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“Los perros ladran”: en los caminos de Truman Capote CULTURA|OPINIÓN Crédito: BBC

“Los perros ladran”: en los caminos de Truman Capote

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Este libro permite acompañar a Capote en sus vagabundajes por muchos y diversos lugares de Estados Unidos y de Europa, mientras observa, imagina y arma sus obras, escucha, crea y recrea, recuerda y olvida, en un proceso de perpetuo movimiento físico y mental.


En ocasiones, el prefacio suele ser una antesala innecesaria que demora la ‘entrada a la materia’. En este caso, es el propio Capote quien lo escribe y nos cuenta de un periodo de su vida en el que se veía “como alguien que vaga por el planeta”. Son menos de cinco páginas en las que algunas breves observaciones nos dejan pensando y disfrutando la belleza que nace de la relación de las palabras con una situación aparentemente anodina, a pesar de la persona con quien está. estar con alguien famoso.

Hay varias, pero destacaré esta: “El anciano era André Gide, y los dos estábamos sentados sobre un dique, desde el que nos asomábamos a las movedizas profundidades azul fuego de un mar antiguo”.

Este libro permite acompañar a Capote en sus vagabundajes por muchos y diversos lugares de Estados Unidos y de Europa, mientras observa, imagina y arma sus obras, escucha, crea y recrea, recuerda y olvida, en un proceso de perpetuo movimiento físico y mental. Nos hace visible ese cambio permanente del ser humano que hace que pueda ser otro y el mismo en una continuidad misteriosa y mágica. Y así, de pronto, surgen nuevas obras, quizás del más profundo inconsciente, a partir de un detonante invisible para el propio escritor. Así nace Otras voces, otros ámbitos, publicado en 1948.

Lo define como un libro autobiográfico y la descripción del momento anterior a comenzar a escribirla, como “una especie de coma creativo”. Significó botar a la basura lo que estaba escribiendo y, como en un trance, comienza a transcribir “las palabras de una voz procedente de una nube”. Agitación, vagabundeos, fiebre, es el estado en que se dan sus creaciones y, como lectores, nos transmite esa agitación efervescente que incluye sucesivos deslumbramientos, descubrimientos y lecturas de otros escritores, experiencias diversas e intensas, que le permiten ir construyendo su propia lengua literaria.

Cada uno de estos capítulos, que también podrían llamarse ‘crónicas’ y en ocasiones pudieran también definirse como ensayos, nos permiten conocer esta vida de vagabundeos incesantes en los que encuentra personas comunes y corrientes, creadores de los más diversos ámbitos, amigos para la vida, acontecimientos y paisajes muy diversos, que encuentra en Estados Unidos y en Europa.

La rosa blanca se titula el capítulo en que relata su encuentro con Colette, nombre que entenderemos al leerlo, y que le despertó una de sus innumerables pasiones. Y, de paso, escuchamos a Colette diciéndole a Capote: “Ahora comprendo que lo que me dijo Jean [Cocteau] es cierto. Me dijo: ‘No te dejes engañar, querida. Parece un ángel de diez años. Pero no tiene edad, y posee una mente perversa”. (p.25)

En el capítulo Haití (1948) conocemos a Hyppolite, popular pintor primitivo haitiano del que Capote dice que gracias a su arte puede tener agua, camas ´de verdad’, electricidad. Desfilan el vudú -que no tiene fronteras entre vivos y muertos-, costumbres y creencias que han configurado una cultura en la que todo es posible, porque solo hay que creerlo.

En Italia vive experiencias inolvidables; en Sicilia descubre el poder del mal de ojo, y una amiga le regala un cuervo, al que describe como “espantoso y patético”. Luego, pronto la convivencia va transformando su percepción y el final de esa relación con el cuervo -inicialmente detestado- es conmovedor e inesperado.

El capítulo Se oyen las musas, tiene dos partes: Cuando callan los cañones (Primera parte) está dedicado a la presentación -nada menos- que de la ópera de George Gershwin Porgy and Bess en Leningrado y Moscú en 1955, obra que abre un mundo musical nuevo, muy alejado de la concepción tradicional del género operístico. Una gigantesca compañía traspasaría el temible telón de acero y para ello organizan una reunión para saber qué hacer en un lugar tanto desconocido como temido.

En la segunda parte, Se oyen las musas, ya se encuentran en Leningrado, con la primera función fijada para el 26 de diciembre; ambas partes suman más de 120 páginas y constituyen uno de los mejores capítulos por muchas razones. Entre ellas, la descripción del encuentro entre norteamericanos y rusos a mediados del siglo XX, con un conocimiento mutuo tergiversado y manipulado, aparte de las razones ideológicas y creencias y prejuicios de ambos lados.

Uno de los capítulos finales está dedicados al rodaje de la película A sangre fría, basada en su libro de igual nombre. Capote hizo una verdadera investigación periodística sobre la familia Clutter, asesinada en 1959 por dos adolescentes, tema que conmovió y horrorizó a la sociedad de la época. Investigó a fondo tratando de entender las motivaciones de estos adolescentes. Su libro es el relato de otra obsesión y le tomó nada menos que cinco años escribirlo.

La descripción de lo que le produce ver el primer montaje de la película, acompañado del director Richard Brooks, y la comparación inevitable con su libro, es maestra y le permite entender cómo la relación entre un tema o acontecimiento y personas puede ser tratado desde diferentes artes creativos, sin ‘traicionar’ la esencia de lo que, en un momento, podamos creer que es la realidad absoluta.

El libro finaliza con una autoentrevista en la que responde preguntas que, quizás, hubiera deseado que le hicieran. Las preguntas le permiten bucear en sí mismo, mirar y mirarse desde una cierta lejanía en ese mundo por el que ha caminado, lo que ha ido tomando de él y aquello que ha desechado a medida que transita por continentes, ciudades, espacios y tiempos diferentes en los cuales va apropiándose y abandonando, (re)construyéndose de manera incesante.

En este imperdible autorretrato de 1972, destaca no solo la importancia de leer, sino de releer “… a escritores que ya he leído. Como un vino que ya conoces”. Creo no haber leído una descripción más certera y bella que la que nos entrega Truman Capote.

Es un libro para leer y releer, porque siempre descubriremos algo nuevo y enriquecerá nuestra mirada del mundo real o imaginado.

Ficha técnica:

Truman Capote, “Los perros ladran”, Editorial Anagrama, 2025, 306 páginas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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