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Luna Miguel, escritora española: “Lo erótico está en la mente de quien lee, no tanto en la voluntad de quien escribe” BRAGA Créditos: Lenguaraz en Instagram

Luna Miguel, escritora española: “Lo erótico está en la mente de quien lee, no tanto en la voluntad de quien escribe”

Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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Luna Miguel (32), es periodista de profesión, pero se desempeña como escritora, ensayista y editora. La poeta española estuvo hace pocas semanas en Chile, en el marco de la presentación de su libro “Leer mata”, editado en nuestro país por Los libros de la mujer rota. Comenzó a publicar sus poemarios a los 18 años y, desde entonces, han visto la luz títulos como “Estar enfermo”, “Exhumación”, “Poetry is not dead” (Premio de Poesía Hermanos Argensola), “La tumba del marinero”, “Los estómagos” y “El arrecife de las sirenas”, entre varios más. “Hay que eliminar todas esas etiquetas, porque las etiquetas pueden crear nichos y barreras. Una etiqueta supuestamente te distancia del concepto de lo universal. Todo lo femenino ya es universal, no hay que universalizar lo femenino”, comenta Luna Miguel en conversación con El Mostrador Braga.


Pues mira, era mi primera vez en Chile y yo creo que han pasado ya unos 15 días desde que volví, pero creo que todavía me estoy recuperando, no porque bebiera demasiada piscola (ríe), sino porque fue muy intenso. Hicimos (ella y Ernesto Castro, escritor y filósofo español, amigo y pareja de Luna) un montón de actividades, visitamos todas las librerías que pudimos, participamos en muchos eventos, conocimos a muchísima gente muy interesante y todavía estoy intentando centrarme y saber qué pasó, fue todo tan intenso que todavía no he podido descansar el cerebro de Chile. Además, se me sigue apareciendo constantemente. El otro día, para desconectarme del mundo después de tanta intensidad y de hablar con tanta gente, me fui yo sola a pasar unos días a Marsella, una ciudad francesa que está muy cerquita de Barcelona, actualmente estoy escribiendo sobre ella y pues me fui sola para investigar y tomar notas. Entonces fui al cine, a ver el documental de Annie Ernaux (Nobel de Literatura 2022), y en el filme aparece Chile, porque ella viaja a Chile y aparecen los videos que ella grabó en Valparaíso y fue como ¡Dios mío, no me puedo quitar Chile de ningún sitio! Está en todas partes. Así que si bien yo ya me he ido de Chile, Chile no se ha ido de mí”, comenta la escritora en conversación con El Mostrador Braga.

Caliente es un libro que aborda temas como el poliamor y el despojo de los tabúes en torno a la sexualidad de las mujeres —dos cosas que suelen despertar la polémica en la sociedad actual, caracterizada por la heteronorma—. El texto invita a reflexionar sobre estas temáticas, a la vez que incluye a más autoras que permiten profundizar en este mundo sin prejuicios. 

“La revolución es una revolución del deseo. Se opone al abuso, al acoso y a la violencia. Y está a favor de un deseo en donde las mujeres, las jóvenes, las lesbianas, trans, travas y otras identidades tengan voz, palabra, poder y piel. El freno a la violencia no es puritanismo, sino, por el contrario, una pelea por el placer” (Caliente, Luna Miguel).

—En general hablar sobre sexualidad y placer, hablar de esas cosas en voz alta, de esas cosas de las que siempre nos han obligado a hablar en susurros, resulta en cierto modo liberador. Da miedo, incluso a veces puede ser doloroso, pero muchas veces no tanto para quien habla, sino para quien luego lo lee, para quien escucha, puede resultar liberador. Y le puede quitar el miedo y puede, incluso, invitarle a seguir hablando. Yo creo que es como una especie de dominó que va cayendo, ¿sabes? Cuando una habla, cuando alguien escribe sobre un tema que está “prohibido”, a pesar de que parezca que no está prohibido, porque en 2022 podríamos pensar que la sexualidad es algo súper mega permitido que se pueda hablar de ello en todas partes, pero muchas veces es mentira, sigue siendo objeto de burla, y objeto de acoso también, pero cuando uno empieza, es fácil que las siguientes piezas sigan cayendo, que las siguientes ventanas se sigan abriendo. Entonces, yo creo que lo liberador no es tanto el tema, porque creo que hay muchos temas que son tabú que no tienen porqué tener relación con lo sexual, también hay tabúes sobre la muerte, sobre la enfermedad, sobre temas políticos, pero no es tanto el tema como el gesto de hablar, el gesto de decir lo que supuestamente no se puede decir, ese gesto es lo que nos libera.

La revolución del deseo

¿Y qué opinas precisamente de este término, del “femenino” en tanto placer o escritura / literatura?

—Cuando escribí Caliente no lo tenía muy claro. Como ves mis referentes siempre son muy franceses, yo soy muy francófila, entonces sobre todo he leído literatura francófona y ensayo francés y precisamente hoy –3 de enero de 2023— estamos en el aniversario del fallecimiento de Monique Wittig, que es una de mis prensadoras francesas favorita, luego afincada en Estados Unidos. Yo creo estoy un poco con ella y con toda su corriente de pensadoras que creen que hay que eliminar todas esas etiquetas, porque las etiquetas, al final, pueden ser nichos, crean nichos muchas veces y crean barreras. Una etiqueta supuestamente te distancia del concepto de lo universal, pero yo muchas veces lo que quiero es intentar darle la vuelta. Para mí, una de mis obsesiones no es eso que dicen que el Yo se vuelva universal, sino que directamente el Yo ya es universal, todo lo femenino ya es universal, no hay que universalizar lo femenino. Y lo femenino ya es universal porque las mujeres estamos en el universo, las mujeres somos muchas, hay muchos tipos de mujeres. Entonces, me gustaría darle la vuelta a ese concepto. Creo que es paternalista obligar a quien escribe, desde su Yo etiquetable, ya sea porque es mujer etiquetable o porque es LGTB etiquetable, porque es una persona racializada o por su clase social, es muy pretencioso decir: “bueno, ha escrito desde su feminidad o desde su postura queer, pero es igualmente un relato universal”, ¡cómo no va a ser universal!, si es una persona del universo que existe en este mundo. Entonces, por ahí va un poco lo mío con lo de la etiqueta de lo femenino. Me parece que durante mucho tiempo ha sido muy útil, pero que las etiquetas hay que saber cuándo dejar de usarlas. Cuando hacemos congresos de escritoras o de escritura femenina o de escritura queer, está muy bien, porque sirven para poner ese nombre en el centro, pero en cuanto lo hacemos debemos quitarnos la etiqueta de en medio, porque podríamos caer en el error de convertirnos en un nicho, de convertir nuestro reclamo de ser vistas en otra barrera más para no serlo, y ese es el peligro de la etiqueta. 

“Emily Dickinson escribió: «Estoy orgullosa de mi corazón roto». Bad Bunny cantó: «No me rompiste el corazón, yo ya lo tenía roto». Y entonces me pregunto si el estado primario del corazón quizá sea esa grieta, esa cuchillada; y si el trabajo verdadero de la vida —y del placer, y de la escritura— consiste en inventar una mascarilla pegajosa, densa, con la que poco a poco volver a ensamblarlo” (Caliente, Luna Miguel).

—Algo que me gustó mucho en Caliente es que involucras los clásicos con lo contemporáneo, por ejemplo, Emily Dickinson y Bad Bunny ¿de qué forma crees que la literatura nos rodea?

—La base de la literatura son las palabras y la base de la comunicación son las palabras, y utilizan la misma materia prima, es decir, quien escribe literatura utiliza la misma materia prima de quien escribe en WhatsApp, de quien cuenta sus intimidades o de quien escribe letras de reggaetón. Por eso las palabras son así de poderosas, porque conforman nuestra manera de ser, nuestras sociedades y las culturas, inevitablemente, entonces yo creo que es muy necesario y muy útil para darse a entender y para poder compartir ese disfrute, el goce que es la creación literaria, pero al mismo tiempo ese arte es uno de los más inaccesibles. La música, el cine, etc., se nos han hecho más accesibles en comparación a la literatura. Entonces, cuanto más labor hagamos los escritores por salir de lenguajes académicos y por mezclarnos con nuestro lenguaje propio, pues mejor podremos comunicarnos con el resto de los humanos y mejor podremos también hacer que las cosas bellas, feas, interesantes o difíciles que queremos contar, sean escuchadas y leídas. Además, muchas veces se ha pensado que es el lector el que tiene que hacer siempre el máximo de los esfuerzos por entender a un artista y no el artista el máximo de los esfuerzos por hacerse entender. Entonces, yo creo que estamos en un momento, en un punto en el que es interesante que el escritor que está ahí con su en su mundo y en su cueva, salga un poco, que le dé el sol y perree (risas).

—En relación con eso mismo, el reggaetón destaca por ser un género que habla mucho de lo sexual y del placer. ¿Tú consumes literatura erótica? ¿Considerarías, por ejemplo, que podría ser un tipo de “mala” literatura, así como el reggaetón es considerado “mala” música?

—Yo pienso que todo lo que tenga que ver con la etiqueta “erótico” está mal considerado. De hecho, uno de los libros recientes que yo he leído que más eróticos me parece, con más escenas sexuales que yo haya leído, y con una importancia a lo sexual, que insisto, que haya leído yo en los últimos años, es Poeta chileno de Alejandro Zambra, donde están todo el rato chingando. Entonces, por qué ese libro es literatura a secas y cuando una mujer escribe escenas eróticas es literatura erótica, es decir, literatura de segunda fila. Yo tengo un club de lectura en el que a veces hacemos talleres de lectura y me gusta mucho hablar con mis compañeras que están apuntadas, porque siempre llegamos a conclusiones muy bonitas. El otro día hablando de cómo leer o cómo escribir literatura erótica, concluimos que, más bien, cuando se trata de una escritura cercana a lo sexual, lo erótico no es la escritura, lo erótico está en quien lo lee. A veces yo leo sobre cuerpos y a mí eso no me produce ninguna excitación, no me produce ninguna extrañeza y otras en las que sí, o sea, para mí, por ejemplo, Poeta chileno de Zambra, me parece literatura erótica, pero porque yo como lectora lo estoy asumiendo así. Entonces, empezamos a trabajar esta idea, que a mí me interesa mucho, de si acaso, el erotismo pesa más en el trabajo del lector que en el trabajo del escritor. Y por ejemplo, con Caliente, hay gente que me ha dicho que se ha llegado a poner cachonda leyéndolo, y yo no lo he escrito pensando en excitar a nadie, pero hay gente a la que el hecho de que yo desvele ciertos temas, el que yo abra ciertas puertas, les ha parecido gustoso. Así que, por eso me parece que lo erótico está en la mirada de quien lee, en la mente de quien lee, no tanto en la voluntad de quien escribe. Por eso me parece que hay que reivindicar que la literatura erótica no es un género concreto, sino que el erotismo lo atraviesa todo. Ahora mismo, por ejemplo, mi pareja está leyendo El Quijote y en El Quijote hay escenas de sexo y de prostitutas en burdeles, es decir, en El Quijote hay erotismo también, hay sexualidad; los clásicos están llenos de sexualidad y de cuerpos y yo creo que es interesante eso de detenerse a pensar dónde está el acto erótico, si en quien lee o en quien hace lo que puede escribiendo.

—¿Qué es lo que te parece más erótico de la lectura?

Pues mira, el otro día pensaba en los sonidos de la lectura. Estaba en la cama con mi pareja, y estábamos leyendo. Yo ya me había ido a dormir, me quedé así como acurrucadita, y de repente, escuchaba el paso de las páginas por sus dedos, cómo de repente doblaba una página, y me pareció súper, no sé, súper sexy esa cosa del roce de la piel con el papel, me pareció súper bonito. Entonces, siempre hablamos de lo bonito que es ver a la gente leyendo en el metro, o en la calle, o en una terraza, o en un sofá, pero nunca nos fijamos en los sonidos de la lectura, a qué suena, a qué suena alguien que lee y eso me pareció súper bonito y a eso es a lo que le estoy dando vueltas ahora.

—Tú comienzas el libro contándonos que tienes el corazón roto y que empiezas a buscar otras formas de amor, ¿considerarías que el ser humano no está hecho para mantener relaciones monógamas? 

—A ver, es que no lo es ya de por sí, o sea, yo creo que el ser humano está preparado para cualquier cosa. Creo que es necesario que, cuando nos crían, cuando crecemos y cuando empezamos a ser personas funcionales, sepamos todas las alternativas que hay en nuestra vida y todas las opciones que tenemos, todas las posibilidades. Y que no nos dé vergüenza, que no nos prohíban amar a quien queramos amar y salir con quien queramos salir. Lo que nos falta son referentes, entonces, yo no sé si el ser humano es por naturaleza monógamo o poliamoroso o lo que sea, yo no lo sé, no lo puedo saber porque la sociedad en la que vivo, al menos a mi generación, nos ha enseñado que el amor es la pareja romántica heterosexual. Luego, gente más joven que yo ha vivido otras cosas y ha tenido otras referentes, pero yo creo que en mi generación, los nacidos en los 90, somos probablemente la última que ha vivido ese ver en la pantalla todo el rato el mismo tipo de pareja, el mismo tipo de amor, o el mismo tipo de familia, etc. Entonces, por eso digo que, yo no sé cómo es el ser humano en general, ni lo voy a saber nunca. Lo que sí sé es que, al menos, una parte de mi cultura y una parte de mi generación, que está intentando huir de esos modelos preestablecidos, nos sentimos absolutamente perdidos, porque no sabemos hacer otra cosa, y una de las cosas que pasa cuando salimos de esas monogamias, es que no sabemos cómo practicar todo lo demás,  no sabemos cómo relacionarnos, porque muchas veces tampoco tenemos con quién hablarlo y tampoco tenemos dónde comunicarlo, porque estamos probando cosas nuevas, cosas que nunca habíamos hecho. Yo muchas veces me digo, dios mío, ojalá fuera monógama, porque todo sería más fácil, aunque en realidad no lo era, entonces creo que necesitamos ejemplos, tener herramientas para que sea cual sea el tipo de relación que estamos practicando, nos sintamos un poco más seguros en todo momento. 

Morir y renacer con la lectura

“Lectora mortal. Lectora muertita. Lectora que se mata. Matarse a leer, eso sí que lo hace bien. En La gravedad y la gracia, Simone dice: «Leer por detrás de lo sensacional la necesidad, leer por detrás de la necesidad el orden, leer por detrás del orden a Dios». Será porque leer mata que leer nos eleva” (Leer mata, Luna Miguel).

—Tú además de escritora, poeta, ensayista, eres editora, si tuvieras que elegir algún tipo de lectora según Leer mata ¿qué tipo de lector te gusta, siendo editora?

A mí me encanta editar todo tipo de cosas, es decir, sobre todo me he especializado en autoras jóvenes y en sus primeras novelas, pero pensando en los lectores y en las lectoras, a mí me gustan mucho los lectores enfermizos, aquellos que se lo comen todo y que lo quieren leer todo y que quieren pasarlo todo por sus ojos. O sea, a mí me gustan los lectores curiosos, que les da igual que lo siguiente que lean sea un ensayo sobre medicina y lo siguiente una novela de amor y lo siguiente un poemario hecho solo con vocales, no sé. Quiero decir que a mí me gusta eso, me gusta hablar y me gusta escribir y editar y conversar con lectoras y lectores que no le tienen miedo a nada.

—¿Te considerarías más lectora que escritora?

Teniendo en cuenta las horas que dedico a leer y las horas que dedico a escribir, y las horas que dedico a dormir, sería principalmente: leer, luego dormir, y luego escribir; soy más durmiente que escritora en este caso (ríe). En realidad, la escritura es a lo que menos tiempo le dedico en mi día a día, como mucho una hora al día, en temporadas extremas de mucha escritura se puede convertir en seis horas al día, a lo mejor, una locura de repente. Pero en el día a día me obligo a escribir todos los días, para que no se me olvide cómo se hace y para no perder la dinámica, pero teniendo en cuenta a qué dedico mi vida, yo me llamaría más lectora que escritora, pero es que me parece que para ser escritora, tienes que ser lectora. Entonces, es inevitable ser lectora y escritor a la vez. Y al mismo tiempo, cuando una lee mucho, es ineludible querer escribir, aunque sea para decir qué te ha parecido lo que has leído. Yo creo que es un círculo vicioso en el que es imposible ser una cosa sin ser la otra.

—¿Qué es lo que te parece más espantoso de escribir?

Pues mira, lo más espantoso de escribir y de ver a alguien escribir, es cuando estás en esa época en la que ya no puedes hablar de otra cosa que no sea lo que estás escribiendo y entonces, te encuentras a ti misma explicándole a las madres del colegio de tu hijo que tu personaje lo has tenido que cambiar de moreno a rubio porque no sé que no sé cuánto, o a tu mejor amiga contándole por cuarta vez quién es no sé cuál filósofa, o a tu pareja contándole cuántos capítulos te quedan por escribir. Es decir, ese momento en el que ya es inevitable que la persona que está escribiendo solo pueda hablar de su obra, porque ya está tan metido dentro que no hay manera de sacarlo del pozo, me parece un momento divertido, pero también horrible, porque solo importa el libro.

“(…) «Los libros que nos importan no son los que leemos, sino los que nos leen a nosotros. La grandeza de Lolita, que es también su peligro, es que nos obliga a reconocernos tanto en Humbert Humbert como en lolita. Es quizás la razón por la que habría que prohibir Lolita, y por la que es absolutamente inútil hacerlo. Lolita no inventó el abuso a menores, ni puede hacer nada para impedirlo ni tampoco nada para fomentarlo; solo le da un nombre, una sombra, una leyenda que nos permite, como el mango de la sartén, tocar lo que quema sin quemarnos las manos nosotros». Esa somatización, y no otra cosa, esa mala lectura, y no otra cosa, es la que durante buena parte de su adolescencia mató a Somática” (cita al pie de página, Leer Mata).

—Hay una cita al pie de página de Rafael Gumucio respecto de Lolita, ¿Qué opinas sobre la cultura de la cancelación en relación con ciertos temas, autores e incluso autoras? 

Creo que ya no sirve como antes, es decir, creo que fue un arma muy poderosa en tiempos del Me too, porque fue muy liberador y nos permitió, precisamente, decir las cosas en voz alta, decir cosas que nunca se habían dicho, pero después de la denuncia ¿qué viene? Me parece que nos hemos acomodado también en ese no pensar ¿qué viene después? Entonces, yo siempre abogo por utilizar otro término, que es la cultura de la reparación, es decir, después de haber contado el mal, después de haberlo descubierto, ¿qué viene?, ¿cómo podemos convivir?, ¿cómo podemos seguir leyendo?, ¿cómo podemos seguir viviendo?, ¿cómo podemos curarnos?, ¿cómo podemos, incluso, perdonarnos? A mí me parece que es urgente pensar en esa reparación y en cómo llegar o qué clase de dinámicas nos permitirán llegar a esa reparación. Una de las formas en las que yo quiero llegar a eso, por ejemplo, ha sido durante todo el verano en el club de lectura que tengo, en donde hicimos una especie de ciclo de cómo leer al escritor macho, porque yo creo necesario eso de leer al enemigo, conocer quiénes son los referentes masculinos y “machunos” de nuestra cultura. Esto lo dice, además, Cristina Morales, que es una de las autoras españolas que más admiro, quien dice que hay que hacerse cargo de ese doble goce: el de criticar al macho, pero también disfrutar de su obra; una cosa no quita la otra. Entonces, mi postura es un poco esa, dejar de pensar tanto en los conflictos, si no en cómo generar puentes de reparación, porque si solo nos quejamos y no buscamos soluciones, vamos a seguir en el mismo punto de dolor en el que estábamos antes. Yo abogo porque haya un espacio en donde se procure el entendimiento, y ahora el entendimiento pasa por leer lo que está en las antípodas de nuestro pensamiento, pero también hacer ese esfuerzo desde los dos lados, no solo nosotras, que ese esfuerzo también lo hagan los que están del otro lado, que son los que siempre han sido los vagos que no han hecho nada.

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