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Las sombras de un “hombre santo”: la crisis más profunda de los jesuitas impacta en la figura del padre Hurtado PAÍS

Las sombras de un “hombre santo”: la crisis más profunda de los jesuitas impacta en la figura del padre Hurtado

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Los casos de abusos sexuales que involucran a connotados discípulos del primer santo chileno, abrieron la interrogante sobre si se debe volver a investigar la vida del principal referente jesuita. Y aunque no hay ninguna denuncia de abusos contra el sacerdote fallecido en 1952, la revisión de sus textos, documentos históricos y de su proceso de canonización, arroja una nueva mirada sobre él y su carismático rol como guía espiritual de niños y jóvenes. En la investigación que realizó el Vaticano para resolver de manera positiva su canonización, se tomaron en cuenta, entre otros muchos testimonios, el de Fernando Karadima y Hugo Montes, el laico y Premio Nacional de Educación, que acumula a la fecha más de 200 denuncias de abuso sexual contra menores de edad.


“La pregunta que voy a hacer es bien compleja, pero muchos hoy se lo están preguntando. Para canonizar a una persona hay una investigación que es muy larga y muy exhaustiva por parte del Vaticano, pero pensando en esta lógica de poder tener claridad y poder seguir venerando a las figuras que parecieran ser venerables, ¿se podría pensar en reinvestigar a Alberto Hurtado?”.

La directa pregunta que formuló en CNN Chile la periodista Matilde Burgos –ex corresponsal en el Vaticano– corrió el tupido velo de un tema que desde hace meses se comenta en voz baja en los pasillos: la duda de si el primer santo chileno estuvo del todo ajeno a la crisis de abusos sexuales que remece al mundo católico y, especialmente, a la Compañía de Jesús, a la cual él pertenecía. 

Horas antes, se había revelado el resultado de la investigación interna jesuita sobre Renato Poblete y los resultados eran impactantes: al menos 22 mujeres víctimas de abusos sexuales, casos de abortos y el uso de medios económicos para cometer los delitos. Poblete fue uno de los más connotados discípulos de Alberto Hurtado, por años el rostro del Hogar de Cristo, y uno de los principales gestores de su canonización en la década de los 90.  

El delegado del provincial jesuita para la prevención de abusos, Francisco Jiménez, respondió sin dudar a Burgos: “La Iglesia (católica) hace una investigación canónica mucho más exhaustiva que lo que hemos hecho con Poblete. Cuando se canoniza a alguien se hace un proceso de años de investigación. Yo entiendo el malestar, pero me parece un poco infundado atribuir al padre Hurtado actitudes que nunca han aparecido, nunca ha habido indicios de algo así”. 

La consulta fue la primera, pero no la única. Al día siguiente, el sacerdote Cristián del Campo, provincial de los jesuitas en Chile, debió responder sobre el mismo tema, y su reacción fue de molestia: “No me voy a pronunciar sobre eso, me parece una especulación que es injusta. Si hay una persona que ha sido investigada por un proceso de canonización y beatificación en todos los ámbitos de su vida, ha sido el padre Hurtado”, señaló. 

Otro punto de vista tuvo Paulo Egenau, el director social del Hogar de Cristo. Entrevistado por T13 Radio, señaló que “tenemos que hacernos cargo de las desconfianzas en general que la Iglesia (católica) ha generado. Si aparecieran razones y fundamentos que dieran pie para que se abriera nuevamente una mirada investigativa respecto de Alberto Hurtado, bueno, habrá que hacerlo”. 

Pese a que en vida tuvo muchos adversarios políticos y religiosos, y fue sacerdote confesor de centenares de niños y jóvenes tanto en el colegio San Ignacio, en el noviciado jesuita, como en Hogar de Cristo, no se conoce a la fecha ninguna denuncia sobre el trato que el sacerdote tenía con ellos.

Sin embargo, el debate sí abre el análisis acerca de su valoración histórica, su forma de ejercer la dirección espiritual sobre los jóvenes a su cargo y la manera en que manejó casos de abusos de sacerdotes en su época. Aspectos desconocidos de su legado que dejan ver las luces y sombras del “hombre santo”, como le llaman en las múltiples publicaciones que cuentan su vida camino a los altares. 

Tres discípulos 

El tema más evidente que empaña el legado de Hurtado (1901-1952) es el de sus discípulos. A la fecha, al menos tres religiosos de alto perfil y ligados directamente al sacerdote se han visto involucrados en graves casos de abusos sexuales. El más reciente es Poblete (1924-2010), uno de sus seguidores entre los jóvenes de Acción Católica, la poderosa organización juvenil cristiana que lideraba el canonizado sacerdote en los años 40.  

“Mi vocación nació como una ‘conversación’, al conocer al padre Hurtado y trabajar cerca de él en la Acción Católica. No fue de sopetón, sino que fui madurando poco a poco”, relataba en una entrevista de 1997 con la revista Caras. En otra entrevista, dos años más tarde, añadía más detalles: “Era un niño bastante fregadito, muy rebelde. En cierta forma me convertí con el padre Hurtado. Yo tenía una vida libre total y él me fue convenciendo de que había que respetar a las damas, que había que pololear más tranquilamente”.

Poblete entró a la Compañía de Jesús instado por el sacerdote y, con el tiempo, durante casi 20 años, fue capellán del Hogar de Cristo. Según el informe que presentó la semana pasada el abogado laico Waldo Bown, el sacerdote cometió abusos desde 1960. 

El otro caso es el del diácono Hugo Montes Brunet, Premio Nacional de Educación 1995, que ha escrito varios libros sobre el santo jesuita. Fue amigo y discípulo de Hurtado desde 1941, cuando se conocieron en un retiro, y estuvo bajo su dirección espiritual durante 10 años. 

En el proceso de canonización de Hurtado, que citan los jesuitas, se recogen 60 testimonios juramentados de personas que conocieron en vida al sacerdote y pueden dar cuenta de sus “virtudes heroicas”, requisito para llegar a ser santo de la Iglesia católica. El de Hugo Montes Brunet es el testimonio número 16 de ese proceso. 

En el mismo documento –llamado Positio Super Virtutibus (Posición Sobre las Virtudes), publicado en Roma en 1987–, el testimonio número 10 para la santificación de Hurtado corresponde al de Fernando Karadima Fariña. El expárroco de El Bosque fue expulsado del sacerdocio en septiembre de 2018 por varios casos de abuso sexual y de conciencia contra jóvenes. En 31 carillas, Karadima relata varias experiencias compartidas entre 1948 y 1952 con Hurtado, quien fuera el director espiritual que lo motivó a entrar al sacerdocio. Y, de hecho, una escena de la miniserie «Crónica de un hombre santo» –que emitió Canal 13 en 1990 y donde el actor Cristián Campos hacía el rol de Hurtado– recrea una supuesta situación donde el fundador del Hogar de Cristo y Karadima rescatan niños en el río Mapocho.  

No era una casualidad: la inclusión de Karadima como personaje en la serie habría sido sugerida por Renato Poblete. 

“Presión moral”  

Su ascendiente sobre los jóvenes era legendario: en su época logró consagrar a cerca de 70 sacerdotes jesuitas. Sin embargo, había quienes cuestionaban sus métodos de reclutamiento. 

De los 60 testimonios que recoge el proceso de canonización (entre los que están los de Karadima, Hugo Montes, el arzobispo emérito Bernardino Piñera, y los fallecidos obispos Carlos González, Eladio Vicuña y Alejandro Huneeus), hay uno que rechaza que Alberto Hurtado sea declarado santo. Se trata del médico y profesor universitario Hernán Cuevas Ramírez, ya fallecido, quien en el documento critica la “presión moral” que como director espiritual el sacerdote habría ejercido en los jóvenes.  

Según el documento inédito, “a propósito de la escasez de clero que él creía ver en Chile, el padre Hurtado inició una campaña en favor de las vocaciones sacerdotales, en especial en los colegios que dependían de la Orden de San Ignacio. Los planteamientos del padre Hurtado eran de tal naturaleza que, en el fondo, para un muchacho de entre los 14 y los 17 años, perteneciente a una familia católica, no le quedaba alternativa sino la elección de la vida sacerdotal o religiosa. Yo estimo que Hurtado gravaba las conciencias de los jóvenes de una manera exagerada e indebida. Ejerciendo en última instancia una presión moral que al joven le era muy difícil soslayar. Me consta que un novicio que actualmente es médico cirujano, el doctor Rosselot, huyó del noviciado saltando las tapias del predio, como única manera de sustraerse a la influencia casi incontrarrestable del padre Hurtado”.  

En el informe final para la canonización elaborado en el Vaticano, incluyen el testimonio del doctor Cuevas, pero desestiman sus críticas.  

Varias biografías coinciden en subrayar el estilo carismático e influyente de Hurtado, logrando como asesor nacional de Acción Católica sumar a cientos de jóvenes para la organización, con quienes desfilaba por las calles de Santiago.  

Al interior de Acción Católica creó un grupo selecto denominado Servicio de Cristo Rey integrado, según él mismo decía, por aquellos jóvenes destacados que “aspiren a desarrollar plenamente su fe y aceptar todos los sacrificios que traiga el apostolado”. Hurtado solía estar rodeado por una veintena de jóvenes, principalmente adolescentes, séquito que lo acompañaba a ejercicios espirituales en una casona ubicada en la comuna de Marruecos (hoy comuna de Padre Hurtado) o a paseos por las afueras de Santiago.  

Como director espiritual, la rutina de Hurtado era recibir a sus discípulos cada quince días en su oficina, que era también su habitación, y donde, de acuerdo a relatos de la época, tenía imágenes de dichos jóvenes. Según contó el sacerdote José Correa en el documental Viaje al alma de un hombre santo, “en la pieza de él hay una colección de fotografías de muchos de los que fuimos a vocaciones de él, él nos decía, cuando íbamos a entrar, sácate una fotografía y me la das. Le llamábamos la galería de los mártires”.  

En una reseña biográfica de Hurtado, que escribió el propio Renato Poblete, señala: “Él decía que debe establecerse una relación de simpatía entre el maestro y el discípulo, de manera que aquel sea una especie de padre o hermano mayor. A los 35 años el padre Hurtado se encontraba con los muchachos de 16 y 17 años, con un alma capaz de vibrar con las mismas inquietudes que ellos, de manera que le era muy fácil entregarle toda su confianza y amistad. Le resultaba muy fácil a este sacerdote y hombre ya intelectualmente maduro, ejercer una influencia poderosa. Con rudeza enérgica y viril, apelaba al sentido del honor”. 

Libros de sexualidad juvenil 

La religiosa no era la única faceta de los jóvenes que le interesaba al sacerdote. Abogado de la Universidad Católica, con estudios de pedagogía y psicología en Lovaina, Bélgica, Hurtado ha quedado en la historia por sus labores de beneficencia y su discurso social.

Sin embargo, buena parte de los libros que escribió versan sobre otro tema que le importaba: la sexualidad adolescente, un asunto que solía tratar en las charlas y retiros con sus alumnos, centrado en la importancia de la castidad. Trabajos que han quedado en segundo plano en su biografía, pero que cobran relevancia hoy para entender su forma de pensar y relacionarse con sus cercanos. Biógrafos del padre Hurtado subrayan que al abordar estas materias era adelantado para su época, cuando aún la sexualidad era un tema tabú.  

En su libro La vida afectiva de la adolescencia (1938), aborda la sublimación de los impulsos sexuales y titula el capítulo cuarto “Relaciones afectivas entre adolescentes y personas de edad diferente”. Allí, señala que esta relación no es “enfermiza” cuando se da a nivel espiritual: “Otra forma hay de afectividad entre personas de edad diferente que no ofrece los peligros de la anterior. Es un amor espiritual. La persona mayor busca a la más joven para darle algo que a esta le falta y esta a su vez ofrece a la persona de mayor edad la nativa pureza que ya no posee. El de más edad quisiera guiar al adolescente. El alma joven medio adormecida aún e ingenuamente receptiva busca inconscientemente al alma fuerte concentrada en una dirección y por tanto dominadora. Un acercamiento del adulto al joven para que ambos se completen en el sentido platónico. Este afecto para que pueda desarrollarse sin peligro exige que los interesados no ofrezcan en sí nada de reprochable y que la educación de la castidad del mayor haya sido realizada convenientemente”. 

En otro de sus libros, La Crisis de la Pubertad y la Educación de la Castidad (1945), desarrolla en detalle los cambios físicos y psicológicos que experimenta el niño en la pubertad, y hace una defensa de mantener la virginidad hasta el matrimonio y el control de los impulsos sexuales. También sostiene que los padres deben hablar a temprana edad con los niños sobre estos temas, en cuanto hagan las primeras preguntas sobre gestación. “Claro está que si la realización de este deber es para ellos una carga muy pesada, el médico, el educador, y sobre todo el sacerdote podrán ser los consejeros en los cuales los padres descarguen esta responsabilidad. El sacerdote educador, el padre espiritual o confesor en un colegio parecen los más indicados para reemplazar a los padres”, señala. 

Controversias y manejo de acusaciones 

La influencia de Hurtado sobre los jóvenes comenzó a incomodar a las autoridades de la Iglesia católica, en especial al obispo Augusto Salinas, hasta que forzaron su renuncia como asesor nacional de Acción Católica en 1944. Entre las acusaciones –y de las cuales él se defendió largamente– estaban las de politizar el movimiento y de no respetar a la jerarquía. 

En el libro Cartas de San Alberto Hurtado, de Jaime Castellón (s.j.), se constata la existencia de otras acusaciones menos conocidas. Una por la ocurrencia de supuestas temáticas sexuales en la agrupación, ante lo cual, Hurtado, en una carta al arzobispo José María Caro del 1 de diciembre de 1944, responde: “Iniciación sexual. Se ha afirmado que se ha hecho en nuestra Rama. Por más averiguaciones que he hecho no he descubierto un solo caso”. Aunque no se entregan detalles, biógrafos del sacerdote explican que el caso puede referirse a la iniciación en educación sexual, materia a la que dedicó parte de sus libros. 

Otra acusación en su contra, y en que también se omiten los detalles, es por la defensa que hizo a un sacerdote sancionado por El Vaticano. Hurtado escribió: “Asunto del sacerdote suspendido. Me creí en el deber de tenderle una mano para alivio de su alma, hablé con sus superiores pidiéndoles que le levantaran la suspensión mientras llegaba la respuesta de Roma. No organicé yo la defensa médica sino que don Carlos Casanueva espontáneamente habló al sacerdote de su situación moral. Intervine en favor del sacerdote porque he visto un alma en peligro de perdición eterna”. 

Es el escritor Jorge Edwards, Premio Nacional de Literatura 1994, quien da mayores pistas sobre cómo respondía Alberto Hurtado al conocer un caso de abuso sexual. Edwards reveló, en una entrevista en 2012, que el sacerdote Eduardo Cádiz del colegio San Ignacio abusó sexualmente de él cuando tenía 11 años. Pero que logró sobrellevar el drama gracias a Alberto Hurtado. “Lo único interesante es que el padre Alberto Hurtado, que era un gran personaje, hizo irse a ese curita del colegio”, señaló en esa oportunidad el escritor, agregando que Hurtado tenía un estilo más relajado, ya que les permitía a los estudiantes de cuarto año fumar en los recreos. Sin embargo, años después, en 2018, esta vez en una entrevista en Radio Zero, Edwards se manifestó más crítico sobre cómo Hurtado manejó la situación, explicando que lo que se había realizado era algo que hoy sería muy cuestionado: un traslado del sacerdote a otro lugar. 

“Y, bueno, los curas solterones con tanto niñito… yo conté en mi primer tomo de memorias un caso que Hurtado resolvió pésimamente mal. Mi hermano mayor fue a decirle al padre Hurtado que este padrecito Cádiz, cuando yo me enfermaba, llegaba a la casa y se sentaba en la cama y bueno… y lo que hicieron con el padre Cádiz es que lo trasladaron a un colegio de Puerto Montt. Al padre Cádiz le gustaban los futbolistas del colegio, y un día yo abrí las páginas sociales del Zig Zag y estaba el equipo de fútbol del colegio jesuita de Puerto Montt y, al medio, Cádiz”, señaló.  

Los patroncitos 

Quizás la faceta que más ha quedado en el imaginario colectivo es la del sacerdote en su emblemática “camioneta verde”, trabajando a tiempo completo para los que denominaba sus “patroncitos”. Hurtado dedicó sus últimos años a conseguir recursos para socorrer a los niños de la calle y también a adultos sin hogar. Un drama común en un Chile donde la pobreza era altísima. La situación de miseria de los niños que vivían en la ribera del Mapocho quedó plasmada en la novela autobiográfica de Alfredo Gómez Morel, El Río (1962), quien en el texto relata que fue abusado sexualmente de forma reiterada por dos sacerdotes católicos que lo iban a buscar al río en los años 30.  

El autor, fallecido en 1984, afirmó en una entrevista en Revista Paula que, tiempo después, conoció a Alberto Hurtado, quien le ofreció irse al Hogar de Cristo, y aceptó pese a su desconfianza con los curas. «Ven conmigo. Si quieres darme tu nombre, hazlo. Pero no interesa cómo te llames. Deseo ayudarte», le dijo, según el relato de Gómez Morel. 

“Él era un santo antes de ser santo, yo me quemo las manos por él. Estoy choqueado que quieran investigar al padre Hurtado, hablen con cualquiera que egresó del Hogar, nunca van a encontrar nada”, sostiene José Palma, el “Palmita”, hoy de 81 años y uno de los primeros huéspedes del Hogar de Cristo. Su testimonio también está en el proceso de canonización: es un agradecido del sacerdote y reafirma el perfil más conocido de este.  

“Eran los curas de antes. Uno les decía ‘padre, deme una medalla’ y se sacaban la medalla de debajo de los calcetines. Los curas de ahora no tienen vocación y se echan a perder en el seminario. Los curas de antes andaban con su sotana como tienen que andar los sacerdotes, como andaba el padre Hurtado y el padre (Álvaro) Lavín, íntimo amigo de él, con el que hizo el servicio militar y entre los dos fundaron el Hogar de Cristo”, relata.  

Cuenta que él no tenía más de 8 años una noche de invierno cuando, tapado con diarios y acompañado de otros niños y de perros callejeros, intentaba dormir en Estación Central. Hurtado llegó en su camioneta a buscarlos. “Le decíamos el vampiro, por sus enormes dientes y porque era muy grande”. Según su testimonio, “nos dijo: ¿quieren irse a una casa nueva que tengo yo? Fue mi salvación, porque yo no tenía nada (…). Nos subimos a la camioneta y nos pasaron una frazadas, tuvimos que dormir arriba del comedor porque estaba lleno. Al otro día nos sacaron, nos bañaron y nos cortaron el pelo”.  

Según los testimonios compilados en el libro sobre su obra, Un fuego que enciende otros fuegos (2004), el padre Hurtado «manejaba muy rápido, con frenadas muy bruscas cuando creía ver algún niño tirado en la calle, para recogerlo, eso duraba desde las 10 de la noche hasta las 3 de la mañana” (María Opazo). “Nos detuvimos a orillas del río Mapocho y me explicó la estrategia que usaba para acercarse a los niños vagos sin asustarlos. Resplandecía de alegría cuando me hablaba de uno de ellos que había aprendido un oficio” (P. Le Roy, s.j.) La camioneta verde Ford del año 46, en todo caso, tenía una regla que hoy podría ser cuestionada: no podían subir mujeres. “Recuerdo que en cierta ocasión le pedí que me llevara en su camioneta hasta la estación de ferrocarriles. El padre me contestó, usted me perdonará pero yo no llevo nunca a una dama en mi camioneta, tome un taxi y yo se lo cancelo”, señaló en el informe de canonización Carmen Cabieses, excolaboradora del Hogar de Cristo.

Según José Palma, actualmente no quedan vivos más de 30 “patroncitos” que fueron rescatados por Alberto Hurtado –“el año pasado murieron tres”–, quienes se reúnen todos los 18 de agosto en una misa en la parroquia Jesús Obrero, al lado del Hogar de Cristo, en el aniversario del fallecimiento del santo.  

Él siguió trabajando como auxiliar durante más de 30 años en el Hogar de Cristo, y no cree en las denuncias contra Renato Poblete: “Para mí esas son una tracalada de mentirosas, quieren plata. Yo nunca voy a creer”, dice. 

Es uno de los pocos. La reacción general ha sido de una condena tal, que las esquirlas han salpicado a la figura de su mentor, aún sin ninguna acusación ni denuncia concreta. Este domingo, el propio Waldo Bown, el abogado que llevó la indagatoria, respondió tajante en La Tercera: “En ninguna de las investigaciones que me ha tocado tramitar me ha llegado el más mínimo detalle, rumor o antecedente de alguna conducta indebida del padre Alberto Hurtado. Ninguno”. 

Pero probablemente quien mejor reflejó el nuevo clima de opinión frente a los abusos de los jesuitas, fue el fiscal nacional Jorge Abbott, quien tras recibir el resumen ejecutivo de Bown sobre el caso de Poblete –30 páginas de las más de 400 que tiene el informe–, señaló el jueves a la prensa que está investigando a 10 personas ligadas a la Compañía de Jesús y que no podía descartar ampliar las indagatorias a Alberto Hurtado. Sus palabras fueron claras: “El Ministerio Público nunca descarta ninguna línea de investigación. Claro, han pasado muchísimos años, pero puede ser que sea importante abrir líneas investigativas en este sentido”.  

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