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¿Podemos (aún) separar al artista de su obra? CULTURA|OPINIÓN Crédito: Archivo

¿Podemos (aún) separar al artista de su obra?

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Paulina Varas Alarcón
Por : Paulina Varas Alarcón Doctora en Historia y Teoría del Arte por la U. de Barcelona. Docente e investigadora del Campus Creativo UNAB.
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Quienes enseñamos, investigamos o nos interesa la cultura tenemos el deber de aportar a una narrativa más completa. Una que no glorifique sin contexto, que no silencie lo incómodo, y que apueste por una historia cultural más ética, inclusiva y amorosa.


Por años, la cultura ha debatido si es posible analizar una obra desligándola de quien la creó. Aunque no es un dilema nuevo, ha tomado fuerza en tiempos recientes, especialmente ante denuncias de violencia de género y otras formas de abuso por parte de artistas consagrados.

El debate vuelve a estar vigente en el contexto del natalicio de Pablo Neruda, celebrado por su Nobel, y puesto en entredicho por su vida personal.

Los feminismos, con su premisa de que “lo personal es político”, han sido fundamentales para visibilizar cómo la violencia se cuela en las expresiones culturales, incluso en aquellas que aparentan belleza o neutralidad. Revisar las biografías de autores no es un acto de censura moral, sino una brújula ética que nos permite construir una historia cultural más justa, completa y honesta.

Separar al artista de su obra puede parecer una estrategia para resguardar el valor estético o intelectual de ciertas creaciones. Sin embargo, esta separación muchas veces invisibiliza los contextos de poder, desigualdad y violencia que rodearon su producción.

Reconocer esa complejidad no implica “cancelar” todo lo que incomoda, sino abrir la puerta a nuevas preguntas: ¿Qué legitimamos cuando citamos una obra? ¿Qué omitimos al no mencionar las conductas de quien la creó? ¿Qué otras historias quedan silenciadas?

El enfoque de género ha sido clave en esta revisión crítica. No se trata de exponer gratuitamente intimidades personales, sino de comprender que la violencia estructural se reproduce también en las artes y que nuestras decisiones tienen impacto. Revisar con profundidad a quienes crearon y por qué sus obras permanecen vigentes nos permite cuestionar los mecanismos que han mantenido ciertos discursos en el centro y relegado otros.

La pregunta por separar al artista de su obra no tiene una única respuesta. Pero sí es claro que no basta con repetir esquemas pasados. Quienes enseñamos, investigamos o nos interesa la cultura tenemos el deber de aportar a una narrativa más completa.

Una que no glorifique sin contexto, que no silencie lo incómodo, y que apueste por una historia cultural más ética, inclusiva y amorosa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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