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Karen Glavic y el trabajo sexual en Chile: “Son en su mayoría mujeres que viven en condiciones de precariedad” BRAGA

Karen Glavic y el trabajo sexual en Chile: “Son en su mayoría mujeres que viven en condiciones de precariedad”

Javiera Bruna
Por : Javiera Bruna Fonoaudióloga y Comunicadora
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El Mostrador Braga conversó con la académica, feminista y doctora en Filosofía, Karen Glavic, sobre las principales corrientes de pensamiento que los feminismos debaten en torno al trabajo sexual en Chile, sobre todo en un contexto de pandemia.


Si bien el trabajo sexual es ejercido por hombres y mujeres, son los cuerpos feminizados –mujeres, trans, travestis- los que en su mayor proporción participan de esta actividad. Esta condición ‘cuerpo feminizado’, hace partícipe alos feminismos de  forma central en su discusión y defensa o búsqueda de la abolición de esta práctica. Los medios de comunicación juegan también una labor importante en la visibilización de esta realidad y han contribuido a la construcción de redes de apoyo en diversas cuestiones que conciernen a este oficio y en otros casos –los más lamentables- han realizado un tratamiento superficial y a veces ofensivo, acentuando la necesidad de abordar el tema ante la opinión pública siempre en pos de resguardar los derechos humanos de estas personas.

El Mostrador Braga conversó con la filósofa Karen Glavic, sobre las posturas de los feminismos frente al trabajo sexual. En esta entrevista conversamos sobre las dos principales corrientes de pensamiento y cómo la reflexión en torno a las mismas, construye vías al logro de una mirada integradora que contribuya  a “resguardar los derechos humanos de las compañeras y cuerpos feminizados”, como explica Glavic para iniciar esta conversación.

Miradas contrapuestas sobre un sujeto de derecho

“La discusión tiende a reducirse a dos posiciones,  la posición abolicionista de la otra que busca la legalización o despenalización de la prostitución”, expone Karen para hacer contexto de las visiones de los feminismos en términos generales.

“El movimiento abolicionista es viejísimo y de hecho tiene una gran inspiración tanto en su nombre como en términos de consideración de la prostitución, al movimiento anti esclavitud. De hecho es la consideración de la práctica sexual como una práctica de esclavitud, lo que la hace adoptar este nombre y hacia finales del siglo XIX, comienzan los primeros movimientos teóricos o políticos en torno a la abolición del trabajo sexual”, define en primer lugar y continúa con la segunda visión “hay por otro lado, movimientos que –nuevamente- no son actuales, pero que quizás toman nuevos bríos en función de organizaciones políticas o de reactivación de nuevas sensibilidades feministas”, explica.

Con lo anterior introduce la existencia de un nuevo feminismo radical o ‘rad femme’ que aparece como revitalización de los antiguos movimientos abolicionistas los que “se oponen a un feminismo que podríamos decirle liberal. Encasillan liberal a todo el feminismo que está por la inclusión, por el reconocimiento de los derechos humanos de los cuerpos, en el fondo que ejercen el trabajo sexual”, distingue. En esta línea, Karen, se refiere en especial a la denominación de ‘cuerpos’, puesto que “el trabajo sexual, no sólo se reduce a los cuerpos de las mujeres, sino también podríamos decir a los cuerpos feminizados y en menor medida pero no es inexistente, también a los varones”.

En este sentido para la filósofa “las definiciones en torno a la despenalización del trabajo sexual tampoco son posiciones ingenuas, no es como una confianza en la autonomía o en el consentimiento ciego, es decir, estas posiciones tienen la idea de que es necesario reconocer el trabajo sexual en la medida en que existe y que al perseguirlo o perseguir a los clientes en su calidad de explotadores, lo que se está haciendo también es criminalizar a los cuerpos feminizados que ejercen el trabajo sexual y con eso se están mermando también sus posibilidades de vida”, aclara.

“O sea, la precariedad del trabajo sexual no sólo no está dado por la legalización, sino que también al negarlo”, subraya. De este modo “las posibilidades de trabajo de muchísimas personas se ven reducidas y también muchas vecesnegadas, sobre todo si estoy pensando en cuerpos trans y travestis, en donde el trabajo sexual sigue siendo para muchas personas aún la única salida”, reflexiona.

¿La precarización del trabajo o un trabajo degradante?

Otra discusión profunda en este contexto dice relación con el trabajo precarizado. Una expositora importante esSilvia Federici, sostiene que la historia de las mujeres en el capitalismo ha estado marcada por una situación muy precaria en relación al trabajo, lo que las ha empujado a buscar diversas formas de sobrevivir. En esta línea, el trabajo sexual no sería la excepción a esta constante búsqueda de la subsistencia. “Cuando tú y yo trabajamos, no estamos más alienadas en el sistema neoliberal que otras, entonces, la pregunta es ¿Por qué en el trabajo sexual en específico habría una situación de esclavitud?”, comenta Glavic.

La respuesta a esta cuestión tiene que ver con que “por cierto en el trabajo sexual se hacen analogías con otra clase de cuestiones, estoy pensando en la trata, en la violación, en la explotación sexual, en las redes de prostitución, en la explotación sexual infantil y una podría generar una serie de redes en torno al trabajo sexual y rápidamente criminalizarlo o rápidamente ponerlo del lado de la explotación”, reflexiona.

Sin embargo, “la idea que defienden colectivos, sindicatos de trabajadoras sexuales es que les interesa defender ciertos derechos, en la medida que no estamos exentas de reproducir estructuras en las cuales esto que nosotros llamamos trabajo, tiene un componente tanto sexual y reproductivo como productivo”, dice y concluye respecto de este punto “lo que quiero decir con esto y para responder a esto que trajiste de Federici, es que bueno, no reproduzcamos escenas de trabajo sexual y reproductivo en el que nos vemos sometidas a condiciones de dominación. Entonces por eso es interesante cuando travestis o personas trans que ejercen el trabajo sexual dicen nosotros también tenemos agencia ahí, nosotros también tenemos la capacidad de obrar políticamente en torno a esto y a decidir”.

-Desde esta mirada teórica, si todos los trabajos constituyen una forma de opresión para la mujer, ¿Por qué el trabajo sexual sería valorado como un trabajo degradante para la mujer? ¿Qué hay en cuanto a la cuestión moral en este terreno? 

-Hay concepciones morales en torno a considerar el trabajo sexual como una forma específica de denigración de las mujeres, en el que las mujeres siempre están sometidas, como si no pudiera haber también deseo en la posibilidad del trabajo sexual. Como si siempre la relación de intercambio monetario significara una violencia, sobre la cual no es posible hacer ningún tipo de ejercicio -de agencia digamos- de toma de otra posición (…) Por el hecho de que haya intercambio ya hay una violencia y es interesante, porque finalmente en todos los trabajos que hacemos hay un intercambio monetario, hay extracción de plusvalía, pero lo interesante es pensar por qué en el trabajo sexual hay este componente. Yo creo que sí, efectivamente hay una cuestión moral, efectivamente hay una suerte de camisa de fuerza en torno a pensar a las mujeres en cuanto objeto.

Imaginarios heteronormativos en el trabajo sexual

Otro aspecto para traer a la reflexión son los prejuicios heteronormativos de las dinámicas del trabajo sexual, en este punto la filósofa hace referencia al prólogo planteado por la Fundación Margen, en el libro titulado “Haciendo de puta” de la activista por los derechos de las trabajadoras sexuales, Melissa Gira Grant,donde expone que también hay muchos prejuicios de este tipo, “dicho de otro modo, siempre es un hombre sobre una mujer el que accede a servicios sexuales y lo que ellos dicen es bueno, no es cierto que siempre sea así, porque si bien es muchísimo menor, también hay mujeres que pagan por servicios sexuales, pero además hay dinámicas en relación al género que se ven trastocadas cuando el que busca servicios sexuales es un varón que busca a una travesti, que busca a una transexual o un taxiboy -que tienen mucho más rol masculino- y que se reconocen muchas veces heterosexuales, siendo que ejercen el trabajo sexual homosexual”.

Y concluye que “existe un prejuicio heteronormativo en que siempre es un hombre el que ejerce la penetración y la mujer la que es penetrada y los que son penetrados siempre están en una posición feminizada, por lo tanto, con eso siempre se estaría ejerciendo una forma de dominación donde las mujeres y el cuerpo feminizado son explotados y además siempre hay una condición de víctima”.

El reconocimiento de sujetos en sociedad y el rol del feminismo en términos políticos

Sensato es el equilibrio y el reconocimiento de estas personas como participantes de una sociedad que avanza en dirección a transformaciones sociales que pongan fin a la precarización de la vida en todos sus aspectos. Es así que Glavic enuncia en voz de las mujeres que ejercen el trabajo sexual  “Somos trabajadoras y lo interesante de destacar eso tiene que ver con ver que somos sujetas más completas y que nos damos cuenta de nuestro entorno y de lo que se suele creer de nosotras”, a este respecto es importante considerar “la cuestión de la clase, de la raza, cuántas mujeres que son migrantes ejercen el trabajo sexual, porque no tienen otra posibilidad y cómo el trabajo sexual significa muchas veces una mejora en la calidad de vida, la generación de redes, o sea, redes tanto entre mujeres”, plantea .

“A mí me interesan los derechos humanos de las mujeres de las disidencias, de las personas que puedan ejercer el trabajo sexual, que como cuerpos feminizados puede que estén muchísimo más expuestas a violencia, a precariedad laboral e inseguridad, etc.”, dice y suma a esto el aporte de lograr puntos comunes en las miradas desde el feminismo respecto de estas prácticas “del mismo lado me parece que como feministas no podemos sostener un tipo de prácticas que sean criminalizadoras, ni tampoco que se enmarquen en prácticas punitivas del estado, en el sentido de ‘no queramos que esto exista, porque me parece que es explotación’, en circunstancias que hay compañeres que están ejerciendo hoy el trabajo sexual y que lo quieren o lo necesitan hacer, como tantas otras prácticas merecen ser pensadas o deben ser consideradas en torno a bastantes aristas, es decir, es una práctica antigua, aceptada socialmente y no aceptada socialmente”, apunta.

Y sugiere avanzar tanto en términos legales como sociales, “en eso pienso que la posición feminista es muy relevante. Cuestiones como las que tu traías me parecen súper importantes, las mujeres que ejercen el trabajo sexual son en su mayoría mujeres que viven en condiciones de precariedad, entonces claro, pienso que deberíamos aspirar a un mundo donde sea la precariedad, sobre lo cual nosotros nos cuestionemos”.

Y para finalizar indica que es necesario ir más profundo que un mero asunto de leyes o el básico aseguramiento sanitario, no olvidar “que son personas que en su día a día, siguen viviendo en condiciones de discriminación o de no consideración, siguen siendo consideradas como personas que importan menos ‘bueno, si se murió o la atacaron se murió en su ley’, porque estaba expuesta o ‘bueno, la violación  y la prostitución están ahí a una distancia de este porte’. Todas esas cosas no pasan solamente por la ley, son cuestiones culturales”, finalizó.

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