
“Eddington”: un infierno llamado Estados Unidos
Ari Aster regresa con una nueva película más explosiva y sin miedo a nada. En Eddington, desmenuza el absurdo y la hipocresía de un país tan ridículo como Estados Unidos. Se trata de un Aster más político que en sus películas anteriores, pero igual de desquiciado, delirante y provocador.
Desde sus inicios, Aster se posicionó como una de las voces más llamativas del terror contemporáneo, gracias a dos potentes largometrajes: Hereditary y Midsommar, que lo catapultaron al reconocimiento mundial. Luego llegó Beau Is Afraid, una obra extraña que se alejó del terror tradicional pero mantenía esa paranoia latente tan característica suya. Dividió al público, y ahora, con Eddington, regresa a la comedia, aunque esta vez a través de un western político. Su estreno en Cannes volvió a generar opiniones encontradas, marcando un camino más cercano a Beau Is Afraid que a sus primeras obras. Puede gustar más o menos a los fanáticos del género, pero lo que es seguro es que no deja indiferente a nadie.
Ambientada en 2020, en plena pandemia, la historia transcurre en un pequeño pueblo de Nuevo México. El sheriff Joe Cross (Joaquin Phoenix), asmático y antivacunas, se enfrenta al alcalde Ted García (Pedro Pascal) en una feroz rivalidad política, exacerbada por los efectos del confinamiento y las tensiones sociales. Todo se convierte en un polvorín que termina sumiendo al pueblo en un caos absoluto.
Aster construye aquí una sátira social vista desde el absurdo. Se burla de todo y de todos, sin dejar títere con cabeza. Su misantropía es perceptible: parece despreciarnos por igual, y cualquier acción humana es motivo de chiste. Desenmascara la hipocresía social de su país con una violencia narrativa tan despiadada que no hay espacio para la redención, solo para un paisaje inhóspito que se asemeja al infierno y se llama Estados Unidos.

Eddington es una comedia negra, caótica, violenta, delirante y cruel, que gira en torno a una paranoia colectiva por el surgimiento de una nación enferma. Durante la pandemia, diversas formas de estupidez comunitaria afloraron y Aster las expone sin clemencia. La película es una radiografía de la locura estadounidense, donde Aster dispara sin piedad: desde el progresismo blanco privilegiado que defiende causas como Black Lives Matter, hasta los conspiranoicos antivacunas, los MAGA, la violencia policial, el racismo condescendiente, las fake news, las teorías de conspiración sobre pedófilos de la extrema derecha, el peligro de las redes sociales, el conservadurismo, el movimiento woke… Todos reciben su dosis de odio, y para Aster todos son igual de despreciables. Desde su tranquilidad en Nueva York, Aster arroja con un lanzallamas chorros de fuego sobre sus compatriotas y exhibe sin pudor el declive de un imperio en decadencia.
Además de sátira social, la película también funciona como un western contemporáneo. Sheriff, desierto, pueblo aislado, ley, orden, violencia: todos los elementos están ahí. La estética y la estructura remiten al género, con ecos de No Country for Old Men de los hermanos Coen y la brutalidad de Straw Dogs de Sam Peckinpah. Pero a eso se le agrega el tono irónico-político de South Park.
Aunque disfruté la película, se percibe algo irregular, como si fueran dos filmes en uno. La primera mitad, más política y satírica, es brillante y certera. Hacia el tercer acto, el relato se descontrola y cae en excesos que parecen buscar solo el impacto del “shock value”, sin el contenido sólido de la primera parte. Aun así, esa locura salvaje y provocadora tiene su encanto. Pero no alcanza el nivel de su comienzo.

Este es un Ari Aster divisivo, que dará mucho que hablar. Puede que los fans de sus primeras obras echen de menos al director del inicio, pero sin duda aquí se revitaliza y regresa más polémico que nunca. No todas las ideas funcionan, pero el riesgo se agradece. Eddington es un filme osado y valioso, que camina por la cuerda floja. Imposible no discutir de ella después de verla. Para bien o para mal.