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Obesidad, ciencia y responsabilidad médica: una conversación que debemos dar

Obesidad, ciencia y responsabilidad médica: una conversación que debemos dar

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Loreto Santibáñez
Por : Loreto Santibáñez Editora de Agenda País, Revista Jengibre y Braga.
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Como médica nutrióloga y miembro de la World Obesity Federation, dedicada hace años al tratamiento de la obesidad y las enfermedades metabólicas, he sido testigo directo de cómo esta condición ha sido históricamente simplificada, estigmatizada y, muchas veces, mal abordada. Durante décadas se redujo a una cuestión de voluntad individual, ignorando su complejidad biológica, social y clínica. Hoy, afortunadamente, estamos frente a un cambio de paradigma.

La Organización Mundial de la Salud ha sido clara. La obesidad es una enfermedad crónica, multifactorial y tratable, que requiere abordajes sostenidos en el tiempo, al igual que otras enfermedades crónicas no transmisibles. Este reconocimiento no es meramente semántico; implica asumir que estamos frente a una condición que necesita diagnóstico médico, seguimiento continuo, herramientas terapéuticas validadas y políticas de salud pública coherentes.

En este contexto, los avances científicos de los últimos años han abierto nuevas posibilidades. Entre ellos, los tratamientos farmacológicos basados en agonistas del receptor GLP-1 han demostrado ser una herramienta terapéutica eficaz y respaldada por evidencia sólida, capaz de contribuir de manera significativa a la reducción de peso y a la mejora de la salud metabólica. La propia OMS ha incorporado estos fármacos dentro de sus orientaciones, destacándolos como medicamentos esenciales para el tratamiento de la obesidad, por sus beneficios cardiorenametabólicos comprobados, además de sostener que no se trata de soluciones mágicas, sino de intervenciones médicas que deben integrarse a un tratamiento global.

Los tratamientos basados en GLP-1 funcionan de manera efectiva cuando forman parte de un plan terapéutico integral, diseñado y acompañado por un profesional médico y un equipo multidisciplinario. En la práctica clínica, su mayor efectividad se observa cuando se articulan con educación nutricional, promoción de actividad física, trabajo sostenido sobre hábitos y, cuando corresponde, apoyo en salud mental. Este enfoque permite potenciar la pérdida de peso, y también, mejorar la composición corporal y la salud metabólica en el largo plazo.

Desde la experiencia clínica y la evidencia disponible, sabemos que la reganancia del peso, que suele llamarse “efecto rebote”, puede ocurrir cuando los tratamientos no se abordan de manera integral, interrumpiendo su prescripción o no siguiendo indicaciones básicas para sostener resultados. Esto no representa un fracaso del tratamiento, sino que refleja que la obesidad es una enfermedad crónica que requiere continuidad, acompañamiento y ajustes a lo largo del tiempo. Por ello, el apoyo de equipos especializados es clave para sostener los resultados y cuidar la salud metabólica de las personas. El objetivo del tratamiento, más que centrarse solo en el peso, debe ser que las personas estén y se sientan más saludables.

La ciencia respalda esta mirada. Estudios de seguimiento prolongado con semaglutida, como FLOW, con más de cuatro años de observación en personas con diabetes tipo 2 y enfermedad renal crónica, demostraron una reducción significativa de eventos clínicos relevantes y de la mortalidad. De manera complementaria, el estudio SELECT, con un seguimiento cercano a los cinco años, reforzó la evidencia sobre seguridad cardiovascular y vigilancia en su utilización en la vida real, mientras que el estudio SOUL mostró una reducción del 14% en eventos cardiovasculares mayores, confirmando beneficios clínicos que van más allá del control glicémico y la baja de peso.

En paralelo, investigaciones específicas han mostrado que, cuando estos tratamientos se indican en esquemas adecuados, la mayor parte de la pérdida de peso corresponde a tejido adiposo, con preservación de la función muscular. En conjunto, esta evidencia permite salir de un debate superficial y centrar la discusión en datos robustos. No se trata solo de cuánto peso se pierde, sino de cómo se mejora la salud cardiovascular, renal y funcional de las personas, con seguimiento prolongado y estándares clínicos exigentes.

Como sociedad, y muy especialmente como profesionales de la salud, necesitamos avanzar hacia una comprensión más profunda y libre de estigmas sobre la obesidad. Reconocer que esta enfermedad no define a las personas es un paso indispensable para construir respuestas sanitarias más humanas y efectivas. Desde la medicina, ello implica asumir la responsabilidad de utilizar y comunicar las herramientas disponibles con rigor clínico, ética y sentido de equidad. El debate debe enfocarse en cómo ponemos la ciencia al servicio de la salud, resguardando la dignidad de las personas y promoviendo decisiones informadas y responsables. Avanzar con evidencia siempre será el camino correcto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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