
Día de las y los profesores: Feminización docente, puntaje de entrada, y deuda con la educación
El 16 de octubre se celebra en Chile el Día de la Profesora del Profesor, pero más allá de esta fecha conmemorativa, cabe preguntarse: ¿qué celebramos realmente hoy?. Según investigaciones basadas en los datos abiertos del Mineduc sobre cargos docentes, en los últimos años, más de 20 mil docentes menores de 40 años han desertado del sistema educativo, lo que equivale al 14% de la dotación. Esto se suma a un problema generalizado que enfrenta el profesorado de nuestro país y del mundo.
En este contexto, creemos que este día de conmemoración debe trascender los saludos protocolares y reconocimientos en redes sociales. Hoy, más que nunca, es urgente abordar la otra deuda histórica que la sociedad y el Estado mantiene con el gremio docente.
La reciente discusión sobre el puntaje de ingreso a las carreras de pedagogía vuelve a evidenciar una política pública incompleta, que simplifica un problema que es mucho más complejo que sólo el acceso a la carrera. Sin duda, elevar el estándar de ingreso persigue un objetivo legítimo: mejorar la calidad de la formación inicial docente y, por consiguiente, de la educación en nuestro país. Se busca atraer a “las y los mejores” a la tarea de educar. Sin embargo, esta medida corre el riesgo de ser una simple ilusión de calidad, si no se acompaña de una transformación profunda de las condiciones en las que las y los futuros – y actuales – docentes ejercen su labor, así como una revisión crítica de la Formación Inicial Docente.
El verdadero desafío no radica sólo en quiénes ingresan a las aulas universitarias, sino en quiénes permanecen en las aulas escolares y en qué condiciones lo hacen. Mientras se eleva la vara de exigencia académica para acceder a las carreras de pedagogía, se abordan con lentitud las causas del agobio laboral, la burocratización del trabajo docente y el éxodo constante de profesoras y profesores. Ambas dimensiones deben avanzar juntas: mejorar la formación inicial y dignificar las condiciones laborales. Cualquier intento de elevar estándares sin resolver lo segundo, no termina por resolver el problema de fondo.
Como profesoras feministas, insistimos en que este debate debe incorporar la perspectiva de género. La pedagogía es una profesión altamente feminizada: más del 73% de quienes ejercen en el sistema escolar somos mujeres. Y esto no es un simple dato estadístico, es una clave política. No se puede pensar una transformación de las pedagogías ignorando las brechas de género, las dobles o triples jornadas laborales por la sobrecarga de los cuidados y la precarización laboral que afecta a las mujeres que sostenemos el sistema educativo.
Estamos en un momento clave para la educación de Chile. Lo que ocurra en los próximos años depende, en gran medida, de las decisiones que tomemos hoy.
Al revisar las propuestas en materia de educación de las y los candidatos presidenciales, podemos ver que la crisis docente y la búsqueda de calidad son temas centrales. Sin embargo, las soluciones parecen estar atrapadas siempre en un camino sin salida.
Particularmente las propuestas de algunas candidaturas de derecha que hacen hincapié en la “libertad de enseñanza”, corren el riesgo de seguir profundizando la lógica de mercado y la segregación existente en el país desde la dictadura militar, debilitando la capacidad del Estado para asegurar una educación pluralista y de calidad para todas y todos y, al mismo tiempo, menoscabando la educación pública que concentra a las y los estudiantes con mayores necesidades y desafíos.
Mención aparte merecen los constantes ataques a la llamada “ideología de género”, a la “cultura woke” y a la Educación Sexual Integral que sostienen algunos candidatos. Estas posturas no sólo contradicen la realidad que se vive hoy en las salas de clase, sino también vulneran los derechos de niñas, niños y adolescentes a acceder a información, a ser escuchados y a recibir una educación basada en la diversidad y el respeto.
Que las y los jóvenes quieran estudiar pedagogía, y que luego decidan permanecer en ella exige una política integral en educación escolar, una que incorpore el género como un eje central del debate, y que reconozca la experiencia de quienes están en las aulas como un aporte intelectual fundamental para pensar la educación con un pie dentro de la sala de clases.
En el día de las profesoras y los profesores, es fundamental recordar que las mejoras en la educación no se alcanzan nada más con filtros de ingreso más exigentes, sino que con una profesión docente que se desarrolle en condiciones dignas, más atractivas y valoradas, especialmente para las mujeres que la sostienen día a día.
No basta con pedir más compromiso, vocación o mérito a quienes quieren ser profesoras o profesores. Es momento de exigir más a la sociedad, al Estado y a la clase política: que asuman la responsabilidad de fortalecer la profesión docente, de garantizar condiciones laborales justas y de reconocer el rol fundamental que cumplen quienes educan a las futuras generaciones, recordando que educar es, ante todo, un acto colectivo.
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