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Ramón Díaz Eterovic: la contundencia de un escritor sin aspavientos, ni estridencias CULTURA|OPINIÓN

Ramón Díaz Eterovic: la contundencia de un escritor sin aspavientos, ni estridencias

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Creo que el arrojo de Díaz Eterovic es el de un cronista que traza una línea de tiempo que es más una cuerda floja que devela el precario equilibrio en el que se sostuvo una dictadura, y quienes la vivimos, y todo aquello que heredamos como secuela.


“Algo está pasando, algo huele mal.

Afuera hay cinco tipos que nos quieren liquidar”.

De Kiruza.

 

Diametralmente opuesto a lo que se entiende por éxito, vocablo que según su etimología deriva de la expresión latina “exitus” que significa salida o resultado. Querámoslo no, es un término que cobra fuerza, porque conociendo a Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas- 1956), el actual Premio Nacional de Literatura 2025, dificulto que fuese su objetivo obtener tan preciado galardón.

Como en cambio, lo seguirá siendo para otros que porfían mañosamente, y se juran con sobrados méritos para alcanzarlo, evidenciando una visión mezquina de lo que significa la obra de este autor, que ha reposicionado la novela negra en Chile, de la mano de Heredia, personaje de ficción sobre el cual descansa esta saga con la que su autor enfrenta el negacionismo, en un país donde suele ser una malsana costumbre, el derribar a quien destaca, porque como él dice, “la valentía consiste en decir o hacer algo en el momento oportuno. Lo demás es remordimiento o acomodo”.

Por eso creo que el arrojo de Díaz Eterovic es el de un cronista que traza una línea de tiempo que es más una cuerda floja que devela el precario equilibrio en el que se sostuvo una dictadura, y quienes la vivimos, y todo aquello que heredamos como secuela.

He aquí, el fiel reflejo de la desolación de una época, donde los vestigios de un pasado reciente siguen manifestándose, como una extenuante transición que no podemos desconocer, y que coincide con la visión de Patricia Espinoza publicada en la Revista Rocinante, donde hace referencia a un texto de Carlos Droguett, publicado en la Revista Mensaje (1971), en el que, con virulencia y claridad sin par, acusa a la literatura chilena de frívola, pequeña, sin garra, viviendo de espaldas a la realidad chilena.

Descompromiso que Díaz Eterovic, enmienda con un Heredia, envuelto en esa capa de taciturno antihéroe, que corrobora la propia Patricia Espinoza: “Ramón Díaz construye relatos en los que conviven la degradación urbana y de su protagonista, un investigador privado tremendamente fiel a sus principios. Heredia no tiene religión, ideología ni vínculos de familia. Su decadentismo cohabita con su lealtad hacia el pasado, el de las utopías y la posibilidad de rearticular sus escombros. Heredia, en palabras del propio personaje: ‘resistía a su manera, con la ira de los rebeldes que nunca serán invitados a la mesa del banquete’”.

En otro ensayo la misma autora señala que el género neo-policial ocupa hoy un espacio análogo al que ocupara el llamado realismo social de la Generación del 38’. Una observación muy atingente, ya que Díaz Eterovic, redirige ese hilo conductor que deriva de su relación con la tradición y la historia de la literatura, hacia un eje citadino muy personal; el que aun siendo local, termina siendo universal, desde el momento en que no pierde de vista la realidad, donde cohabita Heredia, quien por deambular en los márgenes es miniaturizado por una ciudad que nunca es una, sino son muchas que, relevadas por su condición capital, tienen ese algo que sólo Santiago posee, y desde donde se rebela con su marginalidad y su exilio interno, en una lucha, sin pausa y por supuesto, sin cuartel.

No es casualidad que, gire el retrovisor y vea al escritor que conocí en la década del 80’ en el Colectivo de Escritores Jóvenes, quien congeniaba las labores gremiales con la poesía, el cuento, y la publicación de “Atrás sin golpe” (1985) y “La ciudad está triste” (1987) su primera novela policial, con las revistas La Gota pura y Gato sin Botas. Además de la realización del Congreso Internacional de Escritores “Juntémonos en Chile” (1992), actividad que impulsó mientras presidía la Sociedad de Escritores entre 1991 a 1993.

Pero, por sobre eso me gustaría destacar que, en 1984, yo era un incipiente escritor que recién incursionaba en este afán de publicar y Ramón, solícito y bonachón como siempre me acompañó a la Biblioteca Nacional, donde me orientó acerca de todo lo que debía hacer con mi primer libro. Si bien, no quisiera hacer de este artículo un anecdotario. Hubo muchas demostraciones de su generosidad.

Como la ocasión en que por azar nos topamos cerca del Mercado Central, y conversamos un instante, sin saber que lo estaban filmando para un documental de Croacia. Aunque él no se complicó, y al término del breve encuentro me dijo: “No te lo dije antes, pero me están grabando”.

Un singular encuentro que demuestra la calidad humana de este escritor que no hace alarde ni especula con sus logros, ni se obnubila con la estridencia de la fama, en una ciudad en la cual, todo sucede a mansalva, y donde más de alguna vez, dejaste de pensar en el mañana.

Tal cual lo hizo Heredia porque como concluye Ramón Díaz Eterovic, con esa templada valentía que lo caracteriza: “No creo en los hipócritas que dicen haber estado desinformados o metidos en una burbuja que les impedía ver lo que estaba pasando. Es una excusa que huele a podrido”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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