ha sido la obsesión de la prensa y el laicado por saber quiénes le mintieron a Francisco. De hecho, vaticanistas y miembros de voces católicas vaticinan que habrá cambios profundos para mejorar los canales de información a Francisco, pero ¿es ese el problema? No, el problema radica en que una sola persona tome tremendas decisiones que repercuten en el diverso quehacer de todos. Urge, por tanto, repensar el papado, porque es obvio que a Roma seguirán llegando verdades y mentiras.

Lo hasta aquí enunciado son solo algunas medidas para iniciar la discusión poniendo sobre la mesa la constatación que los valores y mecanismos que inspiran la democracia deberían ser adoptados por una institución que se autorreconoce experta en humanidad.

La asimetría que denuncio, corregida, puede ser fuente de autoridad y modelo democrático. Para alcanzarlo, muchos han depositado la confianza en el criterio del Papa Francisco, pero este fin de semana, donde estaba llamado a mostrar la fuente de nuestra autoridad como cristianos, exhibió a las víctimas un hotel, la Capilla Sixtina y los balcones del palacio apostólico. Esta actitud contrasta con la de Lorenzo, santo de otro tiempo, a quien la jefatura romana le exigió lo mismo, y este pagó con su vida llevar a los pobres de la ciudad. ¿Por qué ya la tumba de San Pedro, las catacumbas de Santa Domitila o la vivencia comunitaria narrada en los Hechos de los Apóstoles, no parecen de interés? La respuesta es sencilla, porque quienes viven esa experiencia de fe que da autoridad a la Iglesia hoy son marginados de la misma.

Las víctimas en su conferencia de prensa afirmaron que no dependen de ellos los cambios. Entonces, ¿podemos confiar si vienen de la jerarquía? Es la hora del laicado o, de lo contrario, esa autoridad seguirá en los márgenes y, por lo mismo, el peligro será la regla general en la Iglesia. Por eso, hay que ir más allá del perdón del Papa y, por qué no, del caso chileno.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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