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Después de la tormenta: un camino posible para el segundo tiempo de la Convención Opinión

Después de la tormenta: un camino posible para el segundo tiempo de la Convención

Javier Couso
Por : Javier Couso Director, Programa de Derecho Constitucional, Universidad Diego Portales.
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Será crucial no dejarse distraer por la coyuntura. La política nacional vivirá momentos importantes –muchos de ellos polémicos–, justamente mientras la Convención se encuentre en medio de la elaboración de normas constitucionales, pero su trabajo tiene un horizonte temporal de décadas (si resulta exitoso), motivo por el cual deberá hacer todo lo posible para abstraerse de la coyuntura. Tampoco debiera dejarse influir demasiado por el “griterío” aparatoso de algunos, cuando delibere propuestas de convencionales y de la sociedad civil que susciten debates legítimos. En ese sentido, será bienvenida una cierta circunspección, para no caer en el juego de quienes se nutren del escándalo permanente, dentro y fuera de la Convención Constitucional.


Luego de la accidentada elección de la nueva mesa directiva de la Convención Constitucional, una de las primeras tareas que los diferentes grupos de la misma deberán acometer será la de recomponer las relaciones que se resintieron producto de un evento (la renovación de la mesa directiva) que objetivamente ha distraído a las y los convencionales del trabajo propiamente constituyente, que había comenzado a tomar un ritmo alentador en las semanas precedentes y que se tradujo en una ligera recuperación de la confianza ciudadana en el órgano constituyente, luego de meses en que esta había ido gradualmente a la baja.

Aun cuando el calendario sigue avanzando implacablemente (el 5 de julio no está demasiado lejos, cuando se tiene por delante la misión de tener redactada una nueva Constitución), valdrá la pena tomarse unos días para aquilatar lo ocurrido, restablecer confianzas y ponerse metas realistas. Para quienes –desde dentro y fuera de la Convención— la sola posibilidad de sustituir la carta vigente sigue siendo una pesadilla, esta semana representó un inconfesable motivo de alegría, porque aumenta sus expectativas de que, o la Convención no logre concluir en tiempo y forma el mandato de elaborar un texto en los seis meses que restan o, alternativamente, que la nueva Carta constitucional que redacten sea rechazada en el plebiscito ratificatorio.

Así como los resultados de la primera vuelta presidencial y la elección de la Cámara de Diputados forzaron a las mentes más lucidas al interior de la Convención a tomarse por primera vez en serio la posibilidad de que el proceso constituyente fracase (como ocurrió en Islandia, en que luego de un proceso ejemplar en términos de participación ciudadana y transparencia, finalmente no se logró aprobar la anhelada nueva Constitución), es de esperar que los sectores que prevalecieron en la elección de las nuevas autoridades de la Convención tengan presente que el éxito de la misma no está para nada garantizado, y que este demandará no solo mucho trabajo, sino que la capacidad de superar las legítimas quejas y diferencias que el episodio de esta semana dejó, y volver al trabajo de producción de normas con un espíritu constructivo y que convoque a todos los convencionales que de verdad están por una nueva Constitución.

La nota positiva –en un escenario que puede aparecer como desalentador– es recordar que durante sus primeros seis meses la Convención logró aprobar una serie de complejos instrumentos normativos (los distintos reglamentos), a pesar de los desencuentros suscitados en su interior; de las desconfianzas que existían entre sus integrantes; de la permanente campaña de desprestigio que sufrió; y, muy especialmente, del duro golpe del caso Rojas Vade. El que en un periodo tan breve, y en medio de tantos incidentes, la Convención haya logrado avanzar, representa un acervo a partir del cual confrontar lo que viene por delante. En efecto, ese primer periodo sugiere que cuando las y los convencionales se ponen de cabeza a debatir y redactar normas, terminan acordando cuerpos jurídicos razonablemente bien elaborados (más allá de algunos ripios).

Finalmente, será crucial no dejarse distraer por la coyuntura. La política nacional vivirá momentos importantes –muchos de ellos polémicos—, justamente mientras la Convención se encuentre en medio de la elaboración de normas constitucionales, pero su trabajo tiene un horizonte temporal de décadas (si resulta exitoso), motivo por el cual deberá hacer todo lo posible para abstraerse de la coyuntura. Tampoco debiera dejarse influir demasiado por el “griterío” aparatoso de algunos, cuando delibere propuestas de convencionales y de la sociedad civil que susciten debates legítimos. En ese sentido, será bienvenida una cierta circunspección, para no caer en el juego de quienes se nutren del escándalo permanente, dentro y fuera de la Convención Constitucional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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