
“Oro amargo”: sobrevivir en un mundo dominado por hombres
Este sorpresivo thriller filmado en el norte, con un claro componente del western, un enfoque feminista y notables actuaciones tanto de Pancho Melo como de Katalina Sánchez, ofrece un cine chileno de entretención correcto que cumple con creces.
El segundo largometraje de Juan Francisco Olea se sitúa en el árido desierto del norte chileno, en el contexto de la minería. La historia gira en torno a Pacífico (Francisco Melo) y su hija Carola (Katalina Sánchez), quienes explotan una mina de cobre que les pertenece. Cuando uno de los mineros descubre un secreto que ambos ocultan, padre e hija deberán enfrentarse a difíciles adversidades y resistir un sistema que amenaza con aplastarlos.
Este film, con un estilo que roza el neo-western, funciona también como un potente retrato de la masculinidad tóxica en el mundo minero. Protagonizado por una joven que intenta sobrevivir en un universo dominado por hombres, en el patriarcado nortino más despiadado y misógino que se pueda imaginar, es una historia de empoderamiento femenino, donde Carola se ve obligada a desafiar tanto su juventud como los límites que le impone un sistema que la margina solo por ser mujer.
La película representa un giro significativo respecto a lo que tradicionalmente hemos visto en los westerns: relatos marcados por la violencia y la misoginia, donde las mujeres suelen ocupar un rol secundario, subordinado a los deseos del protagonista masculino. En esta ocasión, lo que propone Olea se alinea más con el espíritu de algunos westerns contemporáneos, como El poder del perro de Jane Campion, o las obras de cineastas independientes de Estados Unidos como Kelly Reichardt y Chloé Zhao. Aquí, los roles de género se invierten y se construye una narrativa centrada en el empoderamiento de la mujer.

Olea ya había demostrado su capacidad para generar tensión y construir suspenso en su anterior película, El cordero, protagonizada por Daniel Muñoz. Con Oro amargo, el director da un paso adelante en su madurez cinematográfica, mostrando un dominio sólido del lenguaje audiovisual. Se trata de una obra consciente de sí misma, que sabe exactamente cuándo provocar emociones e introducir elementos de intriga. Todo esto se ve coronado por un desenlace preciso, que no desentona ni exagera, sino que cierra la película con total lucidez y coherencia.
Uno de los puntos más destacados de esta producción chilena es su fotografía. Ya sea en exteriores, capturando la majestuosidad del desierto o en interiores más íntimos, la dirección de fotografía brilla. En las tomas al aire libre se utilizan con maestría planos generales y cenitales para reflejar la imponente belleza del desierto de Atacama, haciendo que los personajes parezcan insignificantes frente a la vastedad árida del paisaje. Guardando las distancias, esta propuesta visual recuerda, en cierto modo, la icónica fotografía de Winton C. Hoch en el espectacular clásico del western dirigido por John Ford The Searchers. En las escenas interiores, especialmente en minas y espacios cerrados, Olea demuestra un notable manejo de la luz, logrando mantener claridad sin que el filme se sienta oscuro pero manteniendo un toque claustrofóbico.
Las actuaciones protagónicas de Francisco Melo y Katalina Sánchez son destacables. Me atrevería a decir que Melo entrega la mejor interpretación de su carrera, incluso enfrentando exigentes escenas de terror corporal. Por su parte, Sánchez brilla en su primer rol protagónico, dejando claro que es una actriz con gran talento y proyección.
El elenco secundario, especialmente el grupo de mineros ofrece también interpretaciones sólidas. Sobresale Moisés Angulo, quien encarna a un minero más rebelde que se resiste a recibir órdenes de mujeres, contrastando con personajes más serenos y obedientes, como el interpretado por el gran Daniel Antivilo, quien da vida al tío de Carola.

Oro amargo ya se encuentra en cartelera y recomiendo verla. Es cine de entretenimiento bien realizado, con una producción cuidada y actuaciones notables. Además, el uso del género western funciona sorprendentemente bien. Resulta llamativo que, teniendo Chile paisajes desérticos tan impresionantes en el norte, este registro haya sido tan poco explorado. Ojalá que Oro amargo marque un precedente y sirva de inspiración para futuras producciones de westerns contemporáneos en el país.
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