Con la exaltación del estallido aún muy presente en las calles, el 25 de noviembre de 2019 Chile – a través del colectivo Lastesis – patentó el himno internacional del feminismo “Un violador en tu camino”, marcando un hito que permitió la incorporación de la perspectiva de género de manera transversal en la institucionalidad nacional. Sin embargo, esta perspectiva se encuentra actualmente en peligro, según politólogas y expertas en feminismo.
Era abril de 2018 cuando se dieron a conocer las primeras denuncias masivas de acoso, abuso y violencia sexual contra profesoras y estudiantes de distintas universidades de Chile. Gracias al acompañamiento entre pares y frases como “yo te creo”, decenas de mujeres y disidencias se atrevieron a denunciar más casos, lo cual generó una toma de una treintena de universidades, a la par de movilizaciones masivas para exigir justicia, pero no sólo eso. Charlas y encuentros interuniversitarios dieron cuenta que las demandas no sólo descansaban en la seguridad integral de mujeres y diversidades, sino que se relacionan también con prácticas sexistas y desigualdades estructurales.
¿Una nueva Ola Feminista? Así lo plantearon especialistas en su momento. De lo que no cabe duda es que este proceso fue un antecedente clave de lo que se vendría después: la revuelta o estallido social, llamada también la revolución de las y los nietos de la dictadura.
Para la politóloga Javiera Arce, si bien al principio del estallido social “no había” una división de roles en hombres y mujeres, a su juicio el 25 de noviembre (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer) marcó un punto de inflexión en ese sentido y fundamentalmente en el liderazgo político que desde allí se construiría en futuros procesos, como la Convención Constitucional.
El mismo uso del espacio en la calle, en la que fue testigo de cómo grupos de hombres le negaban el espacio a mujeres y que también ocurrió en espacios posteriores como la comisión que trató el Acuerdo por la Paz, marcaron puntos en los cuales mujeres sintieron, como siempre, la postergación de su rol político. El planteamiento de la idea de paridad, para ella fue un primer paso.
“Va a retomar la protesta del 2018, que queda como medio inconclusa, naufragada y la va a movilizar dentro de la agenda política”, asegura. “El movimiento feminista del 2018 tuvo mucha importancia porque ya habían redes de comunicación y además había experiencia que permitió avanzar en 2019 hacia una organización súper inorgánica y más horizontal”, agrega.
“Aspirábamos a una transformación sustantiva de la institucionalidad y eso no llegó y no va a llegar”, sostiene una de las autoras del proyecto de paridad. Para ella, el nuevo escenario plantea amenazas “a la democracia, a la calidad de vida de las mujeres y al reconocimiento de las mujeres”.
En esta lectura coincide la académica de la Universidad Diego Portales, Hillary Hiner, quien pone el acento en el segundo de los procesos constitucionales, donde ve la propuesta como “mucho más conservadoras que la constitución del 80”.
“La ultraderecha busca incluso retroceder, y eso se ve muy claramente cuando hablamos del derecho de quién está por nacer, la píldora del día después o la pastilla anticonceptiva, es una posición súper conservadora y muy fundamentalista en lo religioso”, subraya.
Un hecho paradójico si se analiza en comparación a todo lo ocurrido en 2019, cuando las mujeres, de alguna u otra manera, tuvieron un rol fundamental en la revuelta.
Para la también integrante de la Red de Historias Feministas, la multiplicidad de lugares que ocuparon las mujeres en contexto de revuelta es quizá huella insigne.
Desde las encapuchadas de la primera línea, hasta las agrupaciones artísticas, las mujeres que ocuparon las calles en brigadas de salud y derechos humanos, “las mujeres de la legua que iban con sus carros de supermercado a repartir comida”, son parte del paisaje que recuerda Hinner como más representativos del momento.
“También pienso en los cabildos, asambleas desde lo barrial, donde se cuestionaba qué pasaba con el toque de queda, las violaciones de derechos humanos, las denuncias, mamás que se preocupaban por el efecto de lacrimógenas y los químicos”, sostiene.
La figura de la actual senadora, Fabiola Campillay, reconoce la académica como un “símbolo de la violencia” contra las y los manifestantes, que en el caso de mujeres y disidencias sexogenéricas tomó la forma, reconoce, de violencia política sexual.
De la misma manera, la enarbolación de banderas como la LGBTQ+ y de pueblos originarios -principalmente mapuche- materializó la demanda por el reconocimiento de su preexistencia, así como el cese a la violencia histórica contra este grupo, lo que después dio lugar a la emergencia de figuras como la machi Francisca Linconao y Elisa Loncón, en la Convención Constitucional.
Otro de los momentos representativos del estallido fue la interpretación de Un violador en tu camino del colectivo Lastesis, cuando la movilización comenzaba a menguar. El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25 de noviembre), el canto contra “el Estado opresor es un macho violador” repercutió no sólo en Chile sino que dio la vuelta al mundo: fue traducido e interpretado en más de cinco idiomas, incluso en países conservadores, como Turquía.
“Esa performance también se hizo en un contexto de denuncias de violación a DDHH, mutilaciones oculares, violencia política sexual por parte de Carabineros en el contexto de estallido”, subraya.
Para la Vocera de la Coordinadora Feminista 8M, Camila Olmos, un episodio posteiror pero también fundamental fue el pintado de “Históricas” el 8 de marzo de 2020, donde más de dos millones de mujeres y diversidades se sumaron a una de las movilizaciones más masivas de este tipo.
“Fue un momento hermoso y, sin lugar a dudas, demostró que las mujeres tienen un poder movilizador fundamental en el seno de esta revuelta. Nuestro rol fue esencial en este proceso”, destaca.
La doctora en sociología de la Universidad Católica Silva Henríquez, Diosnara Ortega, observa “así como en todos los momentos de conflicto social y represión, las mujeres asumieron principalmente un rol histórica y patriarcalmente asignado: la resistencia”, dado la distribución de roles feminizados en la protesta, donde ve que las mujeres ocuparon “la primera línea” de las labores de cuidados.
En definitiva, tanto para la socióloga como para las otras analistas, la agenda feminista se originó en las movilizaciones anteriores al estallido, al cual también se compartió.
“Las disputas de género son siempre disputas políticas y todo proceso de transición o pretensión de transición política, atraviesa también el género como espacio de poder. El ascenso de las narrativas y grupos neoconservadores en Chile tiene un curso muy parecido al del resto de América Latina y tendrá consecuencias de retrocesos importantes en lo avanzado por el movimiento feminista en el último período: pero no es el fin”, puntualiza.