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Matías Bize regresa en «La memoria del agua» al fetiche de su filmografía: el amor de pareja El estreno en salas comerciales está programado para el segundo semestre

Matías Bize regresa en «La memoria del agua» al fetiche de su filmografía: el amor de pareja

En esta película, protagonizada por la española Elena Anaya (La piel que habito) y el actor nacional Benjamín Vicuña, Bize regresa al tema esencial en su filmografía, las relaciones de pareja, ya presentes en «Sábado» (2002), «En la cama» (2005), «Lo bueno de llorar» (2007) y «La vida de los peces» (2010). Todas estas películas son tan íntimas que podrían ser incluso de una misma historia. “El punto de inicio es mi propia vida, mirarme hacia adentro y ver qué me podría pasar a mí», confiesa el realizador.


Matías Bize (Santiago, 1979) ha filmado cinco largometrajes y ha ganado un premio Goya (en 2011, por La vida de los peces), entre otros premios internacionales.

En el segundo semestre del año (27 de agosto) estrenará su última obra, La memoria del agua, protagonizada por Benjamín Vicuña y la española Elena Anaya (La piel que habito). Una historia trágica, sobre un matrimonio que pierde a un hijo.

Egresado de la Escuela de Cine de Chile, asiduo visitante de las tablas chilenas (“me gusta mucho ver a los actores chilenos en escena”), seguidor de películas como Magnolia (de Paul Thomas Anderson, 1999) o Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) o directores como Stanley Kubrick, en ésta nueva obra Bize vuelve al tema central en su filmografía, su gran fetiche: el amor de pareja.

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En crisis

Si en Sábado (2002) hablaba de una pareja en crisis, En la cama (2005) de una pareja que se enamora, Lo bueno de llorar (2007) habla de una que se separa y La vida de los peces (2010) de otra que se reencuentra, en esta ocasión Bize “quería reflexionar un poco sobre qué le sucedía a una que se veía enfrentada a una prueba o a una crisis”.

“En este caso es sobre una pareja que pierde un hijo y cómo lucha esa pareja por el amor, cómo se enfrentan a esta prueba que les toca”, cuenta. “Es una pareja en la que no está puesta en duda el amor, una pareja sólida, a la cual de repente le cae una bomba atómica. Siento que todos alguna vez hemos tenido que luchar por el amor, como pareja”, agrega.

Él mismo, estando en una relación estable, se preguntó qué le pasaría enfrentado a una situación límite y ése fue el génesis del filme, para el cual sin embargo no realizó ninguna investigación especial, ni se juntó con parejas que habían perdido un hijo.

“La película no es de autoayuda ni una guía sobre qué pasa en esta situación”, explica. “Traté de hacer una cinta profunda y elegante, porque en este tema es muy fácil meterse a hacer algo muy burdo”.

Para La memoria del agua, Bize ha trabajado un lustro, entre otros con una residencia de cuatro meses en Berlín en 2012, en lo que fue “un espaldarazo para la producción”, ya que además le permitió afinar una coproducción con Alemania, España y Argentina.

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Como único hispanoamericano, Bize fue seleccionado ese año junto con otros cuatro directores (un filipino, una iraní, una holandesa y una irlandesa) para un programa de residencia del Festival de Cine de la capital alemana que le permitió dedicarse exclusivamente a escribir el guión, en el que labora junto a su colaborador habitual, Julio Rojas.

En 2012, Bize, que había visitado Berlín anteriormente en 2005 y 2007 por sus películas anteriores,  se instaló en un departamento del barrio multicultural de Kreuzberg, de agosto a fines de diciembre, para alternar la rutina de escribir con viajes en bicicleta por la ciudad.

“Me cundió muchísimo”, recuerda. “Además es muy bonito para una película tener una visión desde otro lugar, escribiendo una película que yo sé que va a pasar en Santiago. Te da una mirada interesante”.

Papeles protagónicos

Aunque suene raro, Bize no tenía a ningún actor en mente para los papeles protagónicos de La memoria del agua.

“Sí tenía muchas ganas de trabajar con Elena Anaya”, admite. “Quería que ese personaje fuera una extranjera. Yo venía siguiendo su trabajo hace mucho tiempo, me gustó muchísimo lo que hizo en ‘La piel que habito’, y simplemente le escribí y le mandé el guión”, cuenta.

A Anaya ya le había gustado mucho En la cama y La vida de los peces, y tras leer el guión le dijo a Bize que quería estar en la película. “Me escribió un mail larguísimo, muy bonito. Luego fui a Madrid, nos juntamos a conversar, empezamos a ensayar, a leer el guión”.

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El cineasta cree que la española “le sumó muchísimo” a la obra. “Es una tremenda actriz, en la película también está brillante, y estoy súper contento que haya estado, porque por un lado está el guión, que lo estuve trabajando varios años, pero finalmente los actores son los que hacen que la película crezca”, dice.

En cuanto a Vicuña, el contacto se dio de manera diferente. “Fue Benjamín el que se acercó a mí. Me llamó un día, me dijo que se había enterado de lo que trataba la película y que él tenía muchas ganas de participar. Dijo que si estaba abierto el casting, él quería participar”.

Vicuña es otro actor que el cineasta admira mucho. “Lo vengo siguiendo desde hace mucho tiempo, desde el teatro, y es un actor con el que también tenía muchas ganas de trabajar. Que me haya llamado y se haya acercado me pareció súper valiente, teniendo una historia muy cercana a la de la película”, agrega.

En cuanto a su trabajo actoral, “siempre que está muy bien en la película y se entregó totalmente. Aportó toda su experiencia como actor, la vivencia que le tocó, y siento que eso también le da una profundidad a la película súper importante”.

La película se filmó en julio y agosto en 2014, en Santiago (Ñuñoa, Providencia) y el sur (Puerto Varas, Puerto Montt), y se distingue de las cintas anteriores del director por tener más de 80 locaciones. “Fue un desafío además no sólo porque era una historia potente, sino también a nivel de producción, con cuatro países involucrados…”.

Vivencias personales

Como ya se ha dicho, La memoria del agua tiene en común con las obras anteriores de Bize el hecho de ser una historia de una pareja. ¿Pero cómo llegan estos relatos al director?

“En general parten de una vivencia personal”, responde. “Si bien no son autobiográficas, sí tienen una génesis autobiográfica. Con ‘Lo bueno de llorar’, una película que filmé en España, por ejemplo, yo estaba terminando una relación de pareja, y el film habla de eso. En ‘La vida de los peces’ también: yo estaba terminando con una novia y pensaba qué pasaría si me encontraba con ella diez años después, que es lo que pasa en el film”.

Para Bize las cintas parten de la pregunta de qué le pasaría a él en una situación, “porque así me resultan. Así me siento cómodo, hablando  de una historia que siento cercana. Siento que es más fácil hablar desde una verdad cercana a lo que uno conoce”, dice.

¿Pero a nivel personal, afectivamente, no es doloroso?, porque son temas complejos y eventualmente otro artista no querría hablar de ellos… “Tiene que ser complicado porque si no, no hay ficción y no hay película”, replica. “Son cosas que también están superadas, y cuando son desde el dolor, la verdad es que también es súper inspirador trabajar desde el dolor. Yo no me sentiría cómodo haciendo una película de algo que sienta lejano”.

“Siempre mis películas son historias de parejas, más o menos de mi edad, cosas que me podrían pasar a mí o a mis cercanos”, reflexiona. “El punto de inicio es mi propia vida, mirarme hacia adentro y ver qué me podría pasar a mí”.

Es esa cosa personal, tan cercana, la que hace que Bize se dedique obsesivamente a sus obras. Sólo a su última cinta ya le dedicó un lustro. Películas íntimas, una característica que une a todas sus obras, con una temática que hace que todas podrían ser parte de la misma historia.

Para el espectador

Por supuesto que a pesar de ser tan personales, Bize no deja de pensar en el espectador. “Me interesa que se lleve algo para la casa con cada película, que la disfrute, que se emocione, pero que también haya una reflexión”, señala, consultado por “sus” espectadores. Algo que ha logrado con creces, y en todo el mundo.

“Tengo la suerte de haber viajado por todo el mundo con mis películas. Que se te acerque alguien llorando, emocionado, en Abu Dhabi, de una cultura totalmente distinta, y que te diga que ‘La vida de los peces’ es su historia, es muy potente”, asegura.

“Lo mismo me pasó en Cuba, con ‘En la cama’. Eso me ha pasado en todo el mundo y es muy lindo. Es lindo porque si bien uno hace una historia muy particular, finalmente termina siendo universal. Creo que eso tiene que ver con cómo uno trabajar la película, con la delicadeza y el amor que uno le pone”.

Suerte gigantes

A la par de esta dedicación sin duda hay también una evolución: desde “Sábado”, que filmó con 23 años y $30.000 de presupuesto, donde los actores trabajaron a porcentaje y que ganó varios premios internacionales, a “La memoria del agua”, una coproducción de cuatro países.

“Siempre creo que hay un crecimiento, una evolución, cada film intenta dar un paso más allá, hacer un desafío mayor, y también crecer: desde el nivel de público, la producción, pero sobre todo en la calidad de la película, que sea más potente y perdure más en el espectador”, dice, aunque señala que les tiene cariño a todas. “Todas me han aportado muchísimo, a mi carrera y a nivel personal”, afirma.

Bize confiesa que siempre supo que quería hacer películas y vivir de eso. “Lo que me tiene más satisfecho es que no sólo vivo de las películas que hago, sino de las que quiero hacer, y de eso estoy muy agradecido”, admite. “Una suerte gigante”.

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