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Facebook, Google y la responsabilidad de difundir noticias falsas durante la campaña de Trump FT Weekend

Facebook, Google y la responsabilidad de difundir noticias falsas durante la campaña de Trump

Estas informaciones proliferaron por la web en todos los medios de comunicación social en una forma sin precedentes. El grado en que esto influyó en los votantes es difícil de calibrar. Sin embargo, el hecho que la fuente de noticias de más de la mitad de los estadounidenses sean las redes sociales es motivo suficiente de preocupación.


Desde que hace 12 años Mark Zuckerberg lanzó Facebook, el panorama global de los medios ha cambiado más allá del reconocimiento. Esto es en gran parte debido a la red social que él inició cuando era estudiante y que es actulmente uno de los mayores distribuidores mundiales de noticias.

Donde los periódicos impresos fueron tradicionalmente limitados por el costo de la distribución física, Facebook y otras redes sociales son, por el contrario, equipados con el poder de transmitir información a través de una frontera sin límite o ningún costo. Esto ha traído consigo indudables beneficios a millones de usuarios que pueden acceder a la información más fácilmente que antes.

Pero también ha traído consigo responsabilidades, obligaciones que para Facebook serán cada vez más difíciles de dejar de lado, a la luz de la controversia generada por su papel en la propagación de información errónea.

Las noticias falsas durante la campaña de Donald Trump proliferaron por la web en todos los medios de comunicación social en una forma sin precedentes, por delante de su victoria en las elecciones estadounidenses. El grado en que esto influyó en los votantes es difícil de calibrar. Sin embargo, el hecho que la fuente de noticias de más de la mitad de los estadounidenses sean las redes sociales es motivo suficiente de preocupación.

Tampoco es Facebook el único en esta polémica. El foco de atención se desplazó a Google cuando se dio prominencia en su ranking de búsqueda a un informe falso que afirmaba que Trump había ganado el voto popular.

Zuckerberg argumenta que Facebook es una empresa tecnológica y no un medio de comunicación. A diferencia de los medios tradicionales, donde los editores de contenido comprueban la precisión y el equilibrio, Facebook despliega ingenieros para escribir algoritmos que seleccionan las noticias de acuerdo con las preferencias históricas de los usuarios. Zuckerberg es reacio a asumir un papel de árbitro de la verdad.

Una de las ventajas de los modelos de negocios de la web adoptados desde el principio por los likes de Google, Facebook, Twitter, Uber y Airbnb fue que eran toda una luz de capital. Las responsabilidades ética y financiera de cómo se utilizaron las redes fue muy poco clara. Y tiene algo de sentido: si tú eres amenazado por teléfono no culpas a la compañía telefónica.

El peso de la responsabilidad está creciendo para todos los negocios en expansión. Incluso los empleados de Facebook consideran que la defensa de la empresa es menos que convincente. Algunos de ellos han formado una fuerza de tarea no oficial para investigar el papel de su plataforma en la difusión de noticias falsas.

Facebook no es sólo un quiosco del siglo 21. Desempeña un papel mucho más sofisticado en la difusión de información y el fomento del intercambio de noticias entre las personas de creencias y opiniones similares.

Hay un reconocimiento táctico de los peligros inherentes a dejar todo a los algoritmos. Tanto Facebook como Google se han desplazado esta semana para restringir la publicidad en plataformas en línea que llevan noticias falsas. Si las dos empresas son capaces de discernir en qué sitios web se están propagando información errónea, entonces ellas también están en una mejor posición para filtrar la falsedad evidente.

Los desafíos de adaptar la tecnología a desempeñar un papel de policía son geniales, y empresas como Facebook y Google han sido comprensiblemente cautelosas a la hora de dibujar acusaciones de sesgo mediante la intervención en la naturaleza del contenido. Ellos deben asumir, sin embargo, parte de la responsabilidad para distinguir la realidad de la ficción.

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