Es común ver entre los padres cierto desconcierto respecto a si es necesario prohibir o limitar el uso de pantallas en sus hijos. La ciencia ya ha evidenciado que las tecnologías pueden provocar varias alteraciones en el desarrollo infantil, pero hoy en día, resultan ser una herramienta que tienen que tener a su disposición para poder educarse, entre otras cosas.
El uso de Internet ofrece muchas posibilidades para sus usuarios y también conlleva riesgos. En los niños, especialmente, su uso es más riesgoso, ya que no cuentan con el criterio para saber actuar ante muchas situaciones que se presentan en el mundo digital. El tiempo frente a la pantalla, cuando es largo, resta oportunidades de desarrollo necesarias para su crecimiento.
Un menor que pasa horas frente a una pantalla desarrolla menos vocabulario y musculatura que otros que corren en la plaza o conversan con las personas de su entorno.
Este exceso de pantalla seguramente afectará el curso del lenguaje y la capacidad natural de aprender a partir del asombro y del descubrimiento que se origina en la primera infancia y restará un precioso tiempo para actividades naturales, como el juego social.
Si restamos estas actividades, sobre exponiéndolos a pantallas que no potencian el aprendizaje ni el desarrollo infantil, se pueden evidenciar retrasos en el desarrollo que luego será necesarios revertir. Si se trata de un período breve posiblemente se puede reeducar las conductas nocivas, pero si se empiezan a desarrollar hábitos o trastornos de conducta asociados al uso de Internet o celulares se pone más difícil.
Los niños siempre van a necesitar comunicarse; es parte de la esencia del ser humano, pero varios estudios nos advierten que el lenguaje se va mermando en la medida que aumentan las horas de pantalla. Se resta la creatividad y las habilidades sociales. Para que los niños y adolescentes puedan entender sus emociones, deben poder comunicarlas, expresarse verbalmente, mirarse a los ojos, y ordenarlas de acuerdo a sus realidades. En la medida que recortamos espacios para conversar, se resta la posibilidad de expresarnos y esto impacta en nuestro desarrollo socioemocional.