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Trump contra la tradición americana Opinión

Trump contra la tradición americana

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El llamado “día de la liberación” de Trump parece, más bien, una jornada de autolesión económica. Lejos de ser una estrategia para el desarrollo y la autonomía, es una política de encierro disfrazada de soberanía.


En estas semanas el presidente Donald Trump anunció con orgullo un supuesto “día de la liberación”, celebrando su política comercial basada en aranceles y represalias como si fuese una “victoria” sobre décadas de apertura internacional. Aunque la medida ha sido ahora puesta en pausa por 90 días, su administración insiste en que Estados Unidos se estaría “liberando” del yugo de los acuerdos multilaterales, importaciones baratas y déficits comerciales. Es decir, Trump cree que se está “liberando” de la “jaula” del libre comercio.

Lo que omite Trump o elige ignorar es que esa supuesta liberación tiene poco de emancipación económica y mucho de retroceso ideológico y neomercantilismo. Pues, más que una victoria, se trata de una peligrosa vuelta al mercantilismo: aquella doctrina arcaica que establece que una nación se enriquece acumulando superávits y bloqueando la competencia externa y protegiendo a la industria interna. Algo que, en realidad, toda la ciencia económica ha desmentido tanto empírica como teóricamente. 

El diagnóstico de Trump y su grupo es grave, no solo por su desconexión con la teoría económica más básica (que haría revolcarse en su tumba tanto a Adam Smith como a Milton Friedman), sino por sus consecuencias concretas. Las tarifas anunciadas por EE.UU. ya han generado un nivel de incertidumbre y de volatilidad enorme, dañado el comercio internacional, encarecido los bienes de consumo, distorsionado cadenas productivas y aumentado la volatilidad en los mercados financieros, generando grandes pérdidas de valor y de bienestar social en todo el mundo.

Esto encarece la vida de millones de consumidores y productores, en una lógica que Adam Smith y Estados Unidos, como uno de los grandes precursores de la libertad económica durante el ciclo 1950-2020–, habían ayudado a combatir y que hoy, lamentablemente, retroceden.

De hecho, el padre de la economía, Adam Smith, ya advertía casi 250 años atrás, y con gran lucidez, que la riqueza de las naciones no reside en la acumulación de metales ni en el saldo positivo de la balanza comercial, sino en la capacidad productiva de sus ciudadanos que se ve intensificada y fortalecida a través del mercado, del comercio y de la división del trabajo a nivel global. En La Riqueza de las Naciones, este criticó sin ambigüedad la política mercantilista de su época, que promovía restricciones al comercio para “proteger” la economía interna similar a lo que está tratando de hacer Trump 250 años después.

El error de la doctrina mercantilista, sostenía Smith, es que el comercio internacional no es un juego de suma cero: al contrario, permite que cada país se especialice en aquello que hace mejor, generando beneficios mutuos, aumentando la productividad de todos y ayudando a producir bienes mejores y más accesibles para todos los ciudadanos sin importar en donde vivan.

Pero Trump lamentablemente ha querido reescribir dicha lógica con fines políticos. En lugar de apuntar a mejorar la productividad de su país, optó por una narrativa simplista, populista y emocional: si importamos más de lo que exportamos, estamos perdiendo; en consecuencia, ¡tenemos que encerrarnos y nacionalizarnos! En el fondo, la llamada de Trump es uno al tribalismo comercial que se opone a la idea de la sociedad abierta y cooperativa en la que creen los liberales.

La falacia populista de Trump le ha permitido movilizar a sectores con intereses proteccionistas, explotando temores económicos para justificar políticas que perjudican al conjunto. Porque, cuando se suben los aranceles a insumos, no solo se encarecen los costos de producción: también termina pagando sobre todo el consumidor medio, que enfrenta precios más altos y menor variedad. Y, cuando se bloquea la competencia, se reduce la eficiencia y la innovación, haciendo que todos seamos más pobres. Cuando se desconfía del sistema multilateral de comercio, lo que se daña no es solo el intercambio internacional, sino también el tejido mismo de cooperación entre naciones. 

El llamado “día de la liberación” de Trump parece, más bien, una jornada de autolesión económica. Lejos de ser una estrategia para el desarrollo y la autonomía, es una política de encierro disfrazada de soberanía. Desde la economía política, el libre comercio ha sido una de las herramientas más poderosas para la prosperidad y la paz. Ignorar este hecho por razones electorales es no solo irresponsable, sino profundamente regresivo.

Lo más paradójico es que esta cruzada proteccionista contradice no solo la teoría económica, sino también los valores fundacionales de Estados Unidos. Thomas Jefferson lo dijo con claridad: “Paz, comercio y amistad sincera con todas las naciones, sin alianzas comprometedoras con ninguna” (Discurso inaugural, 1801). Para él, el libre comercio era sinónimo de independencia y racionalidad republicana. Reivindicar hoy el mercantilismo va precisamente en contra de ese principio: no libera, sino que encierra y embrutece.

En síntesis, en momentos como este, no se puede olvidar a Adam Smith ni el vínculo histórico entre libertad económica y la prosperidad. Desde la independencia estadounidense, las naciones más abiertas han sido las que más han progresado. Ese legado liberal no es pasado: es una brújula para tiempos de desorden.

Trump debería recordar algunos de los principios fundamentales entendidos por los padres fundadores. Como escribió George Washington, con la lucidez de quien entendía que la libertad es algo que se cultiva, no que se impone: “La libertad, cuando echa raíces, es una planta de rápido crecimiento” (Carta a James Madison, 2 de marzo de 1788). Pero dicha planta solo florece cuando se la riega con instituciones abiertas, cooperación internacional y reglas claras. Los caprichos, pataletas y políticas de Trump no solo arrancan esas raíces, sino que erosionan el suelo mismo donde crecieron.

Defender el libre comercio en contra de Trump es hoy también defender el ideal más amplio de la libertad y la apertura que permitió a Estados Unidos florecer como democracia y convertirse en el faro de la libertad del siglo XX. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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