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Ciencia y Tecnología: un Ministerio para superar el individualismo y la competencia

Por: Juan José Berger, Maria Loreto Rodriguez, Ricardo Segovia, Cristian Undurraga, Felipe Villanelo


Señor Director:

La puesta en marcha del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación genera muchas expectativas entre la comunidad de investigadores e investigadoras, pues representa una oportunidad para abrir un ciclo de transformaciones que urgen en el sistema de producción de conocimiento chileno. La figura de Andrés Couve como el primer Ministro, por su parte, genera confianza en que su cartera será efectivamente un espacio articulador de proyectos modernizadores que permitirán superar las lógicas que guiaron el ciclo de reformas neoliberales, agotado después de 40 años de funcionamiento ininterrumpido.

Seguramente la tarea no será fácil. El actual ciclo de reformas dejó a la institucionalidad encargada del desarrollo y aplicación de la investigación con algunos enclaves autoritarios que serán difíciles de superar. El Consejo Nacional para la Innovación y el Desarrollo (CNID), por ejemplo, tiene una representación sesgada hacia el mundo privado y los consultores. Difícilmente este consejo va a permitir que como sociedad avancemos hacia un modelo de desarrollo democrático, sostenible y basado en el conocimiento más que en la explotación de recursos naturales.

En Corfo, Conicyt y el sistema de Universidades también hay espacios directivos que se resistirán a cualquier transformación, y peor aún, hay lógicas profundamente instaladas que organizan su funcionamiento. Esto lo saben muy bien todos quienes intentaron impulsar cambios desde la dirección de Conicyt y los Ministerios de Economía y Educación. El individualismo y la competencia como principios, por ejemplo, transformaron a la Corfo desarrollista, encargada de crear grandes empresas nacionales en la mitad del siglo pasado, en una caja de subsidios para pequeños y medianos emprendimientos. Esta política atomizada es realmente incompatible con un plan nacional de desarrollo basado en el conocimiento y la evidencia.

De la misma forma, el individualismo y la competencia fueron instalados en Conicyt a principios de los ‘80 para abrir canales de financiamiento al incipiente mercado de Universidades. Este mecanismo, por una parte, representa el empobrecimiento del área investigación de las Universidades Estatales y Tradicionales y, por otra, una fuente de subsidios públicos para Universidades empresa, como por ejemplo, aquellas del grupo Laureate que hoy ostentan la matrícula más grande del país. Estas lógicas tienen sus cámaras protectoras, tanto en la clase política como dentro de la propia comunidad científica. Es muy probable que estos sectores conservadores se resistan a empezar un ciclo de reformas que permita superar el individualismo y la competencia como lógica fundamental en la asignación de recursos para la investigación.

Bajo este panorama, pensamos que el primer desafío del nuevo Ministerio será construir la fuerza política que le permitirá iniciar y defender el anhelado proceso histórico de modernización del ecosistema de la investigación chilena. Esta fuerza, por supuesto, radica en la propia comunidad de investigadores e investigadoras, que durante años ha venido mostrando sus ansias de cambio y su disposición al trabajo colaborativo y la autoorganización. Si, por el contrario, el Ministro decide prescindir de la participación democrática de la comunidad científica y adaptarse a las dinámicas propias de las “cocinas” de la tecnocracia neoliberal, tememos que esta gran oportunidad se transformará solo en un mal rato para todos y todas.

Juan José Berger, Movimiento Autonomista
Maria Loreto Rodriguez, Poder Ciudadano
Ricardo Segovia, Izquierda Autónoma
Cristian Undurraga, Revolución Democrática
Felipe Villanelo, Socialismo y Libertad

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