
¿Debería quedar atrás el uso de la huella digital? Biometría facial surge como alternativa
El envejecimiento de la población y el deterioro natural de la piel han generado problemas en el uso de la huella dactilar para trámites cotidianos. Expertos apuntan a la biometría facial como una opción más inclusiva, segura e higiénica.
En Chile, la huella digital se ha convertido en el método de validación de identidad por excelencia. Se utiliza para canjear bonos médicos, comprar medicamentos en farmacias e incluso para acumular o canjear puntos en supermercados. Sin embargo, su confiabilidad se ve afectada con el paso del tiempo: el desgaste natural de la piel dificulta el reconocimiento en adultos mayores, lo que los expone a situaciones engorrosas en trámites cotidianos.
Este escenario llevó a un grupo de diputadas a oficiar al Ministerio de Desarrollo Social para evaluar alternativas más inclusivas. Una de las tecnologías que gana terreno es la biometría facial, un sistema que reconoce e identifica a las personas a través de patrones de su rostro, sin necesidad de contacto físico.
Biometría facial, ¿una solución inclusiva y segura?
De acuerdo con Daniel Molina, vicepresidente de iProov para Latinoamérica, la biometría facial se ha consolidado como una de las tecnologías más eficaces y seguras para validar la identidad. “Ha sido implementada con gran éxito en aeropuertos internacionales y terminales terrestres que enfrentan a diario el flujo de cientos de miles de pasajeros, logrando validar con éxito la identidad, gracias a patrones de detección de prueba de vida. Se trata de una tecnología precisa, inclusiva y segura”, explica el ejecutivo.
Entre sus ventajas destacan:
- No requiere contacto físico, lo que la hace más higiénica.
- Funciona incluso con cámaras básicas.
- Evita memorizar contraseñas.
- Beneficia a personas con movilidad reducida, baja visión o dificultades digitales.
¿Qué ocurre con los deepfakes?
Uno de los desafíos actuales para la biometría facial es la proliferación de los llamados deepfakes. Se trata de videos o imágenes creadas con inteligencia artificial que imitan rostros humanos de forma hiperrealista, al punto de hacer creer que una persona dijo o hizo algo que nunca ocurrió. Estas falsificaciones digitales se han masificado en redes sociales y representan un riesgo para la credibilidad y la seguridad digital.
Estudios de iProov revelan que solo 1 de cada 10 personas es capaz de identificar una imagen falsa. Sin embargo, los sistemas de validación facial más avanzados están diseñados para detectar intentos de engaño, gracias a tecnologías de “prueba de vida” que verifican en segundos si se trata de una persona real frente a la cámara.
La discusión sobre la obsolescencia de la huella digital cobra fuerza en un país que envejece rápidamente. Expertos plantean que avanzar hacia sistemas como la identidad digital es clave no solo para los adultos mayores, sino también para garantizar procesos más inclusivos y seguros en la era de la inteligencia artificial.