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¿Qué ocurre cuando los espacios ciudadanos se convierten en recursos turísticos? Turismo

¿Qué ocurre cuando los espacios ciudadanos se convierten en recursos turísticos?

El trabajo simbólico de los ciudadanos modifica el valor de los lugares que habitan. En Barcelona, ha creado elementos simbólicos (cosmopolitanismo, juventud) con enorme impacto en las rentas.


Sin duda, uno de los sectores económicos más afectados por las medidas contra el COVID-19 será el turístico. En economías donde éste cuenta con una importancia destacable, como la española, con un 12,3% del Producto Interior Bruto (PIB) y un 12,7% del empleo total, esta afectación puede ser aun más significativa. Las predicciones realizadas estipulan que la temporada turística de 2020 se verá muy afectada, de forma que, en todo caso, únicamente tendrá una presencia significativa el turismo nacional. Esto podría llegar a suponer un golpe tremendo para un sector, aun hoy día, altamente heterogéneo. Así, numerosas empresas –sobre todo las de menor tamaño– podrían enfrentar enormes dificultades para recuperarse una vez que su forma tradicional de creación y captación de valor se ha visto suspendida.

Sin embargo, aunque la economía parece haber entrado en una cierta hibernación, todavía existe un amplio margen de maniobra para unos capitales que, no por haberse detenido, han dejado de existir. Así, actores internacionales como Airbnb, representante de aquello que se ha venido en denominar capitalismo de plataforma, y que inicialmente habrían visto mermados de forma significativa sus ingresos y valoración, han puesto en marcha la maquinaria recaudadora; la compañía ha conseguido captar, vía rondas de financiación, hasta 925 millones de euros que empleará en continuar su expansión una vez finalice la pandemia. De este modo, los procesos de acumulación turística en entornos urbanos podrían reiniciarse, e incluso acelerarse, a medio plazo.

En esta situación, puede ser el momento para preguntarnos cómo se ven afectados lugares específicos de nuestras ciudades tras su conversión en recursos turísticos y cómo este proceso puede llegar a impactar sobre la vida cotidiana de sus vecinos y vecinas. En el presente artículo, elaborado a modo de propuesta investigadora, me acerco a las dinámicas de revalorización urbana en base al valor simbólico de determinados emplazamientos usando para ello el caso de Barcelona.

Los atractivos no patrimoniales de Barcelona

Siempre que pregunto a estudiantes extranjeros qué es lo primero que se les venía a la cabeza cuando alguien les mencionaba ‘Barcelona’ antes de conocerla personalmente, me sugieren expresiones como ‘Messi’, ‘Olimpiadas’, ‘playa’, ‘Sagrada Familia’ o incluso la más atrevida de ‘gastronomía’.

Luego, si ahondo en mi requerimiento y les pido que vayan un paso más allá en aquello que verdaderamente les resultaba atractivo de la capital catalana, pasan a señalar cuestiones como ‘ambiente’ ‘cosmopolitanismo’, ‘arte’ y otras más. De este modo, tras un primer momento en el que, posiblemente, se dejan llevar por aquellos elementos de mayor proyección internacional –fruto del márquetin y los eventos globales–, pasan a especificar otros referentes que también definirían la ciudad.

Barcelona no ha sido nunca una ciudad especialmente seductora desde el punto de vista patrimonial. Antiguo enclave industrial, la mayoría de sus atractivos tangibles provienen de los proyectos e inversiones realizados con posterioridad a la recuperación de la democracia a finales de los 70s del pasado siglo y, sobre todo, tras su selección como sede de la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992.

No es hasta el año 2002, con la conmemoración del Año Internacional Gaudí, que la obra de este ahora globalmente conocido arquitecto se pone realmente en valor; baste recordar que durante décadas, elementos ahora tan significativos como la propia Sagrada Familia fueron duramente criticados por sectores sociales combativos de la ciudad y que, hace solo 4 años, el Concejal socialista de Arquitectura, Paisaje y Patrimonio, Daniel Modol, la llegó a tildar de “mona de Pascua”.

La ciudad cuenta, sin embargo, con un innegable poder de atracción basado, principalmente, en sus elementos simbólicos. Entendemos éstos como aquellas “formas metafóricas de interpretar y sentir la realidad circundante y que son modeladas cultural y psicológicamente”, como explica A. Lorena Campo.

Conceptos como “cosmopolitanismo”, pero también otros como “ocio”, “juventud”, o incluso, “fiesta”, son inmediatamente vinculados a la realidad de Barcelona. Ahora bien, si estos elementos cuentan con un denominador común, éste sería el hecho de que son intangibles, inmateriales, elaborados y reproducidos por los propios barceloneses, pero también por sus visitantes, los turistas.

Barcelona es creada, de esta forma, simbólicamente por la labor de los diferentes grupos sociales que lo constituyen en un momento determinado.

Trabajo urbano y ganancias de posición

El antropólogo Marc Morell desarrolló el concepto de trabajo urbano, es decir, aquel trabajo que se encuentra fuera del mercado laboral y que, aunque aparentemente pertenece al ámbito de la reproducción social, contribuye también dentro de la esfera de la producción. De este modo, podríamos hablar de un trabajo simbólico que valoriza y desvaloriza la ciudad en su conjunto y, más en concreto, algunos espacios de la misma. Generando aquello que Pierre Bourdieu denominó ganancias de posición: las ganancias simbólicas de distinción que se vinculan a una propiedad monopólica.

Estas dinámicas de valorización y desvalorización podrían dar lugar, siguiendo a Neil Smith y David Harvey, a auténticos diferenciales simbólicos de renta. Para Smith (1979), el diferencial de renta, o rent gap, sería la diferencia entre el nivel potencial de renta del suelo y la renta real del suelo capitalizada bajo el uso actual del mismo. De este modo, y en lo referente al caso del presente artículo, la forma en que ambos niveles de renta se aproximarían –potencial de renta y renta real–, generando plusvalías mediante su capitalización, se llevaría a cabo mediante la generación de valor –pero también de desvalor– aportada por el trabajo simbólico en forma de ganancias de posesión. Veamos esto con un ejemplo.

El ejemplo de Felip Neri

La Plaça de Felip Neri, en el Barri Gòtic de Barcelona, es un enclave urbano con una fuerte vinculación a la memoria colectiva de la ciudad. El lugar recibe el nombre de la Iglesia barroca dedicada al santo del mismo nombre y es muy reconocible porque sus paredes todavía guardan el impacto de la metralla de una bomba lanzada por la aviación fascista en enero de 1938, durante la Guerra Civil española. Hasta cuarenta y dos personas murieron, en su mayoría niños y niñas que habían ido a refugiarse de los bombardeos en los sótanos de la Iglesia.

En la actualidad, la Escuela Sant Felip Neri utiliza dicha plaza como patio de recreo en determinados momentos del horario escolar. Es precisamente este carácter mixto, de patio de colegio y lugar con memoria, el que le otorga un alto capital simbólico y lo ha convertido en un nuevo espacio turístico de la ciudad.

La conjunción inicial de turistas y niños y niñas jugando realizaron el trabajo simbólico –o simbólico-turístico, en esta ocasión– necesario para dar un nuevo empujón a la revalorización del entorno de la Plaça, aproximando rentas actuales y potenciales, sobre todo en el entorno de la calle Banys Nous, mediante la capitalización de las ganancias de posesión.

Ahora bien, conforme el sitio fue ganando notoriedad, es decir, conforme el trabajo simbólico estuvo funcionando a pleno rendimiento, la presencia cada vez más notoria de turistas –llegando incluso a una situación de overtourism o saturación turística– llevó a la desvalorización del área, sobre todo en lo relativo a valores de uso y simbólicos por parte del alumnado del colegio, hecho que condujo, en 2017, a las autoridades municipales a cerrar durante unas horas la plaza y dedicarla, exclusivamente, a uso escolar.

El caso de la Plaça Sant Felip Neri, el cual cuenta con la singularidad del protagonismo ofrecido por el valor de uso del propio espacio, podría situarse junto a otros similares que han visto como el trabajo simbólico de residentes y turistas, junto a elementos arquitectónicos destacados, ha supuesto un proceso de generación de ganancias de posesión y de valorización-desvalorización. Mientras que la primera parte de la dinámica, la generación de valor, dio comienzo una vez el capital simbólico fue siendo reconocido -y reconocible-, la segunda parte de la mismas, la desvalorización, se originó una vez el exceso de turistas acabó afectando al espacio; dinámica que lo ha conducido a ser abandonado, de forma inicial, por los residentes locales y, con posterioridad, por parte de los propios visitantes.

La presente propuesta persigue plantear un marco teórico y analítico que sirva de referencia para estudiar cómo se producen unas ganancias de posesión que, potencialmente, pueden ser captadas por específicos intereses empresariales vía rentas del suelo evidenciando, además, la inequidad de tales procesos. Así, como señaló el geógrafo David Harvey, “la urbanización siempre ha sido […] un fenómeno de clase, ya que los excedentes son extraídos de algún sitio y de alguien, mientras que el control sobre su utilización habitualmente radica en pocas manos”. Por lo tanto, el objetivo es que análisis como éste puedan ayudar a realizar políticas públicas relacionadas con el turismo, la vivienda o el sector comercial una vez vuelva a ponerse en marcha la economía de las ciudades tras el COVID-19.

José Mansilla, Profesor e Investigador, Ostelea – School of Tourism and Hospitality

This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.

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