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El día que la cueca se transformó en un grito por los DDHH: 35 años de una lucha con rostro de mujer BRAGA

El día que la cueca se transformó en un grito por los DDHH: 35 años de una lucha con rostro de mujer

Cincuenta y dos compases, una estrofa y dos remates, con rima en los versos pares: la cueca chilena musicalizó las danzas en las fondas y llenó de alegría la fiesta nacional, también se convirtió en transmisora de la historia oral, dejando en la huella sonora un retazo del momento. Así, en plena dictadura militar un grupo de mujeres, a rostro descubierto, se paró frente a la cámara de la Campaña del No para bailar la Cueca Sola y denunciar el episodio más violento del país: la detención y desaparición de miles de personas. Treinta y cinco años después la lucha continúa.


Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer en el Teatro Caupolicán, se presentó por primera vez la Cueca Sola. Era 1978 y la obra compuesta por Gala Torres, en honor a su hermano detenido desaparecido, marcó un precedente en las formas de protesta contra la dictadura civil militar y se convirtió en la manifestación más pacífica para narrar el episodio más oscuro del país.

Mediante una danza en solitario, madres, hermanas y esposas de víctimas de desaparición forzada (entre ellas Tania Toro y Ladys González) portaron en el pecho las fotografías de sus seres queridos detenidos desaparecidos, visibilizando así su ausencia y manifestando la demanda por verdad y justicia.

El baile se convirtió en un símbolo de denuncia de las violaciones a los derechos humanos durante y después del régimen, tanto en Chile como el extranjero. En 1988 y con la dirección de Ignacio Aguero, las integrantes del grupo de denuncia se pararon frente a la cámara de la franja electoral por el NO y con ello se transformaron en una pieza ícono de la lucha y defensa de los Derechos Humanos.

 

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35 años después la lucha continúa, pero la mayoría de las mujeres que buscaban a sus seres queridos se fueron esperando encontrar respuestas y dejaron en sus hijas, hermanas y nietas la tarea de mantener la demanda de pie.

Así, con nuevos rostros y el abrazo de un país que el 11 de septiembre pasado volvió a gritar “Nunca más” junco con ellas, el conjunto folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos se patenta como un retrato vivo del arte como campo de la memoria, verdad y justicia.

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