
Educación Sexual Integral: una urgencia frente a la violencia en la manosfera
En los últimos años, la radicalización antifeminista de jóvenes, principalmente varones, se ha consolidado como un fenómeno global y alarmante a nivel global y nacional. En los entornos digitales —particularmente en la llamada manosfera— proliferan discursos que banalizan la violencia, glorifican la dominación masculina y deslegitiman los avances en temas de género.
Espacios virtuales que se presentan como “comunidades de apoyo” para varones descontentos se han transformado en incubadoras de odio y desinformación, donde se reconfiguran las identidades masculinas desde la frustración, el resentimiento y el miedo a perder privilegios. Esta expansión digital no es ajena a los procesos políticos y culturales contemporáneos: emerge en paralelo al fortalecimiento de los movimientos feministas, como respuesta reactiva al avance de la igualdad de género y a la transformación de los modos de relación entre mujeres, hombres y disidencias.
En Chile, los datos revelan un panorama preocupante. La violencia de género entre adolescentes se ha incrementado de manera sostenida: más de la mitad de las jóvenes declara haberla sufrido y la justificación de la violencia contra las mujeres se duplicó entre los varones en solo siete años. La violencia escolar entre pares, los discursos de odio en redes y el aumento de delitos graves cometidos por jóvenes evidencian un tejido social en tensión. No se trata de hechos aislados, sino de síntomas de una cultura que aún no ha logrado construir una educación afectiva, ética y sexual que promueva vínculos basados en el respeto, la empatía y la igualdad.
Frente a esta crisis, la Educación Sexual Integral (ESI) no puede seguir siendo un area del conocimiento educacional desplazado por prejuicios y desconocimientos sobre su aporte, si no que se requiere avanzar en comprenderlo como un proyecto ético y político para formar subjetividades capaces de habitar la diferencia sin convertirla en amenaza.
Desde la reforma curricular de los años noventa, Chile arrastra una deuda histórica en materia de ESI. Han pasado décadas sin una política nacional coherente, sistemática y sostenida que aborde los afectos, la sexualidad y los cuidados desde un enfoque de derechos humanos y de género. Mientras otros países avanzan en estas temáticas, la producción de materiales pedagógicos y la institucionalización de la ESI, nuestro país sigue discutiendo su pertinencia.
Sin embargo, hoy se abre una oportunidad histórica: en los próximos días se realizará el Primer Congreso Nacional de Educación Sexual Integral, con la participación de destacadas invitadas/os internacionales y nacionales. Este encuentro no solo busca compartir experiencias, sino instalar una conversación ineludible: cómo garantizar el derecho a una educación sexual integral que forme para vivir una vida plena, libre y responsable, capaz de resistir la violencia en todas sus formas, incluidas lasque emergen en el espacio digital.
En tiempos de polarización y discursos de odio, apostar por la Educación Sexual Integral es afirmar la vida en común frente al miedo, la empatía frente al desprecio y la palabra frente a la violencia.
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