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[Opinión] El “Chupete”: triste, solitario y final

[Opinión] El “Chupete”: triste, solitario y final

El delantero vio rescindido su contrato con Colo Colo, que tenía vigencia hasta fines del año próximo. A su bajo rendimiento, que lo mostró muy lejano a aquel jugador que en 2007 se fue al Monterrey mexicano para transformarse en su goleador histórico, Suazo sumó frente a San Marcos de Arica un acto de indisciplina que fue considerado imperdonable por los regentes albos.


Aquello de que “nunca segundas partes fueron buenas” parece ser un dicho muy acertado, considerando el difícil momento que protagonizó el “Chupete” Suazo en el Monumental, conflicto que, de paso, podría arrastrar a Colo Colo a transformarse de principal candidato al título a simple partiquino de un Torneo de Apertura que llega a su etapa decisiva.

La historia ya se conoce: sustituido en el minuto 68 del partido que Colo Colo perdió frente a San Marcos de Arica, el pasado domingo, Suazo, molesto por su exclusión, las emprendió de manera furibunda en contra de Pedro Reyes, el ayudante de José Luis Sierra. La situación, según los trascendidos, se habría agudizado en el vestuario tras la impensada derrota.

Todos los indicios apuntaron en ese sentido. El “Chupete” fue el primero en abandonar el Monumental y no paró allí: se habría negado a asistir a una reunión con la Comisión de Fútbol del club popular, obligando al técnico a separarlo del plantel y a dejar en manos del directorio albo el enojoso conflicto que –no podía ser de otra manera- concluyó con la drástica decisión de rescindirle el contrato que lo ligaba al Cacique hasta fines del próximo año.

El hecho cierto de que Humberto Suazo era el jugador mejor pagado de Colo Colo, y por ende del fútbol chileno, le significará a la concesionaria Blanco y Negro pagar una indemnización que bordea los 900 mil dólares. Cantidad por cierto más que respetable, pero que se suma graciosamente a otros dispendios a los que los principales accionistas de la Sociedad Anónima que maneja al Cacique parecen tan adeptos.

Los ingresos que deja mes a mes el Canal del Fútbol al parecer dan para todo…

Más allá de esas consideraciones economicistas, sin embargo, la rescisión del contrato del “Chupete” se antojaba la única salida posible. Había que cautelar el principio de autoridad y, por lo demás, futbolísticamente hablando Colo Colo no es mucho lo que pierde. Y es que si todos esperábamos a ese goleador implacable de los torneos locales y de las clasificatorias sudamericanas para Sudáfrica 2010, la cruda realidad nos mostró a un jugador lento, fundido físicamente y, lo que es peor, desprovisto casi de ese fuego interior que permite soslayar con otros atributos el implacable paso de los años.

Los primeros partidos de Suazo en Colo Colo, tras su regreso, constituyeron toda una llamada de alerta. Había perdido su “chispa”, su velocidad, e incluso ese “olfato de gol” que permite estar en el momento exacto y el lugar preciso para mandarla adentro, aunque en todo el resto del partido “no la haya agarrado ni con la mano”, como se afirma vulgarmente.

¿Acaso insignes goleadores del fútbol chileno y mundial no mantuvieron incólume esa actitud de “matadores”, más allá de sus ripios innatos y la pérdida gradual de sus grandes y principales atributos? Luis Artime era un tronco de pies a cabeza, pero hasta el último prolongó su idilio con la hinchada de River. Fernando Morena tampoco era un dechado de virtudes, pero jugando por Peñarol la embocó hasta el último. Müller, el alemán, era un tanquecito limitado técnicamente, pero pobre de los defensas que lo miraran a huevo, porque al menor descuido te clavaba. ¿O acaso el “Tanque” Campos, ídolo azul, era un exquisito?

Lo del “Chupete”, sin embargo, fue distinto. De poco valió la indulgencia inicial frente a ese jugador que, quemando claramente sus últimos cartuchos, era sólo un remedo de aquel que había partido como campeón de Colo Colo para transformarse, a breve plazo, en el máximo goleador en la historia del Monterrey mexicano. Se dijo entonces –y nosotros también lo dijimos-, que a un tipo de ese nivel, y de tan brillante trayectoria, no se le podía fusilar de buenas a primeras por un comienzo flojo, que era claramente muy lejano a lo que todos esperábamos.

Pero fueron pasando los campeonatos, los partidos y los meses, y el “Chupete” no despegó nunca. Salvo chispazos, y una que otra buena actuación en algunos minutos de partido, Suazo fue un espectro de ese delantero letal que era capaz, a veces por sí solo, de poner de cabeza a la más solvente de las defensas.

¿Cuestión de edad? Los 34, sumados a reiteradas lesiones, son claramente importantes en el fútbol de hoy, mucho más áspero, veloz y físico que el de apenas unos años, al menos en lo que respecta a Chile. ¿Pero son determinantes, como pareciera serlo en el caso del “Chupete”? A nivel internacional, sin duda, pensando en partidos de Copa Libertadores o clasificatorios, y acaso eso mismo explica el por qué Sampaoli nunca lo consideró para esa Roja que, sobre todo en sus comienzos, tenía incluso mucho más vértigo que el equipo de ahora.

El problema es que el “Chupete”, lamentablemente, parecía ya no estar ni siquiera para la competencia casera. Siete goles en 26 partidos es una producción pobrísima para un goleador de raza, como Suazo. Son números más propios de un mediocampista de esos que llaman “defensivos” que de un delantero que establece el área y sus alrededores como su dominio.

Lento de desplazamiento y de reacción, el “Chupete” era fácilmente anulable por cualquier defensa que sólo se propusiera el anticipo como fórmula para contrarrestarlo. Frente a esa aplicada marca, Suazo se quedaba invariablemente sin respuesta. Y como en el fondo él mismo se daba cuenta, para no perder tanto optaba una y otra vez por tocarla hacia atrás. Y eso sólo cuando podía llegar antes que el defensor a la pelota.

De un anticipo al “Chupete” fue, precisamente, que Universidad Católica comenzó a cimentar su victoria frente al Cacique, en San Carlos. Cordero lo madrugó, al igual como antes lo habían hecho reiteradamente Maripán y Lanaro, y el cuadro cruzado llegó en tres toques de balón al gol de Llanos, poniendo de paso en entredicho aquellos de las bondades de la posesión de la pelota como determinante para la obtención de un buen resultado.

En el fútbol actual, ya dijimos tan físico, tan intenso, no es pecado perder la pelota a causa de un anticipo. El pecado consiste en dejarse despojar y no hacer nada por recuperar ese balón perdido. Si Alexis Sánchez es hoy ídolo de los “Gunnners” es tanto por sus esquives, sus amagues y sus goles como por su rebeldía a que le quiten esa pelota que él tanto goza tener consigo. Y ocurre que eso, ya sea por temperamento o porque siente que las piernas ya no le responden como antes, el “Chupete” tampoco lo hacía.

A su bajo nivel futbolístico, Humberto Suazo sumó frente a San Marcos de Arica un genio complicado que lo transforma en un personaje a menudo impredecible. Introvertido, de pocas palabras, afecto más al silencio que a las actitudes estentóreas, el “Chupete” estalló por su exclusión frente a los ariqueños, aunque como decisión técnica –exclusivamente- la decisión de José Luis Sierra de ubicar en su lugar a Juan Delgado, fuera claramente irreprochable.

¿Pensó, acaso, que quien debió haber salido fue Emiliano Vecchio, pasando él a ser el media punta? Puede ser. El argentino, de buen comienzo en ese partido, estaba también a esas alturas absolutamente nublado, como todo el equipo, y después de todo Suazo acabó sus días en el Monterrey haciendo esa tarea más que continuar como un depredador del área. Pero aunque así hubiera sido, el “Chupete” no tenía ningún derecho a faltarle el respeto en público y a viva voz a un tipo que, además de correctísimo, como Pedro Reyes, no era el principal responsable de su salida.

El episodio, que marcó el fin de la carrera de Suazo, al menos en Colo Colo, develó además episodios desconocidos o, al menos, muy poco explorados. Como el que la relación entre el “Chupete” y la dirigencia del Monterrey no terminó de la mejor forma. Como que, producto de ese final, que nadie se hubiera imaginado de un goleador que para el cuadro regiomontano fue histórico, el jugador nunca ha sido invitado a ceremonias en que el Monterrey “echa la casa por la ventana”, prácticamente.

En esta pasada, al menos, la razón pareciera estar de parte del técnico albo, José Luis Sierra. Un tipo para nada conflictivo, pero que tampoco parece ser afecto a dedicarles tiempo extras a sus jugadores para palmotearles la espalda o inquirir en sus vidas privadas como modo demagógico de acercamiento.

El fútbol es cuestión de profesionales, y el jugador está obligado a rendir y a comportarse como tal.

Y, lamentablemente, el “Chupete”, que para desgracia del hincha albo no fue el aporte futbolístico esperado, tampoco estuvo esta vez a la altura de un profesional.

Parece que quien pergeñó aquella frase de que “nunca las segundas partes fueron buenas”, estuvo iluminado al momento de pronunciarla.

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