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A la vanguardia: cómo Chile puede marcar la política internacional en las próximas décadas MUNDO

A la vanguardia: cómo Chile puede marcar la política internacional en las próximas décadas

Roberto Bruna
Por : Roberto Bruna Periodista de El Mostrador
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Reputados analistas y expertos en política internacional relatan la manera en que el debate constituyente chileno es seguido con mucha atención por una serie de innovaciones que parecieran elevar el estándar democrático, como la paridad y los escaños reservados para los pueblos originarios. Todo lo anterior habla de la madurez democrática de una sociedad en cuyo seno late un sentimiento republicano, y ello producto de una historia singular en el contexto latinoamericano que lo sitúa a la vanguardia de los procesos sociales y políticos. “No exagero cuando digo que esto será digno de análisis por los próximos 15 o 20 años en todas las academias de ciencia política y estudios internacionales del mundo”, dicen algunos, mientras otros creen que Chile abre una senda que bien podrían recorrer países que “viven sumidos en permanente conflictividad social, con alta desigualdad, y con una evidente separación entre sus élites y la ciudadanía”.


Extensos reportajes en el diario El Comercio de Lima, continuas entrevistas en el diario Clarín de Argentina, enviados especiales desde los principales medios europeos, editoriales y columnas en diarios de Estados Unidos o el Reino Unido preguntándose sobre la conveniencia de que esas dos potencias mundiales puedan seguir la senda de Chile y actualizar sus democracias, y un debate cada vez más candente en círculos académicos, con la participación entusiasta de constitucionalistas de la talla de Roberto Gargarella y los estadounidenses David Landau y Bruce Ackerman… Curiosa es la atracción que ejercen los acontecimientos políticos que tienen lugar en un país tan remoto. ¿Remoto? Sí, pero no muy periférico, después de todo.

Hay una explicación para ello a partir de dos certezas que se mantienen a firme entre los analistas internacionales: una, que Chile ha ejercido históricamente una gravitación en Latinoamérica que excede por mucho su tamaño y población; dos, que el país conforme a una historia que lo ubica desde siempre a la vanguardia política de la región (y global), incidirá en el devenir de los países que integran nuestro continente. “Y quizás esa influencia vaya más allá”, afirma el analista internacional Ricardo Holzmann, quien apuesta porque el proceso constituyente chileno marcará una nueva senda para esos países que, según el experto, “viven sumidos en una permanente conflictividad social, con alta desigualdad, y con una evidente separación entre sus élites y la ciudadanía”.

Y así es como nuestro país nuevamente va abriendo una senda a machete en la espesura de una crisis que, a estas alturas, ya es global. “Evidentemente que Chile tiene un liderazgo en ese sentido. Y es un referente, además, porque cuenta con una tradición institucional de resolución de crisis, cosa que no existe en otros países donde las instituciones son más débiles”, sostiene Holzmann. “Por eso es que incluso las naciones asiáticas miran con atención lo que está pasando aquí. Tan importante se ha vuelto que incluso la Unión Europea trató de colaborar como nunca lo había visto antes en la región”, agrega.

Fernando Estenssoro, director del Doctorado en Estudios Americanos de la Universidad de Santiago, se declara impresionado por el interés que demuestra el mundo respecto del proceso constituyente chileno. “Imagínate: es extraordinariamente democrático y más representativo, produce un fenómeno de profundización democrática al punto que establece paridad entre hombres y mujeres además de escaños reservados para las primeras naciones. Es algo muy novedoso a nivel global. No exagero cuando digo que esto será digno de análisis por los próximos 15 o 20 años en todas las academias de ciencia política y estudios internacionales del mundo”, agrega el investigador.

“Hace tres años vivíamos una situación prerrevolucionaria, con un sistema de partidos completamente desbordado y un gobierno que cayó en el inmovilismo total, salvo a la hora de llamar a las Fuerzas Armadas. Era un escenario muy complejo que, aún así, pudo ser conducido institucionalmente”, agrega Estenssoro.

Las afirmaciones de Estenssoro y Holzmann no sorprende si pensamos la riqueza republicana histórica. Por cierto, Chile fue el primer país de Latinoamérica en construir su Estado y siempre fue el primero en experimentar, de las más diversas maneras, lo que hizo posible un Estado de compromiso que le dio cierta estabilidad, cambios de ciclo político empujados por movimientos proletarios que alcanzaron de manera temprana un notable poder de organización, un liberalismo que abordó la cuestión social con leyes de punta para la época, el único Frente Popular exitoso, el único gobierno de inspiración marxista que accedió a La Moneda a través de las urnas y…

“Y también están las políticas neoliberales, esas que se probaron aquí”, se apresura en recordar Holzmann, respecto de la revolución conservadora y tecnocrática diseñada por los civiles que colaboraron con la dictadura militar, donde el desarrollismo clásico dio paso a una estrategia de desarrollo con base en un Estado mínimo.

Paz Milet, magíster en Estudios Internacionales, doctora (c) en Ciencia Política y académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, destaca que, a raíz de los distintos estallidos sociales registrados en la región, “algunas organizaciones como la Corporación Andina de Fomento, la OCDE y la Cepal empezaron a cuestionarse la idea de generar un nuevo contrato social entre los ciudadanos y sus estados, y han concluido que una respuesta es lo que está haciendo Chile con su proceso constituyente”.

“Nuestros vecinos también están siguiendo el proceso con mucho interés”, afirma Estenssoro. “Lo puedo constatar porque he estado afuera. Es increíble porque el caso colombiano debería ser más interesante a ojos de los observadores internacionales porque tienen un primer gobierno de izquierda en su historia (Gustavo Petro), y esto después de décadas de guerra civil… y sin embargo, miran con más atención lo que pasa acá. Como si tuvieran esperanzas de que se traduzca en la forma de encontrar un cauce”, agrega el académico de la Universidad de Santiago, Fernando Estenssoro.

En el mundo académico el interés es vivo y permanente, señala el constitucionalista y académico de la Universidad Diego Portales, Domingo Lovera, y ello queda de manifiesto en la ronda de conversaciones que, por ejemplo, organizó el Canadian Council for the Americas, «donde hemos participado con expertos de categoría mundial en debates muy interesantes en temas sobre derechos sociales, propiedad, género, medioambiente… Ahora viene una conversación sobre pluralismo jurídico y luego se organizará algo con reformas constitucionales. En general las opiniones de todos esos expertos fueron muy positivas, y en algunos casos incluso diría que se deshicieron en elogios, especialmente en materia medioambiental», agrega.

¿Un proceso exportable?

“Sin duda, este proceso en sí, como gestación de una posible respuesta ante el descontento, capta muchísimo la atención desde esa perspectiva en términos de canalizar un cambio y repensar el modelo”, agrega Paz Milet.

Y de esos casos de descontento tenemos varios en la región. Hoy mismo, sin ir más lejos, el último “oasis” latinoamericano en estallar es Panamá, que completa casi un mes en medio de violentas protestas. ¿Colombia? También. Ecuador es otro caso de inestabilidad crónica. “Yo estoy pensando en Perú también”, sostiene Estenssoro. Pero, más allá de los países que pudieran extraer enseñanzas, Holzmann asume que “no sería raro que se vean animados a buscar una solución política a la crisis que se les presenta, aunque mucho de esto tiene que ajustarse a sus procesos internos”, añade.

A la larga, según Holzmann, las diferencias en cuanto a idiosincrasias tienen mucho que ver, aspecto en lo que está muy de acuerdo Paz Milet, quien cree que la experiencia de cada país difícilmente puede ser “exportable”, por más evidente que “los países que no han dado respuesta a las causas de sus crisis y al descontento están más a la expectativa”, según indica Milet.

“Hay realidades muy diversas en la región, con países que viven en condiciones muy distintas a las de Chile. Hay algunas cosas que se pueden rescatar a nivel macro. Por ejemplo, dar una respuesta constituyente a una fractura profunda, hacerlo con paridad entre hombres y mujeres… El tema es que la pandemia agravó los problemas de los países de la región, y aunque varios de esos países han cambiado el signo político, no me parece que estén dadas las condiciones fundamentales para iniciar este tipo de procesos”, sostiene Paz Milet.

Pero Holzmann advierte que no sólo están expectantes aquellos países que han atravesado por revueltas similares. Esto, porque muchas de las “innovaciones” del modelo chileno, como las AFP, fueron exportadas a otros países. Hay élites extranjeras que están con la expectativa de introducirlas, cosa que se haría muy difícil si Chile decide modificar su Constitución y su contrato social. En ese sentido, el golpe publicitario para el neoliberalismo sería demoledor.

De esta manera, agrega que no sería extraño tampoco que algunos ex convencionales o actores clave del proceso acaben ofreciendo conferencias en otros países interesados en seguir una senda similar.

En el fondo, este proceso ilustra que somos un país capaz de “mostrar un camino de salida”, algo propio de esa inventiva que es tan característico de las posiciones de vanguardia, asume Holzmann, quien tiene bastante presente que esa singularidad permitió, entre un número considerable de anomalías y rarezas que acumula la historia republicana de Chile, que en nuestro país surgiera el Partido Comunista más antiguo de América, el único partido nazi (Movimiento Nacional-Socialista de Chile) que consiguió existencia legal dentro del continente, un movimiento anarquista poderoso, “a lo que sumaría un gobierno socialista con una apuesta socialdemócrata, un dictador que dejó el poder a través del voto… como verás, hay muchos ejemplos que hablan de un espíritu institucional y republicano muy desarrollado y vanguardista”, concluye Estenssoro, por lo que las innovaciones de la actual propuesta constitucional no deberían sorprender a nadie.

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