ACU: El arte de resistir en dictadura con música, poesía y obras de teatro
Fue el movimiento estudiantil más importante de fines de los ’70. Nacidos como una organización artística y cultural, fue también un bastión de la resistencia política, y una instancia fundamental para generar redes sociales. Su historia, hasta ahora dispersa, se unifica en el libro de Víctor Muñoz Tamayo, Recuperando el asombro: historia de la ACU.
Las flores que se adelantan corren el riesgo de helarse tempranamente. También, durante su breve existencia, son más relucientes que todo lo que las rodea. Esta idea, que bien podría parecer un proverbio oriental, es un retrato de lo que sucedió con uno de los movimientos artístico-politícos más importantes en el Chile de fines de los 70 en la juventud: la Agrupación Cultural Universitaria, ACU.
Durante el tiempo en que funcionó, entre 1977 y comienzos de los ’80, fue un referente artístico, y de este impulso saldrían, más tarde Rodrigo Lira, Gregory Cohen, Ramón Díaz Eterovic, Diego Muñoz Valenzuela, Pía Barros, Armando Rubio, «Aquelarre» y «Santiago del Nuevo Extremo», entre muchos otros creadores, a título individual o colectivo.
La idea de las flores tempranas se ajusta perfectamente a lo que sucedió con ellos, a tal punto que la publicación del grupo se llamó La Ciruela, y se transformó en una creación emblemática, bajo el eslogan "la ciruela florece siempre antes de la primavera". En un momento en el que Chile carecía prácticamente de asociaciones estudiantiles, la ACU organizó diferentes corrientes en torno a sus actividades, y resultó un espacio fundamental para rearticular las redes sociales que habían quedado debilitadas tras la instauración de la dictadura.
El surgimiento de la ACU deriva de la organización de un festival folclórico, en 1979, en la Universidad de Chile, y de la consecuente creación de la Agrupación Folclórica Universitaria. De su historia quedó un registro disperso y difícil de rastrear, que se unifica ahora en el estudio Recuperando el asombro: Historia de la ACU, del historiador Víctor Muñoz Tamayo.
Enfrentando al miedo
A través de entrevistas a quienes participaron en la organización del movimiento -que tuvo su fin tras la promulgación de la Ley general de universidades, en 1981-, el autor rescata el papel de la agrupación y su importancia como antecedente para el movimiento estudiantil que surgiría después, tras la reorganización de la Federación de Estudiantes de Chile, FECH.
"El período anterior a 1981 es bastante desconocido, pero muy importante, porque es el momento en el que se constituye el sujeto social que resiste a la dictadura, recupera la voz, se enfrenta al miedo y nace la posibilidad de organizarse, tanto en las poblaciones como en las universidades. Y la necesidad de expresar se va por el canal de la poesía, por el teatro, la música. Todo eso permite juntarse y volver a confiar en el otro; es la recuperación de las personas en términos sociales", cuenta.
¿La ACU fue tan importante en lo político como en lo cultural?
-Fue un movimiento artístico, político y cultural, porque su concepción no parcelaba cada una de esas dimensiones, sino que las entendía como parte de la formación de un ser humano y de una sociedad integral. La dictadura acusó a la ACU de hacer política con el resquicio de la cultura. Por ahí Jaime Vadell dijo ‘tuvieron razón’, porque fue un resquicio para soñar con una sociedad construida a partir de nuestros propios deseos. Pero no es que hubiera comisarios de la izquierda chilena y ordenaran la formación de un movimiento social bajo el aspecto de un grupo cultural. No fue así. En la ACU ningún aspecto fue supeditado al otro: era tan importante reunirse a hacer poesía como pensar en actos de sabotaje al régimen.
La dinámica de las voces convergentes
"Simplemente que estas cosas son de todo el que las sienta
y es mi voz la que las canta, mas es de todos la conciencia
simplemente las verdades se van haciendo una sola
y es valiente quien las dice, más valiente en estas horas."
"Simplemente". Santiago del Nuevo Extremo
-¿De qué manera la ACU ayuda a canalizar, a través de la cultura, un discurso político que en ese momento estaba vedado?
-La ACU abre un camino. Sobre todo, con la posibilidad de volver a reunirse, de volver a sentir confianza en el otro. La lírica de las canciones o las obras de teatro responden a una opción estética, pero también a las posibilidades que en ese momento había para decir algo. La canción "Simplemente", de Santiago del Nuevo Extremo, por ejemplo, dice cosas muy trascendentales, pero en el fondo no las completa: las empieza a decir y supone que el público va a terminar ese discurso político. Esto se abre de a poco, y da la posibilidad de que después se constituyan los primeros centros de alumnos democráticos, que empiecen las primeras manifestaciones contra el régimen, que el movimiento estudiantil sea más confrontacional contra la dictadura. Eso genera toda la respuesta de la Ley General de las Universidades, que intenta reconstruir la universidad de manera más controlada. No se logra porque todo iniciado por la ACU y otras organizaciones permitió abrir espacios y que se reconstruya la FECH.
-De alguna manera, empujó una rueda que no paró más de girar.
-Claro. Lo que pasa es que se conoce lo que pasa después, con la crisis económica, cuando se desatan las protestas y el sistema se muestra defectuoso. Se acelera la respuesta pública, y en eso se gana mucho, pero se pierde el componente de la expresión artística, asociado a esquemas de participación muy horizontales, muy amplios.
Recuperando el asombro
-Si bien el movimiento de la ACU se da de modo bastante continuo, tiene momentos clave, como la marcha del silencio, o los caupolicanazos. ¿Cuáles identificas como los momentos centrales de esa historia?
-La ACU hay que entenderla en relación con todo un proceso nacional. Los primeros años son los de la formación y de darse cuenta de que es posible. Los tipos se sorprenden de lo que ellos mismos están generando. Piensa que el 77, ellos tienen la idea de hacer un festival folclórico. Los hitos son estas salidas públicas, la posibilidad de llenar el Caupolicán, o darse cuenta de que empiezan a ser peligrosos y los comienzan a prohibir. En esos momentos ellos tienen que resistir y hacer las cosas igual.
Una vez, a la rama de plástica, se le prohíbe hacer una exposición, y salen los estudiantes con los cuadros colgando en su cuello, como un atril, caminando por los campus. Cada uno de esos momentos es un hito. También hay otros momentos en los que la ACU converge con un movimiento de resistencia más explícitamente político, como en la marcha del silencio, en apoyo a la huelga de hambre de los familiares de detenidos desaparecidos.
Hay varios momentos importantes incluso después de la promulgación de la Ley general de universidades; Gregory Cohen, de la dirigencia, se va preso cerca de ocho meses, y la ACU lanza su consigna "rescatemos el asombro", que es un momento muy dramático, en el que llama directamente a la rebeldía. Eso es el último grito, en el fondo, porque se reconstituye una rebeldía pero en otro sentido, no en el lado artístico, aunque los artistas siguen en lo suyo.
-¿Por qué crees que la ACU permanezca en la memoria colectiva casi a modo de anécdota, sin que haya sido sopesada toda la importancia que tiene como antecedente de lo que viene después?
-Es verdad, no ha sido suficientemente valorada. Cuando empecé mi investigación, me decían ‘pero estás investigando sobre nada’. Es cierto que quedó muy restringida a la memoria de los que la vivieron. La idea es precisamente rescatar ese pasado, que lo conozcan las nuevas generaciones.