
Estudio chileno revela el vínculo entre el sueño y la depresión en la tercera edad
Investigadoras de la Universidad San Sebastián analizaron datos globales y alertan sobre factores como la mala alimentación, la soledad y el alcohol en la salud mental de la vejez.
Dormir mal puede ser mucho más que una molestia pasajera. En el caso de los adultos mayores, podría transformarse en un factor de riesgo para la depresión. Así lo concluyó un estudio liderado por académicas de la Universidad San Sebastián (USS), que revela que las personas mayores con sueño anormal tienen 10,9 veces más probabilidades de desarrollar esta enfermedad.
El análisis, publicado entre 2020 y 2024 bajo el título “Factores de riesgo sociodemográficos y de salud para la depresión en adultos mayores”, incluyó una revisión sistemática y un metaanálisis de investigaciones previas. Su objetivo fue identificar qué elementos podrían incidir con mayor fuerza en el estado anímico de quienes superan los 60 años.
El peso del sueño
Entre los principales hallazgos, el estudio señala que el sueño anormal, la desnutrición, la mala salud autopercibida, el uso previo de antidepresivos y el consumo diario de alcohol son los factores de salud más relevantes en la aparición de cuadros depresivos en personas mayores.
María Teresa Silva, académica de la Facultad de Medicina de la USS y una de las autoras del trabajo, explicó que “la evidencia sugiere que la falta de sueño se asocia con dolor corporal, síntoma debilitante exacerbado con la edad en todos los seres vivos. Por otra parte, un buen sueño promueve la liberación de hormonas anabólicas, que ayudan a mejorar la masa muscular y mantener los ciclos de secreción hormonal, mientras que la falta de sueño acelera el proceso de envejecimiento”.
Silva agregó que el mal dormir también podría estar conectado a otros factores sociodemográficos, como la soledad, el consumo de alcohol o la dependencia física, generando un efecto acumulativo que aumenta el riesgo de depresión.
El rol de la autopercepción y la soledad
Además del sueño, otro aspecto que destaca el estudio es cómo la percepción personal de la salud puede influir directamente en la salud mental. Según los datos, las personas mayores que evalúan su salud como mala o muy mala tienen 7,8 veces más probabilidades de tener depresión.
María Soledad Kappes, académica de Enfermería USS y coautora del estudio, advierte que esta percepción suele estar asociada con el aislamiento social. “Encontramos inesperadamente que la autopercepción de la mala salud se asoció con la soledad o la soltería, que también por si solos pueden llevar a la depresión. Esto refuerza el hecho de que esta enfermedad se puede ver como un resultado multifactorial de diversos factores de riesgo, que juntos pueden agravar sus efectos”, señaló Kappes.
Envejecimiento, ruralidad y falta de ingresos: factores críticos
En lo sociodemográfico, el informe indica que la dependencia física es el principal factor de riesgo para la depresión en personas mayores. Le siguen vivir en zonas rurales y tener más de 70 años, lo que aumenta en 3,84 veces la posibilidad de desarrollar depresión respecto a quienes viven en áreas urbanas. A esto se suma el no contar con ingresos, lo que implica un riesgo 3,4 veces mayor.
En Chile, este fenómeno adquiere especial relevancia. Según datos del CENSO 2024 del Instituto Nacional de Estadísticas, el 14% de la población corresponde a personas mayores, es decir, casi una de cada siete personas.
Subregistro de casos y necesidad de nuevas políticas públicas
El documento también alerta sobre una brecha importante entre las estimaciones oficiales y la realidad. Mientras la Organización Mundial de la Salud calcula que entre un 5,4% y 5,8% de los adultos mayores sufre de depresión, los datos del estudio elevan esa prevalencia hasta entre 26,9% y 41,1%.
En este sentido, Silva destaca que “estas cifras subrayan la necesidad de realizar estudios adicionales, adaptar las políticas públicas y generar espacios para el ocio, ya que la soledad es un factor clave en la prevención de la depresión. A nivel mundial, la OMS recomienda políticas de salud mental integrales, mientras que en Chile se promueven acciones intersectoriales para mejorar la salud mental de los adultos mayores, como actividades recreativas y redes de apoyo comunitario”.