
Fútbol para mujeres centenarias
Hoy, aunque no por ley estatal, pero sí por prácticas prejuiciosas y discriminatorias persisten diferencias injustificables que conspiran contra el adecuado desarrollo del fútbol jugado por mujeres.
Fernanda Pinilla, licenciada y magíster en Física de la Universidad de Chile, actualmente defiende la camiseta del club León de México.
En una reciente entrevista, esta admirable científica y futbolista afirmó: “En el fútbol chileno la lucha se tiene que orientar a soluciones como un salario mínimo, que sea acorde a la vida de una deportista profesional”. La claridad de su afirmación, seguramente, se vincula con una de sus especialidades, la Física Cuántica.
Soy de corazón albo, jamás lo oculto, y me desbordo en orgullo porque un fabuloso plantel de mujeres, liderado por Tatiele Silveira, tiene un desempeño colosal en la liga chilena y está próximo a disputar nuevamente una Copa Libertadores de América. Colo – Colo es la única institución que ha campeonado en este torneo con sus ramas femenina y masculina.
Las Albas, han dado la cara por el club en el año de su centenario. Encabezan de manera inapelable la tabla de posiciones y han ganado todos sus partidos, la mayoría de las veces goleando con marcadores tenísticos.
Esta supremacía, sin embargo, también debe ser motivo de alerta. No son muchos los equipos chilenos que ofrecen remuneraciones, infraestructura y cuerpo de apoyo con la misma calidad que el de las actualmente tricampeonas. Lo digno y necesario es que sean muchos más, ojalá todos.
El panorama no es muy distinto a nivel sudamericano, aunque sí en Europa. Durante la reciente Copa América Femenina disputada en Ecuador, Marta, la mujer más legendaria de este deporte, se quejó duramente de las condiciones provistas por la organización. Cuestionó hablar de fútbol profesional en el certamen. Y vaya que en su país (Brasil) saben de escollos para el balón pie de mujeres: producto de una ley promulgada durante el gobierno de Getulio Vargas, este deporte estuvo prohibido para las mujeres desde 1941 hasta 1979.
Hoy, aunque no por ley estatal, pero sí por prácticas prejuiciosas y discriminatorias persisten diferencias injustificables que conspiran contra el adecuado desarrollo del fútbol jugado por mujeres. Esto ocurre especialmente en Sudamérica, pues el panorama de la Eurocopa femenina de este año fue muy diferente.
Salario, infraestructura y apoyo, enlistamos más arriba, pero a ello se suman: inadecuada difusión, absurda planificación (en Chile fechas del campeonato nacional se juegan los jueves a las 12 del día), paupérrima cobertura de prensa y transmisión (a regañadientes por Youtube), mala asignación de recintos y caprichoso empleo de tecnologías (ni siquiera la Copa América tenía VAR), entre otras.
Para justificar lo anterior suele acudirse siempre a la misma cantinela: que el fútbol femenino no genera los mismos ingresos que el masculino. ¿Y cómo va a ocurrir algo diferente si, de entrada – por sesgos y machismos – no lo suprimimos como en el país del fútbol hace años, pero si le ponemos cortapisas? ¿Qué persona puede tener un rendimiento de elite sin las condiciones mínimas y justas para evaluarla con esa vara? ¿Cómo podemos ser tan tercos para comparar lo incomparable y hablar desde las inmerecidas ventajas? ¿Qué negocio lícito no requiere de inversión para producir ganancias?
Lo bueno de todo esto es que no necesitamos ser físicos cuánticos como Fernanda Pinilla, jugadores centenarios como las Albas o el mejor futbolista de todos los tiempos como Marta, para darnos cuenta de lo que podemos y debemos rectificar. Ya nos han dicho que hacer. La pelota hora está en los pies de todos y todas quienes aman el fútbol.
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