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“Compañera Ana González”: una simple mujer cautiva del amor por su pueblo CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

“Compañera Ana González”: una simple mujer cautiva del amor por su pueblo

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Ana comparte sus dolores, pero también períodos felices, por ejemplo, lo importante que fue para ella el gobierno de Allende: “En los mil días que gobernó el compañero presidente, ¡putas que fuimos felices! Nos sacábamos la cresta trabajando, pero lo hacíamos riendo, cantando”.


En Compañera Ana González, la autora—una mujer del pueblo, con las credenciales de su dignidad y su memoria— convierte el dolor en palabras sinceras, para contarnos de su vida de resistencia. Por ello, este libro no es sólo una obra literaria: es un testimonio valiente.

La autora sufrió, en carne viva, el horror de la dictadura: en 1976, su esposo, dos de sus hijos y su nuera embarazada fueron secuestrados y desaparecidos por las fuerzas militares, en complicidad con sectores civiles que hasta hoy gozan de impunidad.

Durante décadas, buscó justicia a través de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, con el trabajo abnegado de madres, hijas, hermanas, parejas y abuelas que se convirtieron en símbolo de dignidad. Murió en el año 2018, a los 93 años, sin obtener las respuestas que buscaba. Pero dejó este libro como uno más de sus legados.

En esta autobiografía Ana González invita a los lectores a: “una simple conversación entre tú y yo, así que pido permiso para empezar con el blablablá”. Es así como acompañamos a la autora a lo largo de su vida de compromiso político, amor familiar, solidaridad y búsqueda de justicia social en un Chile oprimido.

La obra, escrita con una voz sencilla pero profundamente conmovedora, entrelaza recuerdos y reflexiones que, entre importantes acontecimientos históricos, nos permite ver a Ana y a su familia desde su infancia, cuando comenzó su militancia en las Juventudes Comunistas y luego en el Partido Comunista de Chile.

Lejos de la retórica política, se revela la dimensión humana de su despertar y compromiso, de su forma generosa e idealista de ver la vida, el terror que debió enfrentar: la espera, la incertidumbre, los sueños rotos, la lucha diaria por no olvidar. Es una escritura atravesada por el amor y por la memoria que no pide venganza, sino que exige verdad y justicia.

Al recorrer las páginas de este libro, reconocemos la mirada crítica y mordaz de la autora cuando cuestiona a los gobiernos de la transición a la democracia.

“Lo que no hicieron las fuerzas democráticas cuando asumió la presidencia Patricio Aylwin. ¿Qué hubo entremedio? ¿No quisieron o le tuvieron miedo al pueblo para abolir la herencia que dejó Pinochet y que nos ha transformado en el país de los “casi”? Casi tenemos acceso a la salud; casi abolimos la Constitución ilegítima; casi mandamos a la mierda a las AFP; casi tenemos una buena educación; casi construimos hospitales; casi juzgamos a Pinochet; casi hay justicia; casi hay sueldos éticos; casi construimos viviendas dignas; casi protegemos a los niños; casi terminamos la vergonzosa cesantía; casi los pingüinos logran una buena educación para Chile; casi contamos con un buen Transantiago; casi son encarcelados los delincuentes, incluyendo a los de cuello y corbata; casi salvamos a nuestros hijos de los narcotraficantes y las drogas; casi respetamos nuestras etnias; casi recuperamos nuestras leyes laborales abolidas por la dictadura. Llenaría páginas y páginas con los “casi”. Casi tenemos una real democracia, casi…los derechos humanos, casi, casi”.

Esta obra no pertenece a las grandes bibliotecas ni a los catálogos del mercado. Pertenece a las calles y a las plazas. Es una voz que mantiene su confianza en lo colectivo, en la organización, en el pueblo pero incomoda e interpela: “Si todos los que vivimos sufriendo aprendiéramos de Fuenteovejuna los poderosos temblarían. Esa es la razón por la que nos mantienen desunidos y no nos pegamos la cachá. ¿Seremos masoquistas o también nosotros pecamos, cuál más, cual menos, de ansias de poder, dejando atrás los hermosos sueños?”.

Ana comparte en esta autobiografía, sus dolores, pero también comparte períodos felices en su vida, por ejemplo, lo importante que fue para ella el gobierno de Allende: “En los mil días que gobernó el compañero presidente, ¡putas que fuimos felices! Nos sacábamos la cresta trabajando, pero lo hacíamos riendo, cantando. No podía ser de otra manera, ¡estábamos creando las condiciones para un mañana mejor para toda la sociedad!”.

En definitiva, este libro autobiográfico muestra la esencia de cualquier vida, con sus aciertos y sus fracasos, con sus esperanzas y decepciones, a pesar de que no es la vida de cualquier persona de nuestro país. Se nos confía un libro de una persona extraordinaria, que luchó toda su vida por otros, que no renunció a la alegría, a soñar y sobre todo, que aún con sus dolores, no dejó de agradecer el amor que recibió y el que pudo ofrecer. Ana le agradece mucho a la Vicaría de la Solidaridad, sucesora del Comité de la Cooperación para la Paz en Chile, el recorrido y esfuerzos que hizo la iglesia católica a través de la Vicaría de la Solidaridad por ayudar, acoger y proteger a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos.

Lectura enriquecedora, totalmente recomendable, especialmente para jóvenes, a fin de traer a su presente y a sus vidas la historia de una mujer admirable y valiente que se autodefinió como una simple mujer cautiva del amor por su pueblo.

Ficha técnica:

Compañera Ana González
Una Autobiografía
Ana González de Recabarren
Ediciones B, julio 2025.
340 páginas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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