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Emma Sepúlveda sobre Colonia Dignidad: ‘‘Las mujeres no podían hablar del abuso porque esa era la única vida que conocían’’ BRAGA Créditos: Archivo Villa Baviera ex Colonia Dignidad

Emma Sepúlveda sobre Colonia Dignidad: ‘‘Las mujeres no podían hablar del abuso porque esa era la única vida que conocían’’

Antonia Sepúlveda
Por : Antonia Sepúlveda Periodista en El Mostrador Braga.
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Emma Sepúlveda estudió Historia en la Universidad de Chile y se tituló en Estados Unidos, país donde vivió por más de tres décadas. Magíster y doctorada en la Universidad de California, ha recibido numerosos reconocimientos por su trabajo en literatura y en defensa de los derechos de personas latinas en ese país. Hasta ahora ha publicado 23 libros tanto de escritura creativa y crítica literaria, como de enseñanza del castellano y de investigación. “Necesitamos obligar a la justicia chilena a que no cierre esta puerta y debemos seguir clamando a los políticos para que despierten y hagan investigaciones sobre qué le pasó a las mujeres y a los niños de Colonia Dignidad”, comentó en conversación con El Mostrador Braga, a propósito de su último libro “Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa (memorias de Ilse en Colonia Dignidad)”.


Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa (memorias de Ilse en Colonia Dignidad), es el último título publicado por la autora Emma Sepúlveda, de la mano de Editorial Catalonia; una novela que zigzaguea entre la ficción y la realidad, con una historia que parece inspirada en una distopía.

“Estas son las memorias que escribió Ilse, mi madre adoptiva. Las redactó en alemán y yo hice la traducción al español. Traté de mantener su palabra simple, de mujer niña e inocente, a la que solo le permitieron recibir cuatro años de educación básica en las décadas que vivió prisionera de la secta. Ilse luchó hasta los últimos meses de su vida para que se hiciera justicia. Para que algún día se cerraran los portones de Colonia Dignidad. El macabro lugar donde niños, mujeres y hombres, alemanes, chilenos y de muchas otras nacionalidades fueron martirizados por Schäfer y los jerarcas de la secta.

Así comienza esta novela fruto de una rigurosa investigación sobre una vida y su dramático entorno. Transcurre en la Colonia Dignidad, un asentamiento de colonos alemanes fundado en Chile en los años 60 por Paul Schäfer, exmiembro de las juventudes hitlerianas. Como líder de la Colonia, Schäfer ejecutó prácticas nazis a las que le dio un carácter religioso. En sus largos años acumuló gran poder y dinero y fue estrecho colaborador de Augusto Pinochet, poniendo la Colonia al servicio del dictador, con la complicidad del gobierno alemán”, reza la contraportada del libro.

Si bien Ilse no existió como sujeto real, se nutre de cada una de las historias de cientos de mujeres que fueron prisioneras en el campo de concentración alemán que se asentó al sur de nuestro país.

“Es la historia, la voz, de muchas mujeres. Existió una historia muy similar a la de la familia de Ilse, la protagonista, en donde nos encontramos con una familia que se va de Alemania, pero el padre se queda, por lo que cuando el resto de la familia llega a Chile, el padre no se reúne con ellos por muchos años, por eso quise escribir este libro desde el punto de vista de una de las hijas, y cuando decidí hacerlo en primera persona y en forma de diario, pensé específicamente en la hija mayor. Para mí, como mujer, y como defensora de los derechos de las mujeres y de los derechos humanos, golpeó a la puerta de la inspiración el personaje de una niña porque me pareció que la tragedia era tan inexplicable, que el horror podía ser mejor entendido si se describía de una manera inocente e incrédula, con la voz de una persona que, mientras escribe estos diarios, se va haciendo una autoterapia y se va convenciendo de que todo lo que le prometieron, fue una mentira. Fue un gran desafío como escritora, no solamente entrar en la mente de una niña torturada física y emocionalmente, sino que me pareció muy interesante que, mediante la escritura, ella va dándose cuenta de la verdad, y eso fue, psicológicamente, lo que más me costó escribir, el poder empoderarla para que ella se diera cuenta de toda esta farsa, que su vida había sido una mentira, que los seres humanos en los que ella más confiaba, la habían traicionado”, relata la autora. 

“Silencio es fortaleza” era una de las frases que debían repetirse, sobre todo niños y mujeres, tras los constantes abusos perpetrados por los jerarcas de la colonia, ¿cómo hoy podemos relevar sus voces?, ¿hacerlas escuchar y visibilizarlas?

He sido una gran estudiosa del silencio, mi tesis doctoral es sobre el uso del silencio. Existen tantos niveles de silencio en esta novela; primero, el silencio envuelve a todos los personajes femeninos, porque no podían hablar con nadie, no podían escuchar a nadie. El tema del silencio es importantísimo, porque solamente se podía romper cuando tenían que realizar sus confesiones públicas, entonces, “el silencio es fortaleza, pero también manipulado por el jefe”, “el silencio es fortaleza, pero también tú te tienes que quebrar y romper ese silencio solamente cuando se trate de delatar a otra persona ante los ojos de Dios”. La otra parte me impactó durante estos años de estudio, es el silencio cómplice que ha tenido Chile durante décadas. Nadie ha hablado de estas mujeres, nadie se ha preocupado ni preguntado por qué no se hizo nada, por qué tantos niños chilenos fueron secuestrados, abusados, fueron obligados a tener trabajo forzado; entonces, es otro nivel, el silencio de un país completo, de la clase política. El silencio es un tema que hilvana las páginas de este libro.

—Me gusta mucho esa reflexión que hace Ilse cuando finalmente logra escapar, y se comienza a cuestionar si Dios es una mujer. ¿Crees que se formó, en cierto sentido, sororidades dentro de la propia colonia, de mujeres que se apoyaban entre ellas, dentro y fuera del recinto?, ¿las mujeres tienen un mayor poder de empatía?

De lo que me di cuenta en mis lecturas, es que las mujeres universalmente tienen un instinto y una fuerza invencible. Si bien en Colonia Dignidad se les prohibía a las mujeres tener cualquier tipo de conexión, admiro profundamente el poder de sobrevivencia que tuvieron. Ninguna se suicidó, por ejemplo, eso demuestra nuevamente un poder invencible que tenemos las mujeres. No obstante, pese a que las mujeres salieron de la colonia, la colonia no salió de las mujeres; las programaron como unos reales robots.

—También está bastante presente el sentimiento de vergüenza, el no querer contar sobre los abusos y violaciones, ¿piensas que la vergüenza, sobre todo en mujeres, se relaciona con la culpa?, ¿una culpa religiosa/machista?

—Yo creo que en el caso específico de las madres, que sabían que sus hijos estaban siendo abusados por Paul Schäfer, fueron dotadas de un fanatismo religioso extremo, torturándolas a través de electrochoques y fármacos, entonces, era imposible actuar de una forma racional. Volviendo al tema de que “el silencio es fortaleza”, el saber que están abusando a mi hijo, pero no poder decir nada, y los niños también, sentían el verdadero terror. Yo creo que a las mujeres les pasó eso, no podían hablar del abuso porque esa era la única vida que conocían, esa era su normalidad. He leído testimonios de parejas que se casaron después de salir de la colonia y dormían en la misma cama esperando la llegada de la cigüeña, sin tener relaciones sexuales, porque jamás nadie les enseñó lo más básico de sexualidad. La falta de información les hizo perder hasta el sentido común.

—Todavía existen crímenes cometidos en la Colonia en impunidad, no solo con los propios ciudadanos alemanes e hijos chilenos adoptados, sino con Detenidos Desaparecidos de la dictadura, ¿crees que algún día será posible encontrar justicia?

—Sí, y por eso escribí este libro, porque los que creemos en una justicia, que no es solamente divina, creemos que tarde o temprano los culpables tienen que pagar. Y pienso que vamos a ver justicia, lo que pasa es que no tenemos que seguir guardando silencio. Tenemos que seguir hablando del tema, tenemos que seguir denunciando los abusos, necesitamos obligar a la justicia chilena a que no cierre esta puerta y debemos seguir clamando a los políticos para que despierten y que hagan investigaciones sobre qué le pasó a las mujeres y a los niños de Colonia Dignidad. Debemos entender que no es un capítulo cerrado, está completamente abierto y necesitamos encontrar justicia porque sin justicia, será difícil seguir adelante. No aprender del pasado es peligroso. Tenemos que recordar también a las víctimas de la dictadura de Pinochet, que fueron llevados a Colonia Dignidad, ¿qué les pasó?, ¿por qué?, ¿dónde están?. Me gustaría que Gabriel Boric, quien aparentemente es un presidente que quiere volver a abrir capítulos que se han cerrado arbitrariamente en Chile, busque una solución, que nos encamine hacia la justicia final de las víctimas de Colonia Dignidad. 

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