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Adultos mayores y aislamiento: cómo la soledad impacta el bienestar de la tercera y cuarta edad Sociedad Créditos: El Mostrador.

Adultos mayores y aislamiento: cómo la soledad impacta el bienestar de la tercera y cuarta edad

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La soledad afecta a casi la mitad de los adultos mayores y puede tener impactos físicos, emocionales y sociales. Aunque puede convertirse en una oportunidad de autoconocimiento, el aislamiento sigue siendo un desafío creciente que requiere atención y redes de apoyo efectivas.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera adulto mayor a toda persona de 60 años o más. Para 2030, estima que una de cada seis personas en el mundo pertenecerá a este grupo etario. Sin embargo, el envejecimiento no llega solo: con el paso del tiempo los lazos sociales suelen debilitarse y, con ello, aparece la soledad.

Según el estudio “Soledad no Deseada y Aislamiento Social en la Vejez: Prevalencia, Factores de Riesgo y Estrategias de Acción”, elaborado por el Observatorio del Envejecimiento UC–Confuturo y publicado en julio de 2025, casi la mitad de los adultos mayores (49,2%) enfrenta la soledad y más de la mitad (55,5%) está en alto riesgo de aislamiento social. El informe advierte, además, que un 30,7% convive con ambas problemáticas de manera simultánea.

Óscar Sepúlveda Pacheco, psicólogo experto en adulto mayor y académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), explica que desde la pandemia en 2020 se han intensificado las razones que han empujado el fenómeno de la soledad en este grupo de personas. “Los adultos mayores sufrieron particularmente esa situación porque tenían menos redes de apoyo que permitieran enfrentar esa soledad no deseada de una manera menos traumática. Las personas necesitamos, para tener una vida sana, no solo un cuerpo sano y nuestra mente sana, sino que también necesitamos el vínculo con otras personas”, declara.

Entre el aislamiento, el autoconocimiento y la construcción de nuevos vínculos

El especialista advierte que la soledad no debe entenderse únicamente como algo negativo. Bien encausada y con las herramientas adecuadas, puede transformarse en una experiencia positiva. Con los recursos psíquicos correctos, explica, es posible vivirla de manera saludable, convirtiéndola en una oportunidad para el autoencuentro y el autoconocimiento.

Algunos académicos sostienen que la soledad es un fenómeno subjetivo, entendido como la brecha entre las relaciones sociales que una persona desea y las que realmente mantiene. En 1973, el investigador Robert Weiss la definió como una percepción de aislamiento social, describiéndola como una condición crónica y persistente. En este marco, resulta clave poner atención a cómo se manifiesta esta sensación en la vejez.

La evidencia muestra que con el paso de los años los círculos sociales tienden a reducirse. Así lo vivió Helga Brickle, quien hace 15 años enfrentó un profundo periodo de soledad tras la muerte de su esposo. Durante largo tiempo vivió sola, hasta que tomó la decisión de trasladarse a Senior Suites. Profesora normalista de profesión y apasionada por la enseñanza, hoy, a sus 85 años, asegura sentirse plena en un espacio donde cada día participa en actividades y ha forjado nuevas y valiosas amistades.

“Yo estaba así, confundida. Pensaba que posiblemente algún hijo venía a dejar a su mamá y se olvidaba porque sabe que estaría bien atendida. No sé si habría algún caso así, pero yo ubico a casi todos y no lo he visto. Yo me sé más o menos el 80% de los nombres, de los residentes, de las enfermeras y de la gente que trabaja en la cocina”, comenta Brickle.

Un desafío social con impactos físicos, emocionales y legales

Un estudio de 2020 de las National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine advierte que la soledad no solo impacta en el plano emocional, sino que también tiene serias repercusiones físicas. Entre ellas, se cuentan problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo y demencia, enfermedades crónicas, pérdida de funcionalidad, conductas de riesgo como el tabaquismo, el consumo de alcohol y el sedentarismo, además de un fuerte impacto en la salud mental que puede incluso derivar en riesgo suicida.

Bajo este contexto, el especialista subraya que uno de los efectos más graves de la soledad y el aislamiento es la pérdida de sentido vital: cuando la persona se siente profundamente sola, puede llegar a cuestionar el propósito mismo de su vida. “Tiene efectos, por lo tanto, en esa necesidad vincular que todos los seres humanos tienen.
Todos sabemos que somos seres sociales, necesitamos de otros para poder vivir. Nadie puede vivir
solo”.

Si bien no ve muy seguido a sus cuatro hijos, ya que viven fuera de Santiago, Helga se alegra porque siempre la llaman por teléfono. Independiente de aquello, comenta que la residencia le ha dado todo tipo de oportunidades para relacionarse con los otros residentes. “Eso estamos tratando de hacer muchas personas. Que nadie se sienta solo. Hay casos en los que uno no puede meterse, porque a veces es el matrimonio”, explica la profesora.

La soledad es una realidad que afecta a muchos adultos mayores, como reflejan las cifras. El gran desafío está en transformar la forma en que la sociedad mira a la vejez. Un ejemplo de avance es el proyecto de ley “Hijito Corazón”, que busca proteger a los mayores, en especial a quienes superan los 80 años, del abandono y la desprotección.

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