Publicidad

Giancarlo Barbagelata, jefe de campaña de Franco Parisi: “Vimos cosas que otros ignoraron”

Publicidad
Francisco Leturia Infante
Por : Francisco Leturia Infante Abogado, profesor PUC, expresidente del Consejo para la Transparencia.
Ver Más

En una conversación franca y estratégica en De aquí no sale, Giancarlo Barbagelata detalla cómo su candidato logró contra todo pronóstico convertirse en el tercer presidenciable más votado del país, obteniendo casi el 20% de los votos.


Detrás del fenómeno no hubo magia, dice, sino una combinación de lectura social, innovación comunicacional y un entendimiento profundo de su electorado.

Uno de los factores centrales fue el voto por identificación. Para Barbagelata, la explicación es simple: la gente vota por quien siente cercano. En ese terreno, afirma, Franco Parisi logró conectar emocionalmente con sectores de clase media que no se veían representados en la política tradicional:

“Franco es un poquito más normal, más un chileno promedio. En la forma de ser, quizás en lo desordenado, en lo espontáneo. Así son los chilenos”.

A esa identificación se sumó una estrategia comunicacional inusual, visual, callejera y difícil de ignorar: los autos tuneados del PDG, convertidos en símbolo de campaña. Lejos de ser un detalle decorativo, fueron un mecanismo clave para ocupar territorio donde la política tradicional no llegaba. Vehículos intervenidos, colores llamativos, parlantes, banderas y un sentido de pertenencia que se volvió viral.

“¿Por qué hacen carreras clandestinas en muchos lugares? Porque no hay autódromos. Chuta, y si hay dos millones de chilenos que le encantan el tema de los autos, piensa que a esa persona le mueven más esas situaciones. Así hay cien públicos distintos”.

Otro elemento que, paradójicamente, los fortaleció fue el ninguneo hacia el movimiento. Barbagelata sostiene que la caricaturización mediática y política del PDG —como un grupo improvisado o poco serio— terminó teniendo un efecto inverso: consolidó una identidad interna y un voto de protesta.
“Yo creo que el estallido a esta altura de la vida tiene una carga de violencia gigante. Tú no puedes decir estallido sin acordarte de un tipo saqueando. De las iglesias quemadas. Claro, y no hay nada más poco violento que la gente del PDG”.

La mezcla fue poderosa: identificación emocional, comunicación popular, estrategia territorial, cultura digital y un aura de outsider subvalorado. Para Barbagelata, no se trató solo de captar votos, sino de leer a una ciudadanía cansada de la política tradicional y ávida de representación.

El fenómeno Parisi, visto desde dentro, no fue un accidente: fue la evidencia de que hay un país profundo que la elite no entiende, pero que el PDG sí logró escuchar. Y que, con herramientas poco convencionales —desde análisis de datos hasta autos tuneados—, terminó marcando una de las campañas más atípicas y comentadas de los últimos años.

Publicidad