
Diego Céspedes, director: “No es una película solo sobre disidencia, es sobre la ternura”
La Academia de Cine de Chile eligió La misteriosa mirada del Flamenco, ópera prima de Diego Céspedes, para representar al país en los Óscar 2025. El filme cerró este viernes la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián.
La Academia de Cine de Chile eligió La misteriosa mirada del Flamenco, ópera prima de Diego Céspedes, como la película que representará al país en los Premios Óscar 2025. Tras ganar el premio Una cierta mirada en Cannes, el filme inicia ahora la desafiante carrera hacia Hollywood. El filme cerró este viernes la sección Horizontes Latinos del certamen, en la que compite con otras once producciones de Chile, Argentina, Brasil, México, Ecuador y Uruguay. Durante las próximas semanas los esfuerzos del joven director están centrados en que los votantes de la Academia vean la película.
La nominación como representante chileno ante la Academia de Hollywood abre un proceso complejo. Céspedes explica que es la primera vez que se enfrenta a una campaña de difusión de esta magnitud.
“Hay que llamar la atención de los votantes de la Academia, en el fondo, que están principalmente en Estados Unidos, y hay otro… un porcentaje también repartidos en sus países, en América y en Europa principalmente, entonces hay que llamarlos a ver la película, a invitarlos a que vean la película, como dice el famoso slogan, como for your consideration, para que la tengan en consideración, entonces hay que invitarlos a que vean la película, invitarlos a que se sumerjan, que nos den la oportunidad de entenderla, de verla, de emocionarse. Eso, llamarlos a votar”, sostiene en conversación con El Mostrador.
En medio de la expectación por el recorrido de su ópera prima, Céspedes no pierde de vista lo esencial: narrar desde la ternura y la empatía, recordando que el cine, al igual que las relaciones humanas, es un espacio donde la memoria, el afecto y el reconocimiento mutuo son fundamentales en su trabajo.
La emoción del respaldo de sus pares de la Academia de Cine de Chile convive con el realismo sobre las dificultades.
“Es difícil, o sea, hay mucho trabajo por delante y es muy caro también, porque al final es una campaña que, como toda campaña, necesita plata, y las películas más grandes siempre tienen grandes compañías atrás. Hay una parte que es una suerte, y la otra parte es la plata que ponen las grandes compañías atrás de las grandes películas. Entonces también nosotros estamos en un lugar mucho más pequeño, llegando, entendiendo, dando lo mejor posible para representar a Chile”, dice.
El director sabe que la campaña implicará un ajuste de tiempos, viajes y energías. “Hay que estar preparado, hay que tener la cabeza preparada porque es mucho trabajo, y tiene un proceso como de acomodamiento de tus horarios, de tu vida, porque la campaña que hay que hacer es bien… hay mucho trabajo detrás, en América”, reflexiona.
Más allá de la internacionalización de su filme, Céspedes subraya la importancia de haber recibido el apoyo de sus pares en Chile:
“Es un respaldo importante de nuestros pares chilenos, de nuestros pares cineastas chilenos, y eso se siente súper gratificante. Porque es tu propia casa, desde donde uno crea, entonces tener ese respaldo de las compañeras y los compañeros cineastas se siente súper bien, súper gratificante”.
Ese reconocimiento se complementa con la resonancia de una obra sensible y política. La misteriosa mirada del Flamenco muestra el mundo de las disidencias, espacio en el que el propio Céspedes se ha formado. La película se sitúa en los años 80, en el desierto chileno, la protagonista es Lidia, una niña de once años que crece en una familia queer marginada en un polvoriento y hostil pueblo minero. Son culpados de una misteriosa enfermedad que comienza a propagarse. Se dice que se transmite con una sola mirada, cuando un hombre se enamora de otro. Lidia emprende una búsqueda de venganza, enfrentándose a la violencia, el miedo y el odio, donde su familia es su único refugio y el amor podría ser el verdadero peligro.
“En mi vida, en general, he estado rodeado de, pertenezco a la disidencia, es mi mundo, pero no solamente es una película que habla sobre la disidencia, es una película que habla sobre las relaciones humanas y cómo necesitamos, cómo los humanos necesitamos la ternura, el afecto, el cariño de otra persona, y eso incluye a todos. Entonces no es una película que intente decir como el mundo disidente es mejor que el que hay, sino que llama y dice: todos necesitamos esa ternura y ese cariño, por igual. No es una película que quiera ir en desmedro de otros, sino que es mucho más diciendo como, mira, te invitamos a verlo, a ver qué son los humanos que sienten, como tú, como yo, y que necesitan las mismas cosas” sostiene el director.
Ternura, niñez y mirada humana
El director marca una diferencia entre hacer cine con discurso político explícito y apostar por un lenguaje desde lo íntimo, lo que pudo trabajar a través del guión.
“El panfleto hay que guardarlo, porque uno ya tiene sus propios ideales, que son los mismos que están ahí, pero de una manera más personal. Entonces, creo que escribiendo a los personajes desde lo más emotivo, es la forma de evitar el panfleto. Buscar cada vez sus particularidades, porque al final del día, esas particularidades siempre se van a alinear a lo que uno piensa, si al final es uno escribiendo la historia”, explica.
Ese énfasis en lo emotivo se proyecta también en la elección de trabajar desde la mirada de una niña.
“El odio se aprende, la rabia se aprende y también se puede desaprender. Entonces, trabajar desde esa mirada del niño es decir como los humanos tenemos un alma más pura, más limpia, que se puede trabajar, que es moldeable, que está expuesta a la sociedad”, dice.
La experiencia de dirigir a Tamara Cortés , la joven actriz y protagonista, fue clave. “Tenía mucho de eso mismo, no tener el prejuicio que tienen los adultos sobre las disidencias, sobre las chicas travestis, sobre las chicas trans. Y era muy bonito, porque al final te responde la pregunta que todos pensamos, como no es, es mentira el discurso de odio donde dicen que debería ser lo natural, porque lo natural está muy maniado en este sentido. Y es lo que nosotros mismos creemos”, explica el director.
Con La misteriosa mirada del Flamenco, Céspedes se instala en la primera línea del cine chileno contemporáneo. Entre el reconocimiento internacional y el apoyo de sus pares locales, el director apuesta por un cine que privilegia la emoción y la humanidad sobre el panfleto, y que interpela a distintas audiencias.
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