Publicidad
Demasiado herida: las facturas de la UDI que complican a la derecha y a La Moneda PAÍS

Demasiado herida: las facturas de la UDI que complican a la derecha y a La Moneda

El acuerdo del 15 de noviembre y la acusación a Chadwick representaron una doble y dolorosa derrota para el gremialismo. Aún mastican a regañadientes que el exministro del Interior fuera herido públicamente de esa manera, porque se trata de alguien que es parte del ADN del partido, uno de sus «coroneles», un fundador de la tienda. Una UDI así de herida no es un factor irrelevante para el resto de Chile Vamos ni para la relación entre las colectividades de derecha y, menos, para La Moneda, donde ya tomaron nota –preocupados– de la situación. Consideran complejo el escenario que se instaló internamente en su coalición y no por nada desde Palacio estos días han desplegado esfuerzos para poner paños fríos a la molestia gremialista.


“El país, al igual que la UDI, está bajo amenaza”, fueron las palabras con las que la presidenta de la UDI, Jacqueline Van Rysselberghe, cerró su discurso la noche del miércoles 18 de diciembre en la cena de desagravio que el partido le ofreció a su histórico «coronel» Andrés Chadwick, tras haber sido acusado constitucionalmente por el Congreso la semana pasada. El discurso de la timonel dio cuenta del alicaído estado de ánimo de las huestes del gremialismo, donde sienten que en el contexto de los dos últimos meses, tras el estallido social del 18 de octubre y en particular con el acuerdo político por una nueva Constitución, la tienda se jugó al límite.

La firma del Acuerdo por la Paz la madrugada del 15 de noviembre, en que se acordó la realización de un plebiscito para definir un mecanismo que elabore una nueva Constitución que reemplace a la de 1980 –sostén moral y político de la UDI– dejó con la mirada atónita y un amargo sabor de boca a gran parte de los suyos. Para muchos gremialistas históricos, la colectividad “dio la espalda al legado de Jaime Guzmán” e intensificó la posibilidad de que la fuga de militancia de los últimos años se acreciente en el mediano plazo.

A tal punto es la desazón interna, que han sentenciado que dicho acuerdo es “la más grande traición” en los últimos 30 años, la que no podrá ser reparada “con la campaña para rechazar en el plebiscito”. Temen que con esto se haya abierto una puerta imposible de cerrar y eso les preocupa.

El acuerdo del 15 de noviembre y la acusación a Chadwick representaron una doble y dolorosa derrota. Aún mastican a regañadientes que el exministro del Interior fuera herido públicamente de esa manera, porque se trata de una figura emblemática, parte del ADN de la UDI, uno de sus «coroneles», de la trenza fundadora de la colectividad.

Una UDI así de herida no es un factor irrelevante para el resto de Chile Vamos, para la relación entre los partidos de derecha y, menos, para La Moneda, donde ya tomaron nota de la situación, porque consideran complejo el escenario que se instaló internamente en su coalición. No por nada, desde Palacio estos días han desplegado esfuerzos para poner paños fríos a la molestia gremialista e, incluso, inclinar la balanza a favor de sus deseos políticos, como las gestiones de último minuto con sectores de RN para que la tarde de ayer no fuera aprobado en la Cámara de Diputados el proyecto sobre independientes, paridad de género y escaños reservados para pueblos originarios para el proceso constituyente.

[cita tipo=»destaque»]Lo mismo con el gesto que ayer hizo el diputado UDI, Javier Macaya, de golpear la mesa en la Sala de la Cámara y al final de la sesión anunciar que pedirán «reserva de constitucionalidad» una vez que terminen de tramitarse en el Congreso los proyectos sobre independientes, paridad y pueblos originarios, lo que implica recurrir al Tribunal Constitucional para torcer la mano de lo que resuelva el Congreso. En la oposición explicaron que no correspondería, porque se trata de medidas transitorias, pero al gremialismo lo que le importa es la señal política a sus huestes y no dejar carta sin jugar para que no varíe ninguna línea del acuerdo del 15 de noviembre.[/cita]

La consigna era evitar «humillar más» a la UDI, porque eso «sería muy malo para todos» y, por ello, desde el Gobierno llamaron ayer a los diferentes representantes de RN para evitar que se alcanzara el quorum de 93 votos que requerían los tres puntos. Una jugada que no dio los frutos esperados, porque la Sala de la Cámara de Diputados aprobó al filo de la tarde –en general y particular– el proyecto sobre independientes y paridad de género, además de los cupos reservados a pueblos originarios en general.

Es que ante las descarnadas críticas internas que ha recibido la dirigencia de la UDI por firmar el acuerdo del 15 de noviembre, la única defensa de la mesa directiva ha sido que dicho acuerdo no será modificado en ningún aspecto. Por eso la orden al interior de la mesa técnica fue cerrar cualquier espacio para hacer modificaciones y afianzar el principio de los 2/3 para las votaciones, síntesis a la que llegaron todos los sectores oficialistas.

La ofensiva liderada por la UDI –tanto comunicacional como bajo cuerdas– para evitar que se modificara en cualquier aspecto el acuerdo original, ha sido evidente esta semana y no son pocos lo que señalan que se instaló un nuevo trato interno. En la derecha afirmaron que las lágrimas de impotencia de la diputada RN, Marcela Sabat, cuando su partido decidió separar aguas del plebiscito con las tres indicaciones y haber visto en vivo y en directo al timonel de Renovación, Mario Desbordes, tener que retroceder públicamente, fueron  las pruebas concretas de que “el gremialismo llegó a cobrar su boleta”.

Es en esa ofensiva que se inscribió el «ultimátum» que dio en el Congreso el ministro de la Segpres, Felipe Ward (UDI), cuando advirtió que el acuerdo podría fracasar –o sea que no iba a haber plebiscito en abril– si no se honraba el acuerdo del 15 de noviembre, lo que implicaba rechazar los tres puntos conflictivos. Eso, a solo horas de ser votados en la Sala de la Cámara Baja.

Lo mismo con el gesto que ayer hizo el diputado UDI, Javier Macaya, de golpear la mesa en la Sala de la Cámara y al final de la sesión anunciar que pedirán «reserva de constitucionalidad» una vez que terminen de tramitarse en el Congreso los proyectos sobre independientes, paridad y pueblos originarios, lo que implica recurrir al Tribunal Constitucional (TC) para torcer la mano de lo que resuelva el Congreso.

En la oposición explicaron que no correspondería, porque se trata de medidas transitorias, pero al gremialismo lo que le importa es la señal política a sus huestes y no dejar carta sin jugar para que no varíe ninguna línea del acuerdo del 15 de noviembre.

En La Moneda afirmaron que RN ya corre con colores propios, al menos su directiva, que en el caso de Evópoli, si bien les reconocen su actuar institucional, saben también que no puede ser su único sostén, por lo que necesitan a la UDI y no pueden correr el riesgo de pelearse en ellos. No por nada desde Palacio han pedido a Renovación Nacional “evitar arrinconar” al gremialismo, pues es de alto riesgo para la administración piñerista tener al partido de Van Rysselberghe tan a la defensiva.

Varios han recordado en estos días los dos últimos episodios en los que la UDI hizo patente su molestia: cuando quedó fuera de los dos principales ministerios sociales –Vivienda y Desarrollo Social– y por lo que consideraron un escaso esfuerzo de La Moneda para salvar a Chadwick.

Con este tenso clima, no es raro que entre las bancadas parlamentarias de Chile Vamos ronde en estos días la amenaza fantasma de un eventual fin del conglomerado, lo que se tornaría en un escenario insostenible para el Gobierno de Piñera.

En la mira

A la luz de este clima, desde Chile Vamos han apostado a que la UDI sería el gran «freno a los cambios» para tratar de solucionar la crisis que gatilló el estallido social. Eso sobre la base de que hay consenso en que «la apertura al cambio constitucional» del gremialismo esa noche de noviembre respondió a un «contexto específico» y que, por lo mismo, no esperan que sus socios «den más señales de apertura».

Con una menor presión en las calles y con un diagnóstico desde Palacio de que ya habría pasado lo peor y que se entró en una etapa diferente, en la UDI miran las cosas con otros ojos. Esa noche de noviembre –reconocieron– hubo un real temor de que se quebrara la institucionalidad democrática, pero ese riesgo ya no existe, por lo que consideran que el escenario es propicio para muñequear donde les conviene.

La UDI ha extremado sus posiciones y entregó “la derecha moderada y el centro” a quien se lo quiera disputar en el oficialismo. En Chile Vamos lo saben y afirmaron que es tal la necesidad de dar señales a las bases gremialistas en cuanto a que en el fondo siguen siendo los mismos, que ahora “van por todo”.

Hay instancias donde se espera que el gremialismo juegue sus cartas. La primera, el proyecto de pensiones, respecto a cual desde la oposición se le solicitó al Gobierno partir de cero, con “una hoja en blanco”, lo que en el Ejecutivo no encontró el eco necesario, pues entendieron que solo retrasaría su puesta en marcha en momentos en que el tiempo es lo que menos sobra. Hasta ahora, el escrito –que se encuentra en segundo trámite legislativo– ha incorporado un criterio de solidaridad, el que tanto el Gobierno como la UDI nunca estuvieron de acuerdo en sostener.

El otro punto que la UDI no cederá es la exigencia de aprobar la propuesta de nueva Constitución por 2/3 de la Convención Constituyente y qué es lo que ocurrirá si se rechaza en el plebiscito de ratificación, si volverá a una reescritura o se mantiene vigente y legitimada la Carta Magna de 1980.

Publicidad

Tendencias