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Del arte localizado al arte nómada CULTURA|OPINIÓN

Del arte localizado al arte nómada

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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la búsqueda de localización del arte ha sido un problema constante (por no decirlo terrible) en pandemia. Yo opino que ya venía desde las protestas del 2019. Lo interesantemente espantoso es observar a mis contemporáneos que trabajan en el rubro artístico y no reinventarse, es decir, realmente ponerse en crisis y, por ejemplo, retomar y reestructurar, conceptual, críticamente y “actualizándolo” el arte de la década de los 90, me refiero al de Internet. Lo que más hemos visto es la reproducción, el traslado, la representación de lo ya conocido fuera de Internet llevado a este campo digital, no una reflexión del mismo campo digital. Lo que algunos llaman el arte relacional podría ser una importante conservación urgente de los cuerpos en acción en el mundo, en ellos se encontraría la crisis en pandemia, aun cuando es posible que la “profetización” de Virilio sea el hecho de su desaparición. Pero he ahí su resistencia.


El título de esta columna es inspirado en la entrevista que le hace Catherine David a Paul Virilo antes de la X versión de la documenta de Kassel en 1997, donde David iba a ser la primera mujer (y no alemana) curadora de este evento del arte contemporáneo. Esta versión de documenta fue la última del siglo XX.

El motivo por el cual hago referencia a esta entrevista es por su pertinente actualidad en la reflexión de las artes contemporáneas y en los actuales momentos de crisis sociales, tecnológicas, relacionales y del manoseado concepto de habitabilidad artística en momentos de dificultades de emplazamiento físico de las artes más tradicionales. Virilo, en la entrevista, hace mención a la deslocalización de las artes, las cuales han venido dándose desde los tiempos en que la ubicación de las obras ya no “pertenecía” a un lugar fijo donde fue realizada (las pinturas en bastidores pueden desplazarse y cambiar de lugar constantemente a diferencia de las primeras pinturas rupestres). En términos del derecho, sería pasar de un bien inmueble a uno mueble. Lo interesante de esta deslocalización es que su radicalización iría en aumento, no así el conservadurismo de -aún- la mayoría de las y los artistas. Virilo radicaliza este punto al mencionar que la ubicación fija del arte dejaría de existir, y que el feedbak sería uno de los “motores” actuales de la relación de las artes puestas como emisión y recepción. Los comienzos de esta radicalización habrían comenzado con la reproductibilidad técnica de las obras, pero en la actualidad la interactividad y participación, cuasi en tiempo real, habrían llevado el descalce de la ubicación del arte a su indeterminación como objeto tradicional dentro del espacio y el tiempo. Recordemos que Virilo está hablando estas cosas en unos años donde el arte de Internet estaba con mucha fuerza en el ejercicio de transgredir las fronteras de la ubicación y de cuestionar, políticamente, la autoría.

Es en este contexto, de fines del siglo XX y comienzos del XXI, donde la inscripción espacial del arte comienza, cada vez más, a utilizar los conceptos de desplazamientos. La pintura, escultura, el grabado podían recepcionarse a través de distintos objetos “desvinculados” de la tradición de los soportes que se habían utilizado hasta entonces; las huellas podían empezar a encontrarse en todo. Desde ahí, también, la estetización de las relaciones hasta llegar a la estetización de la política, donde la interacción relacional puede ser tomada (si se quiere) como el corte o la huella del desplazamiento que se requiera por parte del o la creadora. Desde aquí, también, la multiplicidad de posibles ejercicios de ficcionalización curatorial. Aunque -es importante mencionarlo- la potencia política creadora no ha podido lograr, aún, lo que el período entre los 60 y 80 intentó, aunque se crea lo contrario con las manifestaciones actuales, en las cuales artistas se cuelgan del vagón de algo mayor a ellos mismos. De hecho, Virilio llega al extremo al mencionar que las artes, entendidas como plásticas, se han acabado, pues la relación de la estética con el mundo ahora es responsabilidad de todos y todas; es el “resumen” de la frese de Beuys.

En este sentido, la reflexión me lleva a la actualidad, donde la búsqueda de localización del arte ha sido un problema constante (por no decirlo terrible) en pandemia. Yo opino que ya venía desde las protestas del 2019. Lo interesantemente espantoso es observar a mis contemporáneos que trabajan en el rubro artístico y no reinventarse, es decir, realmente ponerse en crisis y, por ejemplo, retomar y reestructurar, conceptual, críticamente y “actualizándolo” el arte de la década de los 90, me refiero al de Internet. Lo que más hemos visto es la reproducción, el traslado, la representación de lo ya conocido fuera de Internet llevado a este campo digital, no una reflexión del mismo campo digital. Lo que algunos llaman el arte relacional podría ser una importante conservación urgente de los cuerpos en acción en el mundo, en ellos se encontraría la crisis en pandemia, aun cuando es posible que la “profetización” de Virilio sea el hecho de su desaparición. Pero he ahí su resistencia. El cuerpo contagiado es un cuerpo en resistencia, la actualidad es el desencuentro del Otro. Sin embargo, a pesar de lo último, la reinvención crítica del habitar del arte nos muestra su conservadurismo al estar a la espera de que abran las galerías y espacios tradicionales de exhibición. Esto último solo debela la aspiración burguesa de un arte sin actualidad “deconstructiva”. El relacional, al menos busca lo desconocido y sus límites en el constante encuentro del Otro, y en ello su doble descalce contemporáneo: la separación y su opuesto: el contagio.

Mientras escribo esta columna me entero que la municipalidad de Valparaíso abrirá su galería de arte pronto, esto en un momento de alza de los contagios en la ciudad. Lo sintomático de esto es la evidente presión de habitabilidad del arte que necesita y requiere, constantemente instalarse en las precarias condiciones de la tradición objetual, es decir, mantenerse en la idea de que los objetos físicos son el bien que representa (o simula según un compañero) lo que se debe defender como arte, cuando el ejercicio de la crítica del propio tiempo que nos toca vivir se desvanece en la espera de una normalidad que es muy difícil que regrese, a pesar de que se abran miles de galerías nuevas en el país. Reinvención y crisis: conceptos que parecen no lograr activar, por ahora, lo que se ha repetido, en distintos formatos, desde los 90 hasta hoy en Chile (quizá, porque en los 90 no existía una gran conectividad tecnológica aún, esto último no lo se).

Es importante insistir en que, hace décadas, lo contemporáneo en las artes no se encuentra en el objeto concebido en la tradición del taller, sino en el proceso de aperturas a las nuevas condiciones de urgencia de un mundo, sus articulaciones y desarticulaciones, la conservación y muerte de los cuerpos capitalizados, las ciencias y la tecnología que nunca no han existido desde que hay registros de lo que entendemos como lo que somos en tanto humanos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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