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Balneario: Artes escénicas contra el olvido CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Balneario: Artes escénicas contra el olvido

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Es así como a través de las danzas memoriales, el Colectivo la Vitrina y Plataforma Bastarda, se sumergen de la mano de coreógrafa Tania Rojas en la memoria de la playa de Marbella, en Santo Domingo, un territorio atravesado por capas naturales, históricas y políticas.


“No soy partidario del olvido.
Cuando un pueblo pierde la memoria, pierde la llave de su futuro”.

Joan Manuel Serrat.

No es que desconfíe de ese mar que tranquilo nos baña, pero no siempre cumple la promesa de un futuro esplendor, ni tampoco tiene la templanza que alguna vez anhelamos de un océano que de Pacífico tiene muy poco. El cual está flanqueado por ruinosos vestigios en un país con forma de cicatriz, donde el grito de las aves, lo rumiante del mar y el viento es ensordecedor.

Un espacio liminal con ánimas que rondan entre las maderas lamidas por la sal, que se desperdigan entre las bases de cemento que soportan un cráter invisible, un hueco en el alma que te trepana dejando un insufrible vacío de no ver más a ese ser querido que entre las olas susurra, “usted me busca y no me encuentra, pero yo estoy aquí. Jamás me fui. Estoy aquí y a veces canto. Te puedo ver sola bailando”.

Es así como a través de las danzas memoriales, el Colectivo la Vitrina y Plataforma Bastarda, se sumergen de la mano de coreógrafa Tania Rojas en la memoria de la playa de Marbella, en Santo Domingo – un territorio atravesado por capas naturales, históricas y políticas- con las que se entabla un diálogo entre cuerpos, ruinas y un paisaje dual entre el pasado y el presente.

Proyecto Balneario trata de la asimilación de un paisaje intervenido y rasgado, precarizado y convertido en escombros, donde resuenan los ecos de un centro de veraneo, específicamente la Villa de turismo social Carlos Cortes S., que funcionó entre 1971 y 1973, momento en el cual se convirtió en un campo de concentración y exterminio, pero no sólo se trata de un proyecto conmemorativo, sino el ver a las artes escénicas como un vehículo de memoria, resistencia, y reafirmación mediante la expresión corporal de quienes se mueven a un ritmo que puede parecer tan disruptivo e insistente, como pasivo y doliente.

Un afluente que inevitablemente te arranca el suelo de los pies, dado que sigue la línea de la trilogía del colectivo con puestas en escena como Tinitus, Maneras de (Re)Existir y cerrando el ciclo con Balneario mediante una evocación donde la percepción de quien ve, y se suma al gemir de estos desvencijados espectros.

Consultada, Tania Rojas- más allá de insistir en lo ya dicho- acerca del por qué se interesó en un proyecto como este comentó:

“Primero pensando en la tensión paisaje e historicidad híbrida, porque allí llegan las aguas del Mapocho, o sea del río Maipo, y además porque en ese entonces era el lugar de veraneo que estaba más cercano a Santiago, y porque llegaba mucha gente en ese entonces, y tercero porque existe un documental llamado ‘Un Balneario Feliz’, que por ser uno de los primeros balnearios populares que se gesta, existía documentación más fresca, más histórica, y por último encontrábamos demasiado interesante, el preguntarnos por esa tensión de colocar un balneario popular en las Rocas de Santo Domingo, porque ya en ese tiempo era una comuna muy exclusiva del “barrio alto”, y nos hacía algo este ruido, tal como lo que pasó en la Villa San Luis acá en Santiago, que era una muestra palpable, donde ocurrían divisiones de clase y acá ocurría lo mismo. A esto hay que sumarle que próximamente se presentará un extracto de la obra en el lanzamiento de un libro de los balnearios populares que se hará en el Museo de la memoria. Pero la idea central es que toda la trilogía memorial transite lo que más pueda durante el 2026, para que mucha más gente la vea”.

Por lo que proyectos de esta envergadura, nos hacen pensar que “los juzgados son burdeles, donde las prostitutas se vendan la vista para no ver quién las viola”. Definitivamente, una metáfora que deja al descubierto, como la impunidad recorre nuestra historia. Una reflexión que por sobre lo sintomático, en “Balneario”, se impone a través de una gestualidad poética que ante todo busca interpelar con la fuerza y la belleza de la corporalidad, y no con una puesta escena, que redunda en el oportunismo melodramático, o en un burdo acto panfletario, ya que se articula a través de una maciza propuesta de representación que pone en valor histórico la danza y a las artes escénicas como un antídoto contra el olvido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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