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Ética, democracia y planificación espacial Opinión

Ética, democracia y planificación espacial

La virtualización de la política no reemplaza la participación. Pero si profundiza los modelos representativo liberales herederos de los regímenes de excepción. Una clara demostración de esto, es la tendencia a securitizar la agenda política en la implementación de políticas internas, aplicadas en un discurso justificador de políticas de excepción que sirvan para eludir responsabilidades estatales allí donde existen. Solo por mencionar, el caso del desarrollo turistico en diferentes ciudades de Chile. Usando los recursos públicos para securitizar los negocios privados, que profundizan las brechas de desigualdades en espacios segregados.


Las ciudades que promedian los 500 años en Chile fueron fundadas con la fe que dio inicio al pueblo. Su ordenamiento prístino basado en el damero ha modificado su cosmogonía ética y dio paso a recientes modelos de desarrollos basados en una mayor liberalización del suelo, bajo la denominada planta ortogonal de la cuadricula protestante de R. Sennett, que enfatiza en Sudamérica en colonialismo ético del desarrollo urbano neoliberal. La ciudad desde su génesis se basa en la generación del excedente y tamaña contradicción no podía hacer de la ciudad más que un determinismo utópico. El desarrollismo en el siglo XX en Chile, hizo del ferrocarril la industrialización. De hecho no existe otro proceso industrializador con la vigencia para ser retomado nuevamente que no sea considerar productivamente al Estado en torno al transporte público. Pues la eficiencia productiva del Estado no se puede ajustar al mercado y claramente este modelamiento del desarrollo requiere de un modelo de desarrollo espacial, como garantía de crecimiento productivo de la sociedad. La realización de esta experiencia estuvo al alcance del pueblo como definición de un proyecto de Estado nación, de carácter uninacional. Bajo estas condiciones el sistema político de la Constitución de 1925 busco definir racionalmente el modelo, toda vez que funcionó eficientemente la soberanía popular.

Muchas decisiones hoy parecieran ser más estratégicas, en la medida que abordan la incapacidad del Estado como una emergencia legitimada por un sistema político de excepción. Este reciente fenómeno en la forma de abordar las crisis del mercado y de la sociedad bajo un destino común, ha resultado ser una total ausencia de prospección en la línea de toma de desiciones. No por las características de cada escenario en particular, sino porque no existe una planificación espacial del Estado en torno al territorio en el manejo de sus recursos naturales, por ejemplo. Otro ejemplo es que se hace imposible colegiar democraticamente las decisiones políticas generadoras de bienes públicos en tanto es el espacio público el que genera ciudadanía. Esto es trascendental pues el espacio urbano es una espacio de humanización en tanto moralmente la política responde a una ética del bien común y no por cierto al lucro de la decisión privada basada en un incestuoso integrísimo del mercado en la decisión pública. De aquí que los costos de producción en Chile con una matriz energética altamente abusiva socioambientalmente, son propios de una economía de servicios auxiliar a una economía rentista. Por lo que un grupo de expertos no sustituye la soberanía colegiada democraticamente. Ya que primero se debe definir el modelo de desarrollo espacial para determinar cuanta potencia se requiere instalar y bajo que matriz energética.

La virtualización de la política no reemplaza la participación. Pero si profundiza los modelos representativo liberales herederos de los regímenes de excepción. Una clara demostración de esto, es la tendencia a securitizar la agenda política en la implementación de políticas internas, aplicadas en un discurso justificador de políticas de excepción que sirvan para eludir responsabilidades estatales allí donde existen. Solo por mencionar, el caso del desarrollo turístico en diferentes ciudades de Chile. Usando los recursos públicos para securitizar los negocios privados, que profundizan las brechas de desigualdades en espacios segregados. Sin que exista un escenario unificador de la ciudad, la seguridad y el espacio público. De aquí que sea recurrente mencionar la seguridad ciudadana bajo propósitos excluyentes al carácter multidimensional de las amenazas de la sociedad. Baste mencionar la ausencia de políticas de adaptación y mitigación para el cambio climático en la agenda de seguridad ciudadana. Toda vez que se constituyen los indicadores de los delitos contra la propiedad, como una causa y no como consecuencia del modelo de desarrollo. Por lo que no se admite que muchos recursos vitales como el agua, la pesca, constituyen escenarios predecibles de catástrofes, pues no tiene nada de democrático que estén privatizados y se incremente la vulnerabilidad.

Dicho anteriormente las ciudades más antiguas de Chile, fueron constitutivas de una cosmogonía del conocimiento ajeno a la ideología de la estatatización. Por lo que no se puede ser más verdad que el origen de nuestro pueblo. Ya que no puede ser legitima la voz del ideal de seguridad que propuso T. Hobbes hace más de trescientos años en su Leviathan, donde se explica que la seguridad del pueblo es la defensa de la propiedad privada. Ciertamente que existen fronteras y límites pero orientados a distinguir el mundo humano y el mundo de las cosas. Y lo político debe ser constitutivo de ideales movilizadores de la democracia, basados en una insobornable ética del conocimiento de lo público. Y no por cierto de los momentos que hacen de la ideología, la imagen desde una experiencia individual de la ciudad, para señalar que tenemos la mejor democracia que el dinero puede comprar.

Cristián Fuentevilla Saa. Cientista Político

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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